viernes, 21 de diciembre de 2012

Cuestión de resistencia


Seguimos aguantando, aunque sea sacando al maratoniano que llevamos dentro.
Y que no decaiga, que aún no hemos pasado la media.
Felices fiestas y feliz año 2013.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Quien ríe al final


Siempre se ha dicho que quien ríe el último ríe mejor, pero aún puede pasar mucho tiempo entre esas últimas risas y el final: interminables días de soledad y silencio en los que se va desvaneciendo poco a poco el recuerdo de épocas mejores.

Así, prefiero pensar que reiré al final y no siendo el último, pues los míos se quedan doblados de la risa por una postrera ocurrencia brillante, y no lamentando el ocaso pútrido de quien fue olvidado mucho tiempo atrás.

Semana durilla para nuestros viejos. No estaría mal tratar de sacarles al menos una sonrisa por cada cien que lo intentamos con nuestros peques. Ellos ya pagaron por adelantado cualquier esfuerzo que ahora hagamos en ese sentido.

martes, 13 de noviembre de 2012

Salvar el desnivel entre plantas


Cuando uno piensa a qué dedicarse, es inevitable vincular la vocación con una cierta forma de estar en el mundo y de intervenir en él para mejorarlo. La arquitectura parece una actividad propicia en este sentido.

Pero seguramente es la escritura la que nos permite hacerlo con mayor inmediatez, puesto que ayuda a ordenar lo que pensamos, y el mundo tal como lo conocemos sólo se concibe en la medida en que puede ser pensado.

Pero si hay algo en lo que los arquitectos destacan por encima de los demás artesanos del ingenio es en ser capaces de imaginar y diseñar la forma material con que salvar un desnivel entre plantas. He visto a gente inteligente hacerse grandes líos con este tema tan pueril. Seguramente no lo sea tanto. Quizás sea que a mí me gustan demasiado, especialmente sin barandillas. Tendría que pensar en escribir sobre ello.

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Me parece ingrato homenajear a los personajes célebres que se admira sólo después de su fallecimiento, si bien es cierto que no son tantos los que siguen vivos. Niemeyer mejora de su afección renal a los 104 años. Dale Óscar, para ti proyectar una escalera sí que es un juego de niños que resuelves de un solo trazo con un gesto rápido sobre el papel. ¡Y en diciembre 105!

lunes, 5 de noviembre de 2012

La libertad no puede ser el premio


Si la libertad que ahora nos ofrecen
fuera realmente aquello con que premiarnos,

la libertad entonces perdida
no sería más que el precio al que nos vendimos,
...por nada.

La libertad no puede ser el premio.
La libertad no debería ser nunca el precio.

viernes, 2 de noviembre de 2012

¡No trates de agarrarlo!


                                                             Siéntelo correr.
                                         Goza de ver cómo pasa.
                                                  Deja que empape tus manos.
                                              Que te refresque.
                                                                   O que te limpie.
                                                             Quizás también se deje acariciar.
                                                    Pero no trates de agarrarlo.

jueves, 25 de octubre de 2012

Todo sigue tranquilo, Chusé Izuel (1994)


Buscar libros puede ser una aventura fascinante, desde el momento que alguien nos descubre su existencia y nos despierta el interés por ellos hasta que por fin los tenemos en nuestras manos, y cuanto más difícil resulta encontrarlos en mayor medida aumenta el deseo de conseguirlos.

En mi caso con "Todo sigue tranquilo" de Chusé Izuel esta búsqueda ha llegado a la obsesión. No sé cuántas copias se imprimieron el 12 de mayo de 1994 en Fernández Ciudad, S.L. para Ediciones Libertarias, pero son muy pocas las que corren por librerías de segunda mano y bibliotecas. El libro está descatalogado, por supuesto, y no hay rastro de él en los portales especializados de internet. Sí os puedo decir el número exacto de ejemplares disponibles en las bibliotecas estatales: cinco; uno en Zaragoza (por tratarse de un escritor aragonés forma parte de su fondo excluido de préstamo), otro en Torrevieja y tres más en las bibliotecas públicas de Castilla y León, uno de los cuales está en la de Segovia. Este es el ejemplar que he conseguido a través de un préstamo interbibliotecario cuyas vicisitudes os ahorraré aunque supongo ya os imagináis que no ha sido ni mucho menos inmediato.

