martes, 22 de mayo de 2012

Perdido en la traducción


No he podido con Pedro Salinas, pero sigo con Proust.

Una amiga me advirtió de los peligros de la vieja edición de Alianza y enseguida comencé a atascarme en sus arcaísmos y en el estilo antiguo que rezumaba cada una de sus frases. Me fui a la librería La Central una tarde y pasé más de una hora comparando el primer párrafo en la traducción de Salinas con la de Carlos Manzano y con la de Josep Maria Pinto en catalán. Las transcribo a continuación para que comparéis vosotros también.

Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: "Ya me duermo". Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque pensaba que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra.
(Traducción de Pedro Salinas, 1917)

Durante mucho tiempo, me acosté temprano. A veces, nada más apagar la vela, los ojos se me cerraban tan deprisa, que no tenía tiempo de decirme: "Me duermo". Y, media hora después, al pensar que ya era hora de buscar el sueño, me despertaba; quería dejar el volumen que creía tener aún en las manos y apagar de un soplo la luz; mientras dormía, no había cesado de reflexionar sobre lo que acababa de leer, pero esas reflexiones habían cobrado un cariz algo particular; me parecía que era yo mismo aquello de lo que hablaba la obra.
(Traducción de Carlos Manzano, 1999)

Durant molt de temps me'n vaig anar a dormir d'hora. De vegades, tot just apagada l'espelma, els ulls se'm tancaven tan de pressa que no tenia temps de dir-me:"M'estic adormint". I, mitja hora més tard, em desvetllava la pensada que ja era l'hora de buscar el son; volia desar el llibre que creia tenir entre les mans i bufar el llum; mentre dormia no havia deixat de reflexionar sobre el que acabava de llegir, però aquestes reflexions havien agafat un tomb una mica particular; em semblava que jo mateix era allò de què parlava l'obra.
(Traducción de Josep María Pintó, 2009)

Me entró un desasosiego terrible. ¡Cómo es posible que fueran tan diferentes!

Con una pieza musical el melómano puede permitirse (es más, es muy recomendable, por no decir obligado, que así sea) escuchar varias interpretaciones diferentes de la misma obra para aproximarse a lo que el compositor quiso expresar al crearla. Eso o aprender música y hacer la nuestra propia, que en ningún caso se corresponderá exactamente con la del autor. Es curioso que, en música, en muchas ocasiones las mejores interpretaciones no sean las de los propios autores, y esto reconocido por ellos mismos. Sin pensar que se trate de la misma cosa, encuentro algunos parecidos en traducir y en interpretar, de hecho, a algunos traductores se le llama intérpretes. Y a mí me encantaría que en obras literarias cuyos idiomas originales no domino me tradujeran sin interpretar. Puedo leer música pero no francés y, sin embargo, para una sonata de Beethoven prefiero cualquiera de las versiones discográficas de que dispongo (Arrau, Kempff, Solomon, Barenboim, Richter...) antes que enfrentarme yo mismo a la partitura, mientras que con la obra de Proust me gustaría ser capaz de leer directamente lo escrito por él en su lengua sin perderme en la traducción ni, por supuesto, alejarme del original en la interpretación que otro pueda hacer de esa lectura.

