Lo poco que conozco de Antonio López García me hace sentir hacia él una propensión como artista y como persona que va más allá del lejano vínculo de sangre que compartimos (su tío, Antonio López Torres, también pintor y tomellosero, era primo hermano de mi abuelo). Y esa simpatía nace del respeto que me merecen las gentes auténticas, transparentes y humildes. Y que conste que estoy hablando del pintor español vivo más cotizado, o al menos lo era en 2008 cuando "Madrid desde Torres Blancas" se subastó en Christie's por 1,38 millones de libras (1,74 millones de euros). Quizás a día de hoy ya haya sido superado por Tàpies o por Barceló. Recuerdo unas declaraciones de la agente de este último en las que manifestaba que en ocasiones había sentido el deseo de poner freno (cuantitativamente) al caudal creador del artista para mantener al alza la cotización de su obra. Este mercadeo no tiene nada que ver con el arte; es una perversión de la que el artista ha de saber mantenerse alejado. Así, entiendo que la forma de arte más pura es aquella en la que no queda constancia en una obra; sería por tanto una actitud, un posicionamiento, una vivencia, mera praxis. El verdadero artista, sin proponérselo, hace de su propia vida una obra de arte, intangible e inmaterial. Lo demás será accesorio y colateral.
El pintor establece una relación personal con el objeto que quiere representar y se deja seducir por él. No se trata de una lucha en la que el artista deba acabar imponiéndose. No es cuestión de resolver un enigma. Es ante todo un afecto, un trato de respeto en el que dejará que esa naturaleza se exprese por sí misma, en su forma, en su pulso, en su ánima. Y en esa comunión surgirá aquello que el artista identifique como digno de ser plasmado. En ocasiones esa belleza es efímera y al artista no le vale con la memoria fotográfica. Día tras día volverá a ese lugar y esperará que se produzca de nuevo ese milagro. Estrechará la convivencia entregándose en cuerpo y espíritu, sin dogmas pero con el enorme compromiso que ha adquirido en el ejercicio de su oficio.
Una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades. (Antonio López García)
En el otoño de 1990 el artista tuvo una de estas relaciones con un membrillero plantado en el patio de su estudio en Madrid. Después de algunos meses de idilio y de entrega (pero nunca de confrontación) el ciclo estacional obligó a la separación sin que quedara testimonio en lienzo alguno. Supongo que la agente de Barceló, en semejantes circunstancias, hubiera empezado a ponerse nerviosa por tan escasa productividad, siempre que esta se midiera en términos mercantilistas, por supuesto. Sin embargo, fue una suerte para todos que Víctor Erice pasara por allí con una cámara y nos regalara esa obra cinematográfica en forma de película absolutamente maravillosa que es "El sol del membrillo", Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1992.
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Esta última Semana Santa he aprendido a hacer gachas* con mis primos en Tomelloso. Siempre me ha fascinado este cuadro de Antonio López Torres, "Podador manchego". Me reconforta que esta imagen (y esta sensibilidad) formen parte del inventario de mis recuerdos infantiles, y que en días como hoy se hagan tangibles, incluso se materialicen para el gusto, en una sartén con patas.
* Gachas manchegas (receta para 4 personas):
300 g de tocino graso de cerdo.
4 dientes de ajo.
Media cucharada de pimentón.
4 cucharadas de harina de almortas.
Sal.
2 guindillas cayena.
1 litro de agua.
Pan de pueblo (corteza tierna, miga blanca y densa).
Guindillas picantes (opcional como acompañamiento).
Ponemos a freír el tocino cortado en tajadas en una sartén honda con los ajos. Cuando esté frito, apartamos el tocino y los ajos, y en la grasa que ha soltado ponemos el pimentón sin que se queme pues amargaría el plato. Nadie comerá el tocino frito hasta que no estén listas las gachas. Si el tocino no ha soltado grasa suficiente por ser muy magro, añadir aceite virgen de oliva, pero siempre mejor la grasa del propio tocino (elegirlo suficientemente graso). Echamos la harina de almortas y lo rehogamos todo un par de minutos a fuego lento. Tiene que quedar una masa espesa y tostada. Añadimos el agua poco a poco, mientras removemos de forma constante, para que no queden grumos. Añadimos la sal al gusto, teniendo en cuenta que el tocino ya suele ser salado, y un par de guindillas cayena y dejamos que cueza todo, removiendo con frecuencia, para impedir que se nos pegue. Cuando la masa espese dejamos de remover durante un rato, y permitimos que hierva un par de minutos, para que salga la grasa a la superficie. Dejar reposar fuera del fuego tres o cuatro minutos antes de consumir directamente de la sartén, cada comensal provisto de navaja en la que pinchará un trozo de pan entre la miga y la corteza, rebañando las gachas cada uno por su orilla. Acompañar si se desea con guindilla picante. Ahora se puede empezar a comer el tocino.
