jueves, 26 de noviembre de 2009

Arbolillos fotovoltaicos


Parece ser que los posicionamientos más contestatarios contra el saqueo de los recursos naturales del planeta han sido tomados por los autores de documentales tipo "Home" o "An inconvenient truth", estandartes de la subversión políticamente correcta. Supongo que los conocéis, y si no, se pueden ver gratuitamente en la red. Todos ellos nos lanzan la moralina final que viene a decir que, si somos buenos, sembraremos la superficie de la tierra de generadores eólicos y placas fotovoltaicas. A mí ésta es una estampa que no me satisface en absoluto, más bien todo lo contrario, y que conste que entiendo que tan artificial es un campo de olivos plantado en retícula prefecta de diez por diez como una huerta (así las llaman ellos) de placas solares. Aunque valga también decir que con los campos de olivos hemos convivido miles de años y no parece que vaya a ser posible que suceda lo mismo con estos otros.

¿Por qué nadie habla de cambiar nuestros hábitos, de consumir lo imprescindible, de renunciar a supuestas comodidades que no son más que burdos despilfarros? ¿Por qué parece que sea tan malo decrecer cuando a estas alturas ya somos todos conscientes de que el crecimiento no puede ser sostenible? Supongo que las respuestas tienen mucho que ver con las inercias del capitalismo y de la sociedad de consumo, por no hablar de que a buen seguro es más difícil convencer al personal de que resulta más rentable invertir en educación que en tecnología.

Aunque cada uno de los temas apuntados más arriba daría como para hacer un blog por sí solo, no quiero extenderme demasiado en ninguno de ellos. No hay posibilidad de una militancia fructífera al respecto. Ya reaccionaremos cuando no quede más remedio. Mientras tanto aprovechemos los buenos precios a los que se pueden conseguir las televisiones de plasma y otros artilugios fundamentales para el hombre moderno. Pero una cosa es asumir que los ecologismos que nos quieren vender son puras falacias, y otra es que nos traten directamente de imbéciles con inventos como el de los arbolillos fotovoltáicos de la imagen que ilustra esta entrada. Otros mundos son posibles, pero mucho me temo que ya no estén en éste.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Velocidad de lectura


Esta tarde he cogido al azar una página del Menón de la edición de Gredos y he cronometrado cuánto tardaba en leerla, ya que últimamente me estaba entrando un cierto complejo de lector lento: le dejas a alguien un libro que te ha costado leer dos semanas y él te lo devuelve en tres días, y así varias veces con gente diferente. Me ha salido un promedio de un minuto y medio y he pensado que no estaba nada mal.

He calculado que si el diálogo consta de sesenta páginas debería tardar una hora y media en leerlo: pura aritmética, la misma que usé hace unos días para determinar que tardaría noventa minutos (otra vez una hora y media) en trasladar ciento ochenta bloques de hormigón de la rampa de casa al remolque aparcado en la calle, habiendo comprobado inicialmente que mover dos bloques en ese trayecto me costaba un minuto.

Los seis tomos de Gredos (prescindiendo de los diálogos dudosos, los apócrifos, las cartas y las leyes) cuentan en total con dos mil setecientas páginas. Eso da sesenta y siete horas de lectura. ¡Y fijaos qué curioso! Si quisiéramos escuchar seguidas todas las cantatas religiosas catalogadas de Bach también necesitaríamos aproximadamente sesenta y siete horas.

Con los bloques de hormigón lo clavé: noventa minutitos justos.
Con el Menón me he quedado bastante corto, claro, y es que es evidente lo absurdo de aplicar la misma aritmética en ambos casos.
Y las cantatas de Bach... ¿¿?? ¿Pero qué demonios pintan aquí las cantatas de Bach?

Os aseguro que cuando comencé esta entrada no pensaba que pudiera llegar a buscar relaciones aritméticas entre los diálogos de Platón, las cantatas de Bach, y ciento ochenta bloques de hormigón, pero no hay duda que más disparatado resulta aún, si cabe, ver a un tipo el viernes por la tarde delante del Menón cronometrando lo que tarda en leer cada página.

jueves, 12 de noviembre de 2009

¿Ganarse la vida?


¡Tendrás que ganarte la vida!
¿Pero cómo vas a ganarte la vida?
¡Sí, pero hay que ganarse la vida!


Con el tiempo me voy convenciendo de que la vida es un regalo y que, por tanto, no tenemos que ganárnosla en absoluto. Lo que tenemos que ganarnos es el pan, pero ¿la vida? ¿Estaríais dispuestos a entregarla sólo para garantizar que vais a tener el estómago lleno? Parece un precio demasiado alto cuando basta con mirar alrededor para ver pudrirse los frutos en los árboles. Lo que hay que hacer con la vida es usarla y disfrutarla, ya que nos ha sido dada y no me consta que nada ni nadie nos haya pedido nada a cambio por ella.

martes, 3 de noviembre de 2009

Salió por fin de la cabina


No quiero que lo veáis como una forma poco optimista de entender la existencia, pero me viene a la mente el sombrío pensamiento de que ayer por fin José Luis López Vázquez salió de la cabina.

Tendré que atribuírselo al enorme impacto que causó en mí el cortometraje para TV de Antonio Mercero ("La cabina" (1972), como diría él: parábola abierta a todo tipo de interpretaciones según la sensibilidad de cada uno), más que a la biografía de su genial intérprete, como todos sabemos, de una vitalidad admirable.

En cualquier caso, descanse en paz y gracias por todo.