Cuando se trata de textos complejos, algunos editores estiman conveniente aprovechar el trabajo de los traductores para hacer una versión más próxima al lector medio e inteligible para el público en general, comprador potencial. No soy filólogo, pero entiendo que el lenguaje evoluciona y que "El Quijote" que leemos hoy es muy distinto del que se publicó en 1605, porque el castellano que utilizamos hoy ha cambiado respecto de aquel que utilizaba Cervantes. Las herramientas de que disponía Pedro Salinas en esa traducción pionera de los primeros volúmenes de "En busca del tiempo perdido" son muy distintas de las de hoy en día, pero precisamente por eso debería haber un criterio común para hacer una traducción neutra y que el lector pueda decir que ha leído a Proust, y no el Proust de Salinas, o el Proust de Manzano, o el Proust de Pinto. ¿O es acaso enriquecedor para el lector que haya tantas versiones de un mismo texto? (Ver el interesantísimo artículo de Robert Saladrigas en Revista de Libros). A mí sí me parece muy enriquecedor que haya tantas buenas versiones de las sonatas para piano de Beethoven, y así poder decir después de haber comparado las más sobresalientes, que prefiero el Beethoven de Backhaus al Beethoven de Gould o al Beethoven de Ashkenazy, pero no sé hasta que punto estoy dispuesto a leer las tres mil quinientas páginas de "En busca del tiempo perdido" de Proust multiplicadas por tantas traducciones como existen actualmente de su obra magna, buenas o no tan buenas, neutras o no tan neutras, accesibles o no tan accesibles. Creo que tardaría menos en aprender francés.

22 comentarios:

Whiskey Cooler dijo...

Hola Jose, la verdad es que este problema con las traducciones lo he sufrido más de una vez. Recuerdo cuando decidí leer Moby Dick y no tenía claro que traducción escoger. Al final leí la versión de Jose Mª Valverde y creo que acerté. Respecto a Proust yo leería sin dudarlo la de Carlos Manzano. Pero, ¿realmente merece la pena meterse entre pecho y espalda en busca del tiempo perdido? Hay tantos libros por leer y disponemos de tan poco tiempo que no se si le dedicaría 6 meses o un año de mi vida.

Jose Lorente dijo...

Dicen que sí, pero supongo que tus miedos consisten básicamente en restarle horas de dedicación al Boadas, temores que comparto, todo sea dicho.

Anónimo dijo...

Hola Jose,
En primer lugar, comentarte que el trabajo que hacen el traductor y el intérprete poco tiene que ver. El traductor se ocupa de la palabra escrita, el intérprete de la oral. Precisamente debido a la permanencia de la palabra escrita, un traductor dedica más tiempo a la búsqueda de las equivalencias adecuadas, al intérprete no le queda más remedio que trabajar sobre la marcha (está en la naturaleza de su trabajo, aunque, ni qué decir tiene que será mejor intérprete quién sea más fiel al original, no sólo en el contenido sino también en la forma: el tono, la intención...). En cualquier caso, no debes olvidar que las traducciones se hacen desde un contexto determinado (la lengua original, en una variante concreta, no sólo geográfica sino también temporal... sin entrar a valorar un ambiente social, político, económico... determinados) hacia otro contexto definido (otra lengua, otro país, otras costumbres y formas de entender la vida, otras expectativas...), estas son las preexistencias del proyecto, que lo determinan, no se pueden obviar. Por tanto, no niego que existan malos profesionales de la traducción (como en cualquier otro campo) pero no se puede hacer un juicio de valor legítimo sin la consideración sino de todas, de un amplio número de variables :-)
Me vas a permitir que de a conocer esta entrada a los miembros de APTIC, la asociación de traductores e interpretes catalana, imagino que sus comentarios serán cuando menos interesantes, y espero que constructivos.
Un besazo,
amaia

María José dijo...

Pues a mí me gusta más la traducción de Pedro Salinas (que es además mi poeta preferido) :-)

Anónimo dijo...

Me gusta mucho más el fragmento traducido por Salinas, que tenía fama de riguroso aunque no lo fuera. Me has hecho acordar de Isabel Allende cuando contaba que la despidieron de un trabajo en el que se dedicaba a traducir al español novela romántica...dice que al principio se limitaba a inventarle algún rasgo de audacia a la heroína para que no pareciera tonta de remate porque le daba lástima de aquellas aquellas bobas que eran siempre vírgenes aunque fueran viudads, pero luego le tomaba gusto al asunto y al final la pobre institutriz terminaba traficando con armas en el Congo en vez de en el tálamo nupcial del maduro galán forrado que ingresaba en un convento carmelita ;D

No creo que lo de Salinas llegue a tanto.