13 comentarios:
Ya decía yo que en tus venas corría sangre artística. Y nada menos que del pintor Antonio López. Siempre me ha gustado su realismo, su luz, su forma de enfocar la realidad en los cuadros, Sin duda, uno de los grandes, al menos para mí.
Esas gachas tienen una buena pinta... Qué ricas.
Un abrazo, amigo, y no olvidemos nunca eso que señalas de que hemos de llegar hasta el límite de nuestras posibilidades, dar lo mejor de nosotros.
Vaya, siento discrepar contigo. A mí la película El sol del membrillo me dejo una especie de sabor a gran expectativa que no llega a cuajar. Recuerdo que cuando salí del cine pensé “Creo que Erice se equivocó en la elección del artista”. No sé, en la película hay momentos como las tardes que pasaban en el patio él y su compañero hablando de arte, me molestaba ver como de un plumazo obviaban la historia del arte posterior al Renacimiento, era como si después de eso no hubiera habido nada. La verdad es que su sabiduría en el mundo del arte no me transmitía nada. Algo así me sucedió leyendo entrevistas de Botero, no sé no me dicen nada, no conectan conmigo. Esa reivindicación del realismo como el futuro de la pintura me parece no solo ingenuo sino anacrónico . Eso sí, es un gran virtuoso.
Cuánto he disfrutado esta evocación de Antonio López, de una pintura que cifras en "un idilio y una entrega". Y, cmo puedes imaginar, me ha gustado que trajeras a cuento el milagroso documento de esa relación, "El sol del membrillo". Víctor Erice me contó una vez hace dieciséis o diecisiete años el proceso que cuajó en una película única, puro cine, una de las grandes obras del siglo que el cine mismo estaba a punto de cumplir. Tu entrada me anima a contarla cualquier día. Veremos.
Tengo pendiente ver "El sol del membrillo"…
El viernes dando un repaso por la librería me encontré con un libro de dibujos de Antonio López y vi un dibujo maravilloso del membrillo entre otros. Solo hice eso estuve una media hora hojeando el libro y luego me fui feliz…
ah! un día hare esas gachas.
Tres comentarios para un post tan intenso:
López Torres tuvo un gran problema mercantil, ya que le costaba un horror desprenderse de sus cuadros aún vendiéndolos; es por esto que hoy se puede admirar el Museo López Torres en Tomelloso con gran parte de su obra. Y sin duda sus cuadros, para mí preferidos por muchos motivos a los de su sobrino, tienen muchos de los colores de mi infancia. Jose, lo recuerdas con su bata blanca por casa de los abuelos??
Dos: no tratéis de hacer gachas manchegas siguiendo las indicaciones de Lorente, porque no os van a salir. A mí personalmente me ha costado más aprender a hacer gachas que a hacer integrales, y necesité madurar bastante para comprender el secreto de la sequedad...
Tres: quizá algún día te animes a comentar más cosas acerca de los artistas de nuestras raíces, con tu sutil perspectiva. Por ejemplo García Pavón y su jefe de policía Plinio... o ese grupo de Rock, o más bien Pop, que se llamaba Los Anónimos, con un cantante transgresor, filósofo y barrigón, que gozó de cierto éxito. Aunque luego la lucha de egos, como pasó también en Mecano, dio al traste con el futuro de estadios llenos. O no fue eso?? Oye, qué fue??
Tengo que probar las gachas...me ha gustado saber que eres como Serrat, o como Sabina dice que es Serrat :universal, charnego y trashumante, me ha gustado mucho el tono del post, la referencia a la tía Gilita de Barceló, la promesa de Daniel de hablar de la pelí de Erice y sobre todo me ha gustado muchísimo que hables de Antonio López...Me marcho mucho más contenta de lo que vine :)
Un beso
Bellísima entrada que no deja ninguno de los sentidos fuera.
Muy bueno, Jose.
Don Jose, está usted que se sale con su planteamientos y encima unas gachas.
Yo tampoco considero al señor López un genio como sí creo que es Barceló. Los cuadros realistas o hiperrealistas funcionan en una primera ojeada porque son técnicamente perfectos, pero muchas veces les falta la vida que sí parece tener ese de "Podador manchego".
