La experiencia va transformando poco a poco nuestra mirada, en ocasiones afianzándonos en un determinado punto de vista, pero en otras ofreciéndonos una nueva perspectiva.
Por supuesto no me estoy refiriendo a que los demás reconozcan en nuestros ojos un estado de ánimo cambiante, ya sea de melancolía, de entusiasmo, de enamoramiento o de pérdida, sino a que la realidad que nos envuelve pueda cobrar para nosotros un nuevo sentido al ser mirada de otra manera. Así, no se trata tanto de lo que vemos ni de cómo lo vemos, sino de cómo lo miramos, y en esa mirada intencionada se explica el modo en que hemos decidido relacionarnos con el mundo.
No creo que las cosas (el universo sensible) hayan mudado tanto de un tiempo a esta parte como para que yo perciba que son tan distintas, radicalmente otras. Pero es cierto que esa sensación de cambio a mi alrededor existe y acabo pensando que lo diferente, por fin, es mi forma de mirar.