Un abrazo grande que me alegro mucho de verte.

Un abrazo muy grande

Jose Lorente dijo...

Amaia, gracias por divulgar la entrada en un sector que tanto tiene que decir al respecto. Esperamos sus comentarios que sin duda serán interesantísimos y nos ayudarán a comprender esta compleja actividad.
Es evidente que traducción e interpretación son tareas distintas, pero algo tendrán en común cuando comparten asociación (APTIC has dicho que se llamaba ¿no?). En la entrada me interesaba asemejarlos para significar que ambos se dedican a descifrar un código que resulta desconocido al lector o al oyente. Esto era para mí lo relevante en el contexto de mi reflexión, independientemente de que ese código se transmita oralmente o por escrito, pero por supuesto soy consciente de las diferencias entre ambas tareas.
En cualquier caso esperemos a que se manifiesten los entendidos y aprendamos de ellos. Me alegra que te hayas pasado por aquí y que hayas querido comentar.

María José, ¿por qué "bujía" y no "vela" o "candil"?, ¿por qué "cerrábanse mis ojos" y no "los ojos se me cerraban"?, ¿por qué "presto" y no "deprisa"?, ¿por qué "despertábame" y no "me despertaba"? A mí el lenguaje utilizado por Pedro Salinas en su traducción de Proust me parece lleno de arcaísmos, incluso para la fecha en que fue escrita, y eso que también lo considero un grandísimo poeta. Pero yo quiero leer a Proust, no la lectura de Proust que hace un grandísimo poeta.

Alma, en ti es comprensible: eres poetisa.

Muchas gracias por pasar por aquí y comentar.

Anónimo dijo...

Soy otra traductora, simplemente intervenía para comentar muy brevemente que, desgraciada o afortunadamente, siempre que leas una traducción literaria vas a leer la interpretación de un traductor (que no deja de ser otro lector) del texto. Según lo buen o mal traductor que sea, esa interpretación se acercará más o menos a la impresión que causa el texto original, pero NUNCA va a ser el original. Ahí reside la belleza de nuestro trabajo, querer acercarnos cada vez más al original. Pero me temo que si quieres disfrutar a Proust sin intermediarios, no te va a quedar más remedio que aprender francés... Es así de sencillo y hay que aceptarlo.

Carmen A.

Eastriver dijo...

Me ha gustado mucho este artículo porque la gente no se suele fijar en estas cosas y para mí son muy importantes. Yo también me he pasado horas comparando traducciones y he llegado a algunas conclusiones que, desde luego, tienen un valor únicamente subjetivo. Por ejemplo, que los escritores son malos traductores en general. Parece que la obra tenga que estar a su servicio en lugar de estar ellos al servicio de la claridad y la eficacia narrativas. Hay uno que me gusta mucho como traduce, que es Borges.

Respecto a las traducciones la de Salinas me parece insoportable. Y la de Pintó ha manejado claramente la de Manzano. No digo que sea mala, sino que se ha apoyado en la de Manzano, o al menos me da la sensación.

Si el tema de la traducción en español ya es complicado, ni te quiero contar en catalán. Hay cosas que no soporto, porque además de poner la obra a su servicio la ponen al servicio de la lengua, y ya es la leche.

Sigue contando esas aventuras literarias.

Jose Lorente dijo...

Carmen, es justo lo que imaginaba, pero dicho por una traductora se aclaran las dudas que pudiera haber al respecto. Supongo que traducir un manual de aspiradoras no es tan controvertido. En ese caso el lenguaje es mero código instrumental, como en textos científicos o en la lógica. Pero en el ámbito literario no basta con descifrar y hay que interpretar los matices, las ambigüedades, el sentido... Muchas gracias por tu comentario. Ha sido esclarecedor.

