Llegó puntual y reconoció enseguida la estancia que había sido escenario de tantas veladas compartidas en conversaciones memorables. ¿Algo de beber? Lo que tú tomes. Ya con la copa en la mano se observaron como en un reconocimiento tímido. Siéntate, quiero ponerte algo. Se dirigió al tocadiscos y dejó caer la aguja sobre un vinilo que parecía llevar ahí desde siempre. Inmediatamente reconoció el adagio con el que comienza el primer movimiento de la octava sinfonía. Ocupaba toda la cara del disco, lo sabía, pero aún así permanecieron en silencio escuchando con atención durante esa casi media hora. ¿Has tenido la sensación de caminar entre la desolación del campo de batalla después de la contienda? Con un gesto elocuente dio a entender que las copas estaban vacías y que él se encargaba de reponerlas mientras su anfitrión daba la vuelta al disco. CUALQUIER PALABRA SOBRE LA MÚSICA ES MENOS IMPORTANTE QUE LA MÚSICA MISMA. Antes de que terminara el allegretto habían dado buena cuenta del segundo gintónic, de modo que el tercero ya estaba servido para el comienzo del allegro non troppo, su parte favorita (incluso a pesar del pasaje central de trompeta, caja y platillo que nunca había acabado de entender). Seguían el ritmo de semicorcheas con movimientos de cabeza ágiles y acompasados, mirándose el uno al otro con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en el rostro. El largo comienza sin solución de continuidad tras un fortísimo abrumador al que sucede la calma, calma que aprovechan para apurar sus bebidas. Ha estado bien. Sí, tenemos que repetirlo. Cuando quieras. Cuando quieras, pero no dejemos que pase tanto tiempo.
1 comentario:
Piaccere.
Abrazo.
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