Chusé Izuel tenía 24 años cuando saltó por la ventana de su piso en la Calle Borrell de Barcelona. Unos días antes envió por correo a la chica que lo había abandonado tiempo atrás los dieciséis relatos que forman el libro. Dos años después sus amigos y compañeros de piso en el momento de su muerte, Bizén Ibarra y Félix Romeo, se encargaron de editarlos. Catorce años después se publica "Amarillo" de Félix Romeo, novela sobre Chusé Izuel y el crimen perfecto. Sobre la memoria, sobre la imposibilidad de recordar. Sobre la imposibilidad de escribir libros sobre la vida que fueran reales. Sobre las cuatro cosas que recordaba de él y, sobre todo, sobre las mil cosas que ignoraba y quería seguir ignorando (texto de la contraportada, contextualizado).

Yo llegué a "Amarillo" poco después de la muerte de Félix Romeo por una entrada que le dedicó Jesús Cánovas en su blog POSTRIZINY justo al día siguiente. Página muy recomendable en la que lamentablemente no hemos podido leer nada nuevo desde entonces. Sin embargo Félix sigue publicando ("Noche de los enamorados", novela póstuma, y "Todos los besos del mundo", selección de cuentos, ambos en 2012), y se le reedita ("Dibujos animados", 1994 y "Discoteque", 2001, en Compactos Anagrama). Quizás se reedite pronto también el libro de Chusé Izuel, aunque tengo mis dudas. Hasta que ese momento llegue, si es que llega, os lo dejo aquí para ahorraros la búsqueda, pero os recomiendo que no os ahorréis el itinerario que yo seguí hasta interesarme por él si queréis disfrutar de su lectura.

jueves, 18 de octubre de 2012

El Bosc


No es una película de marcianos, ni de extraterrestres. Me cuesta incluso emparentarla con lo fantástico, pero claro, en los tiempos que corren hablar de gente que puede cambiar para bien es difícil fuera del género de lo sobrenatural. Y la historia hace precisamente eso: abrir una puerta a un ámbito del que se vuelve mejorado sin mostrar en ningún momento ese otro mundo utópico. Los cambios los apreciamos de vuelta a la realidad, narrados con un naturalismo y un verismo ejemplares, porque a veces no se trata tanto de que las historias sean verídicas, sino verosímiles.

Recuerdo que el relato original no me impresionó tanto. Lo leí hace un par de veranos en Torre del Compte, en el volumen Les edats d'or (2001) que me había regalado mi vecino y amigo Manel, padre del escritor. Aunque me gusta mucho más su literatura breve que las novelas publicadas hasta entonces (La pell freda en 2002 y Pandora al Congo en 2005), este cuento en concreto no me llamó especialmente la atención. Sin embargo el guión del propio autor para la película de Óscar Aibar es magnífico. En la adaptación cinematográfica, director y guionista han sabido encontrar el formato idóneo para contar esta historia.

Me ilusioné mucho al leer la noticia de que iban a hacer una película en el Matarraña basada en el cuento "El Bosc" de Albert Sánchez Piñol y que se estaban buscando localizaciones por la comarca. Con familiares y amigos de la zona especulábamos sobre cuáles tenían más posibilidades de ser las escogidas: el Puigdoliva, los Povets, les Boldones, márgenes de la val de la Figuera, bosques de pino carrasco que se extienden por todo el término municipal. Pero supuestamente la logística que requería la filmación sobrepasaba en mucho los recursos que podían ofrecer los pequeños pueblos turolenses del Matarraña. Finalmente se rodó en su mayoría en Vila-Rodona (la masía) y Arnes (el pueblo), ambos en Tarragona, el primero en el Alt Camp y el segundo, muy semejante a las villas matarrañenses (no por casualidad, pues se trata del último municipio antes de entrar en Teruel), en la Terra Alta, y alguna escena en La Fresneda (la iglesia), este sí en la comarca bajoaragonesa. Es curioso que en 1996 sí se pudiera rodar "Libertarias" en Calaceite y La Fresneda. Quizás Vicente Aranda tuvo entonces más dinero para pagar desplazamientos, pero en esta ocasión es una pena que no se haya podido rodar en los lugares donde se desarrolla la acción. Sospecho que la razones van más allá de lo meramente logístico.