Ramon, si algún mérito se le puede conceder a la traducción de Salinas es que no existía antecedente y, por tanto, la hizo sin referencias. Manzano y Pinto lo tuvieron más fácil (o más complicado aún, vete tú a saber). Hay gente que prefiere traducciones al catalán de textos en francés, quizás yo esté entre ellos por pensar que son idiomas con sintaxis y musicalidades más próximas, pero está claro que la literatura no puede estar al servicio de la lengua, sino todo lo contrario. Y si sucede al revés ya no es literatura sino instrumento (en este caso propagandístico), de esos que se pueden descifrar como mero código. Muchas gracias por pasar por aquí y comentar.

Alejandra dijo...

Hola, José
Amaia ha pasado el artículo a la lista de Aptic, donde lo he leído.
Coincido con Carmen en que el traductor es un lector y su texto es la versión en otra lengua de su propia lectura.
A ti te sorprende que las traducciones sean distintas, pero ¿acaso podrían ser iguales?
¿Acaso podrías decir que tú mismo haces ahora la misma lectura de un texto que leíste hace diez años?
No basta con leer las traducciones para determinar cuál es mejor: habría que leer también el texto original y decidir, en cada caso, qué traducción transmite mejor lo que quiso decir el autor, suponiendo que eso se pueda saber. Por eso, lo mejor es leer el texto traducido y sentir si te hace vibrar. Si es así, cree en la calidad de la traducción.
Gracias por tu interés en nuestra profesión.
Saludos cordiales,
Alejandra

Anónimo dijo...

Hola. Yo también soy traductora y me sumo totalmente a lo que ha dicho Carmen.
Un traductor aporta no solo un conocimiento que podíamos llamar aséptico de los idiomas en los que trabaja, sino también su conocimiento integral en relación a referencias culturales, bagaje intelectual y emocional y todo lo demás que va unido a una lengua que se conoce y se utiliza a fondo.
No hacemos milagros y traducir no es nunca, ni lo será, cambiar una palabra (o una frase) de un idioma por otra de otro idioma.
Si puedes leer en inglés te recomiendo un artículo que escribió Michael Cunningham en el New York Times titulado "Found in Translation"
http://www.nytimes.com/2010/10/03/opinion/03cunningham.html?pagewanted=all
en donde habla de la traducción desde el punto de vista de un escritor. Según él cualquier obra de un escritor es en sí misma una traducción de la obra que nació y se desarrolló en su cabeza; esta obra primigenia que él describe como "una catedral hecha de fuego" se traduce en un libro que incluso si es bueno, para el escritor nunca es lo mismo que su catedral hecha de fuego.
Los traductores recreamos los textos que traducimos siguiendo nuestro mejor criterio (y algunas o bastantes sugerencias externas de quien nos encargue la traducción) e intentando ser lo más fiel posible al texto original. Pero la fidelidad es un
concepto que puede ser poco claro (especialmente si se mira con lupa) y que admite interpretaciones. Luego, por supuesto, como en todo hay buenos y malos traductores.
Cruz

Carlos dijo...

Bueno, como parece que la Escuela de Traductores e Interpretes se ha colado por aquí y sus opiniones tienen mucho más rigor que el de un simple y dependiente lector, poco puedo añadir. Y sin embargo...a mi también me chirría la de Salinas.
Mi admiración por los traductores, entre los cuales tengo a algunos héroes venerados como Francisco Torres Oliver o Mauro Armiño. Su tarea transmisora es enorme y por ello cuando te encuentras con una mala o chocante traducción, dan ganas de lanzar el libro por la ventana.
No comparto con Ramon su admiración por el Borges traductor (no confundir con el admirable Borges difusor de libros). Las traducciones argentinas de aquella época, abrieron paso al conocimiento de muchos autores que hubieran pasado desapercibidos, pero si has tenido la oportunidad de leer alguna de ellas podrás comprobar que en muchos casos hace una serie de recortes (frases y párrafos enteros) que desvirtúan la integridad de la obra. A Cortázar, enorme en su traducción de Poe, le pasó lo mismo con su traducción de "Robinson Crusoe", donde sacó la tijera de manera flagrante.
El problema de muchas traducciones actuales es el tiempo de entrega que repercute en exceso en el trabajo final. Y, aunque sea polémico, la profesionalidad con la que se emprende la labor. Entiendo que una traducción necesita necesariamente una implicación en la obra y el autor traducido, una investigación previa y un conocimiento sobre temas y géneros que en muchas ocasiones, debido a la anterior premisa, no se da. Si admiro mucho más a esos dos traductores citados (y a otros muchos) es porque sí cumplen con esa afinidad hacia la obra traducida. Pero bueno, me voy de tema y no pretendo crear ninguna polémica.
Un abrazo Jose y ya nos comentarás la continuación.
P.D. Por cierto. ¿Ya sabes que Valdemar publicó esta traducción completa con Mauro Armiño (premio Nacional de traducción por su "Memorias de Casanova")?