Pero tratándose de un pariente tuyo, estoy dispuesto a discutirlo tras un plato de gachas manchegas hechas por Rafa Torres (of course).
Un abrazo.
Isabel, yo sólo he tenido oportunidad de conocer en persona al tío. Nunca me comí unas gachas con él, pero su persona es un recuerdo entrañable de mi niñez en sus visitas a la casa de mis abuelos. Intentaremos dar lo mejor de nosotros, como ellos hicieron.
Anabel, no sientas discrepar. Al menos a mí me encanta que se manifiesten opiniones diferentes a las mías. Me parece enriquecedor, sobre todo viniendo de ti. Creo que la gracia de la película de Erice es que precisamente nos narra una praxis, sin considerar el resultado material. Quizás por eso lo de la expectativa no alcanzada que comentas. El arte a veces puede ser eso y ese aspecto es el que quería señalar en la entrada. A mí los diálogos con el compañero también me parecen de lo más flojito de la película, pero no precisamente por obviar el arte posterior al Renacimiento. Supongo que es uno de los riesgos que se corren cuando se rueda sin guión. Pero si una virtud tiene la película y la actitud de López García como artista es la de no pretender ser dogmático. Encuentro, por tanto, perfectamente normal que no te diga nada su sabiduría, porque no existe como tal. No pretende intelectualizar lo que hace, y me fascina como en la película incluso le cuesta verbalizarlo. Basta verle trabajar para entender que cualquier teorización al respecto es innecesaria.
Daniel, seguro que Víctor Erice aprendió mucho de cine en esas conversaciones contigo. Espero con impaciencia y entusiasmo que nos las cuentes. He investigado en tu blog las entradas relacionadas con Erice. Recomiendo la de la ministra de cultura. ¡Antológica!
Jesús, no sé que tienes pensado hacer en un futuro próximo con tu tiempo libre, pero te recomiendo que las próximas dos horas de que dispongas las dediques a ver esta película. Y después haces las gachas.
Rafa, me acuerdo de él muy vagamente, pero me acuerdo. El Mueseo de López Torres es con mucho lo más interesante culturalmente que se puede visitar en Tomelloso, después de los conciertos de Kill Spider, claro. López García siempre dice que tarde o temprano ha de reconocerse el enorme talento de su tío.
Para hacer bien las gachas no basta con seguir al pie de la letra una receta: hay que ver a alguien que sepa hacerlas, estando muy atento durante todo el proceso. Yo las he hecho ya tres veces desde Semana Santa: dos comestibles y unas buenas. Con las integrales no había margen de error. Siempre las clavaba.
Recomiendo encarecidamente a García Pavón, otro tomellosero ilustre. "El reinado de Witiza" o "Las hermanas coloradas" son novelas que resultan fascinantes, sobre todo si se conoce el escenario de las narraciones, como es nuestro caso. Con Los Anónimos te aseguro que el problema no fueron los egos. Digamos que por esa época éramos más de beber que de cantar.
Alma, habrás comprendido que lo de dejar la receta al final de la entrada es una influencia tuya. Me alegro mucho de que hayas encontrado alegría en esta entrada. Tú también traes la alegría por aquí.
Blanco, quizás, por una vez, y sin que sirva de precedente, el oído es el que ha quedado en el banquillo, aunque es importante hacerlo calentar por la banda antes de que el tocino empiece a freírse en su propia grasa hirviendo: ¡armoinosas crepitaciones!
Carlos, por suerte el arte no es patrimonio exclusivo de los genios. Igual que tú, prefiero la expresividad a la técnica (siempre que el contenido de lo expresado tenga interés, claro), pero aún así, la pintura de López García no me resulta inexpresiva, incluso las más radicalmente hiperrealistas. Quizás sea por el parentesco. Lo discutimos con unas gachas, pero deja que las haga yo y que Rafa Torres se dedique a las integrales.
Muchísimas gracias a todos por pasar por aquí y comentar.
Un abrazo fuerte y hasta pronto.
El oído también: Bach tocaba bajito desde la entrada anterior.
Lorente, si te contara mis últimas actuaciones gacheras... Mi error ha sido no imponerme, porque las hemos hecho entre varios. He de hacer como Napoleón: no pienses, sólo obedece que nos irá mejor a todos.
Yo Carlos, lo que mejor sé hacer es "estar" de gachas, no cocinarlas. Ahí es donde doy mi verdadero juego y medida. He leído tu blog, me ha gustado la entrada de Oscar Wilde; la próxima vez me atreveré a escribir algún comentario.
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