Al margen de esta pequeña desilusión, lo de las localizaciones es un tema menor, ya que la película es un tributo al Matarraña, un homenaje a sus gentes, a sus costumbres, a sus oficios, a su arquitectura, a sus fiestas, a su historia, a su tierra, a sus tradiciones, a su cultura y a su lengua. Comarca con nombre de río, limítrofe con Cataluña, en la que se habla un catalán antiguo con un léxico muy rico de influencias valencianas y aragonesas, el cual refuerza el carácter tan especial de los personajes. Un idioma anguloso que casa a la perfección con las rocas ancestrales y los olivos retorcidos de sus paisajes, con las inclemencias de su clima y la severidad de sus campos, la fortaleza de carácter de sus habitantes y  los vaivenes de su historia. Este retrato se consigue gracias a una dirección artística sobresaliente y a un enorme trabajo (y sobre todo talento) en la dirección de los actores y en la interpretación.

Pero si hay algo que destaca por encima de todo lo demás es el guión del propio Albert Sánchez Piñol. Espero que se haga justicia con esta película y el autor llegue a ser más conocido por haber escrito el relato en que está basada y como guionista de la misma, que como el autor de La pell freda que tanta fama le ha dado. Por eso confío en que la cinta trascienda más allá del género fantástico en que ya la están encasillando algunos críticos. Yo tuve la suerte de verla el viernes pasado en su presentación en el Festival de Cine Fantástico de Sitges. Vosotros podréis hacerlo a partir del próximo 14 de diciembre, pero no esperéis otra de marcianos y guerra civil, ni recreaciones espectaculares de mundos imaginarios; vedla simplemente con el ánimo del que prefiere lo creíble a lo verdadero.

viernes, 21 de septiembre de 2012

No hicimos nada por leerlo


Todo estaba escrito, especialmente sobre gustos, pero no hicimos nada por leerlo.
Incluso habiéndolo leído, no hicimos nada por entenderlo.
Incluso habiéndolo entendido, no hicimos nada.

Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento, sea que, suprimiendo los ocios y los placeres humanos, se fomente en ellos un gusto por el trabajo tan violento como la pasión de la guerra entre las razas bárbaras.

Quizás Adriano no pudo presagiar entonces que la alienación del individuo actual no se produciría sobre el trabajo, sino sobre el ocio, carente este ya por completo de placer para el ser humano (esa capacidad plena de goce y disfrute) porque el exceso lo insensibilizaría.

Esclavos del trabajo o esclavos del ocio. ¡Qué más da!
Máquinas estúpidas y satisfechas en cualquier caso.

Así lo escribió Marguerite Yourcenar en 1951.
Así lo leímos en la traducción de Cortázar de 1954.
Así lo entendimos... ¿y otra vez nada?

Sirva al menos para alguna que otra tertulia entre simpatizantes de la resistencia.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Tenía que oírse & ¿Por qué Lohengrin?