Mercedes dijo...

Hola José:
Soy una colega arquitecta reciclada a traductora técnica. Llevo pocos años desde que he comenzado a formarme en esta bellísima profesión, y cuanto más la conozco más admiro el excelente trabajo de los grandes profesionales traductores literarios.
Olvidas que traducir no es únicamente jugar con las palabras de uno y otro idioma, buscando la solución a un puzzle idiomático. El traductor hace de puente entre dos culturas,y cada lengua responde a una determinda forma de pensar y costumbres de un pueblo que también debe conocer el traductor. Éstos impregnan el idioma de matices y giros que no siempre tienen una única traducción.
Y luego está lo que ya se ha comentado: cada traductor tiene su propio lenguaje y vive en una época determinada.
Lo importante efectivamente, es que como ha dicho Alejandra, el texto te haga vibrar.

Bee dijo...

Más arriba comentaba Anónimo que "las traducciones se hacen desde un contexto determinado (la lengua original, en una variante concreta, no sólo geográfica sino también temporal... sin entrar a valorar un ambiente social, político, económico... determinados) hacia otro contexto definido."

Como simple lector, yo creo que hay que añadir otro elemento al debate, y es qué quiere un lector de una traducción.
Así pues, yo creo que lo que un lector puede valorar como malo en una traducción (por ejemplo, el uso de palabras o construcciones "arcaicas"), para otro lector puede ser bueno. Dicho en otras palabras: cuando te acercas a Proust, ¿qué libro quieres leer, o qué lector quieres ser de ese libro? Teniendo en cuenta que cuando Proust escribió ese texto, utilizó palabras y estructuras que ahora parecen arcaicas, pero en ese momento eran (presumiblemente) normales, si tu ideal sería leer al Proust original, deberías optar y valorar las traducciones "tipo Salinas", que ahora te suenan arcaicas.

Por el contrario, otra opción es buscar una traducción con un lenguaje más moderno (que de alguna manera te acercaría más al "lector contemporáneo de Proust", en el sentido que no tendría dificultades o incomodidades para entender lo que lee), sería cómo no leer al Proust original, sino una adaptación a un francés actual (como podría ser una versión para estudiantes de secundaria, para entendernos).

Yo creo que son dos opciones igualmente legítimas y, por tanto, ambos tipos de traducciones son igual de "buenas" en principio, según lo que se busque.

¿Preferís leer el Quijote en su versión original o en una modernizada? Pues eso.

Bee dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Francisco López Martín dijo...

José, he descubierto tu blog por un enlace enviado por una colega a una lista de traducción.

A mí, como amirador de Proust, traductor y melómano, me pasa lo contrario que a ti. Me encantaría que hubiera no ya tres traducciones al castellano de "Á la recherche...", sino muchas más. Por recuperar el tema de un texto anterior de tu blog, sería muy empobrecedor que sólo hubiera una versión disponible en el mercado de las sonatas para piano de Brahms, ¿no te parece?

