viernes, 17 de febrero de 2017

Noches blancas a la segunda


Estas Navidades me han regalado Noches Blancas por segunda vez. Ocurre en ocasiones que alguien te regala un libro que ya tienes, pero lo que hace particular este caso es que me lo ha regalado la misma persona que me lo regaló la vez anterior. Después de aquella primera no le había dicho nada acerca de lo que me había parecido la lectura y claro, cuando uno regala un libro, o una película, o un disco, es natural que espere algún comentario. Lo cierto es que no recordaba haberlo leído y, dándome por aludido, me puse enseguida con él. Encontré esto nada más empezar:

Era una noche maravillosa, una noche de esas que puede que solo se den cuando somos jóvenes, querido lector. El cielo estaba tan estrellado, estaba tan claro que, al mirarlo, involuntariamente uno tenía que preguntarse: ¿Será posible que bajo este cielo pueda vivir gente con todo tipo de caprichos y enfados? Esta es también un pregunta de jóvenes, querido lector.

Así comienza Noches Blancas. Recordé aquellas palabras y sentí que me transportaban al instante, hace justo un año, en que tampoco pude pasar del primer párrafo. Igual que ese día, se me humedecieron los ojos y, aunque últimamente lloro con facilidad, percibí muy hondo aquel dolor que, por suerte o por desgracia, ya no me es desconocido.