Tenía que oírse

"El gran dictador" fue la primera película hablada (que no sonora) de Chaplin. Comenzó a escribirla en 1937, cuando aún no había comenzado la segunda guerra mundial y, por supuesto, mucho antes de que se tuviera noticia de las intenciones genocidas del nazismo (los campos de exterminio no empezaron a funcionar de forma sistemática hasta 1941). Pero ya había dictadores en Europa que contaban con un enorme respaldo popular, y a esos regímenes totalitarios quería dirigirse con voz alta y clara, por si acaso no comprendían las sutilezas gestuales del payaso mudo. Recibió muchas presiones para que abandonara su proyecto, pero él siguió adelante financiándola íntegramente de su bolsillo y, a pesar de las dificultades, la película se estrenó el 15 de octubre de 1940 en Nueva York y el 16 de diciembre en Londres. En Italia lo hizo en 1946, más de un año después de la muerte de Benzino Napolini (perdón, Benito Mussolini). En Alemania no lo haría hasta 1958, aunque formaba parte de la filmoteca particular de Hitler que reconoció haberla visto en más de una ocasión. Y en España ("Ma in Ispagna..." que cantaría Leporello) hasta 1976 tras la muerte de Francisco Franco.

La película está llena de escenas inolvidables, muchas de las cuales no dejan de ser nuevos gags de Charlot: la bomba giratoria que persigue al torpe soldado; el vuelo invertido en avioneta con el reloj y el agua de la cantimplora desafiando la gravedad; el barbero afeitando al ritmo de la danza húngara; los sartenazos a las fuerzas de asalto; el baile del dictador con el globo terráqueo; el sorteo con las monedas en los puddings, sin duda mi favorita. Pero el vagabundo tenía mucho que decir y Chaplin quiso que se le oyera en el alegato final de la película. Supongo que fue esta escena la que lo impulsó a decidirse por el formato hablado. Lástima que no se le hiciera demasiado caso, y digo "hiciera" cuando podría haber dicho perfectamente "haya hecho", pues me da la impresión de que muy pocos desde entonces y hasta ahora han escuchado con la debida atención.

El discurso puede encontrarse en innumerables páginas de la red en todos los formatos, pero lo transcribo a continuación por el placer de releerlo al escribirlo y porque sigue vigente en el contexto actual, sometidos como estamos al totalitarismo de los mercados; ahora que el ejercicio de la violencia ya no es exclusividad de los ejércitos sino de las estructuras económicas de una sociedad de consumo que ha optado por un tipo de asfixia que no deja rastro de sangre; cuando seguimos subrayando con tinta indeleble y punta afilada los límites territoriales y nacionales; y aunque ya conozcamos las dos caras del progreso y lo confundamos demasiado a menudo con el crecimiento, confiando aún ciegamente en él como la máxima, si no única, manifestación de la inteligencia humana y de su avance hacia alguna meta aún por definir.

Pero ya puestos, permitidme cambiar a San Lucas por Nietzsche y al reino de Dios por la voluntad de poder, manías de agnóstico que me concedo digamos que por ser yo el que suscribe. Y el último párrafo lo dejo sólo por fidelidad al texto original, pues no tengo tan claro que las nubes fueran a desaparecer ni entonces ni ahora, ni que estemos saliendo de la oscuridad y penetrando en la luz ni ahora ni entonces, ni que el mundo al que nos dirigimos sea más amable. Tampoco lo fue para Chaplin después de su película, pero había que lanzar un mensaje de esperanza, ya fuera por poner un digno colofón al intenso humanismo que destila cada palabra o por tratar de recuperar en taquilla el dinero invertido.


Lo siento, pero no quiero ser emperador. Eso no me va. No quiero gobernar o conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todo el mundo, si fuera posible: a judíos y gentiles; a negros y blancos. Todos queremos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos son así. Queremos vivir para la felicidad y no para la miseria ajena. No queremos odiarnos y despreciarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede proveer a todos.

El camino de la vida puede ser libre y bello; pero hemos perdido ese camino. La avaricia ha envenenado las almas de los hombres, ha levantado en el mundo barricadas de odio, nos ha llevado a la miseria y a la matanza. Hemos aumentado la velocidad pero nos hemos encerrado nosotros mismos dentro de ella. La maquinaria, que proporciona abundancia, nos ha dejado en la indigencia. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y faltos de sentimientos. Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que maquinaria, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos amabilidad y cortesía. Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se perderá.