En este sentido, fíjate en la enorme diferencia que existe en la promoción de los discos de música clásica y en la de los libros traducidos. En el primer caso, el nombre de los intérpretes figura en la portada prácticamente siempre, y a un tamaño a veces incluso superior al del autor. En cambio, qué pocas editoriales colocan el nombre del traductor en la portada del libro... cuando, en realidad, su labor se parece mucho.

Pese a la "invisibilidad" a la que casi todas las editoriales siguen sometiendo al traductor, hay lectores "fieles" -como se ha visto en los comentarios a esta entrada- a determinados traductores, cosa que me congratula, porque, como tú mismo has comprobado, la cantidad de decisiones estilísticas que en la traducción hay que tomar justifican la existencia -por desesperante que pueda parecer a primera vista- de muchas traducciones de un mismo texto. Por otro lado, el estilo de Salinas, que a ti te ha parecido muy anticuado, hace en cambio, a juicio de otro gran traductor, Miguel Sáenz, que esa traducción del primer volumen de la obra de Proust -las demás de la edición de Alianza son de una traductora que a mí también me gusta, Consuelo Bergés, en un estilo que ya no es el de Salinas- sea la obra narrativa más bella escrita en castellano en la primera mitad de siglo...

En resumen, es un tema apasionante, que da para muchas reflexiones.

Amaia GÓMEZ dijo...

Interesante hilo el iniciado ¡eh! Creo que este intercambio entre traductores y lectores es mucho más enriquecedor que tratar el tema cada sector por nuestra cuenta :-)
Me vas a perdonar, Jose, que aproveche la ocasión para intentar ponerme en contacto con Mercedes :-)
Mercedes, si me lees, soy la arquitecta y traductora, como tu, que pasó este enlace a la lista de APTIC y Traducción en España y me encantaría que te pusieras en contacto conmigo por lo que pueda suceder a nivel profesional. Mi correo: atico@aticompany.com
Un abrazo Jose,
amaia

Angel Cortés Mora dijo...

José, por cosas como esta, amo y adoro el mundo de la traducción y la interpretación, tan peculiar como sorprendente al mismo tiempo. Saludos de un cartagenero enamorado de esta ciudad trilenaria, tienes buena sangre caballero

Thornton dijo...

Ya te apunté en tu entrada de "En busca..." el nombre de Manzano. Magnífica traducción y bellísima edición.
De las traducciones en general qué te voy a decir que no se haya escrito ya...hasta en El Quijote y hasta en el Thornton club.

Un abrazo.

bilela dijo...

Solo por añadir otra gran referencia teórica a las aportaciones de mis colegas traductor@s: Umberto Eco, ocupado con las palabras en múltiples facetas, dice que traducir es "decir casi lo mismo": http://www.psicofxp.com/forums/literatura.62/124587-umberto-eco-ensayo-sobre-la-traduccion.html
Saludos, y enhorabuena por la estimulante conversación

Jose Lorente dijo...

Ha sido interesantísimo conocer el punto de vista de profesionales de la traducción.

Haré lo posible por comenzar clases de francés cuanto antes.

Muchas gracias a todos por pasar por aquí y comentar, especialmente a Amaia por promover el debate.

Abrazo fuerte.

Ariel dijo...

Yo, por mi parte, prefiero la de Salinas.
En cuanto alos problemas de traducción, quería aportarte dos cosas:
1) El siguiente artículo de Umberto eco: "Aristóteles entre Averroes y Borges". Podés leerlo aquí: http://es.scribd.com/doc/65597848/Eco-Aristoteles-entre-Averroes-y-Borges

2) Una reflexión de Jorge Luis Borges a propósito de una situación similar que a él le sucedía, en su caso respecto de las múltiples traducciones homéricas y su desconocimiento del griego, conjunción que él consideraba una verdadera suerte: El ensayo en cuestión se llama "Las versiones homéricas" y podés leerlo aquí: http://www.lamaquinadeltiempo.com/temas/traducc/borges.htm

Un abrazo.