El avión y la radio nos han aproximado más. La verdadera naturaleza de estos adelantos clama por la bondad en el hombre, clama por la fraternidad universal, por la unidad de todos nosotros. Incluso ahora, mi voz está llegando a millones de seres de todo el mundo, a millones de hombres, mujeres y niños desesperados, víctimas de un sistema que tortura a los hombres y encarcela a personas inocentes. A aquellos que puedan oírme, les digo: “No desesperéis”.

La desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que arrebataron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá jamás.

¡Soldados! ¡No os entreguéis a esos bestias, que os desprecian, que os esclavizan, que gobiernan vuestras vidas; diciéndoos qué hacer, qué pensar o qué sentir! Que os obligan ha hacer la instrucción, que os mal alimentan, que os tratan como a ganado y os utilizan como carne de cañón. ¡No os entreguéis a esos hombres desnaturalizados, a esos hombres-máquina con inteligencia y corazones de máquina! ¡Vosotros no sois máquinas! ¡Sois hombres! ¡Con el amor de la humanidad en vuestros corazones! ¡No odiéis! ¡Sólo aquellos que no son amados odian, los que no son amados y los desnaturalizados!

¡Soldados! ¡No luchéis por la esclavitud! ¡Luchad por la libertad!

En el capítulo diecisiete de san Lucas está escrito que el reino de Dios se halla dentro del hombre, ¡no de un hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres! ¡En vosotros! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder, el poder de crear máquinas. ¡El poder de crear felicidad! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura. Por tanto, en nombre de la democracia, empleemos ese poder, unámonos todos. Lucharemos por un mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y a los ancianos seguridad.

Prometiéndoos todo esto, las bestias han subido al poder. Pero mienten No han cumplido esa promesa. ¡Ni la cumplirán! Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo. Ahora, unámonos para liberar el mundo, para terminar con las barreras nacionales, para terminar con la codicia, con el odio y con la intolerancia. Luchemos por un mundo de la razón, un mundo en el que la ciencia y el progreso lleven la felicidad a todos nosotros. ¡Soldados, en nombre de la democracia, unámonos!

Hannah, ¿puedes oírme? Dondequiera que estés, alza los ojos. ¡Mira, Hannah! ¡Las nubes están desapareciendo! El sol se está abriendo paso a través de ellas. Estamos saliendo de la oscuridad y penetrando en la luz. ¡Estamos entrando en un mundo nuevo, un mundo más amable, donde los hombres se elevarán sobre su avaricia, su odio y su brutalidad! ¡Mira, Hannah! ¡Han dado alas al alma del hombre y, por fin, empieza a volar! ¡Vuela hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza! ¡Alza los ojos, Hannah! ¡Alza los ojos! 

¿Por qué Lohengrin?

Chaplin escribió la música de la mayoría de sus grandes películas, en origen o más tarde para los reestrenos, y hay que reconocer que algunas de esas composiciones son memorables: La quimera del oro, El circo, Luces de ciudad, Tiempos modernos, Candilejas, todas ellas de un lirismo conmovedor. Sin embargo, en la escena del baile del dictador con el globo terráqueo suena el preludio del primer acto de Lohengrin de Richard Wagner. La controversia está servida para que entren en acción opinadores tendenciosos y malintencionados: Wagner el antisemita, ídolo de los nazis, y Chaplin que quiso hacer referencia a este aspecto citándolo en su caricatura de Hitler en pleno arrebato de megalomanía. Pero fijémonos en que el mismo preludio vuelve a sonar al final del discurso, cuando Hannah escucha las palabras esperanzadoras del barbero judío. Se trata de una escena completamente distinta, pero la música es la misma y funciona. Y si funciona es porque nos encontramos ante una melodía sublime, aunque mera música que, como tal, es absolutamente imparcial. El arte tan excelso ni toma partido ni es instrumento, son los perversos los que lo utilizan maléficamente haciendo asociaciones que nada tienen que ver con la creación de esas obras ni la motivación de sus autores. Así que, tratando de responder a la pregunta de por qué Lohengrin, me atrevería a decir que simplemente porque es una melodía hermosísima y a Chaplin le gustaba y creyó que acompañaba perfectamente las imágenes de ambas escenas. Las afinidades estéticas no emparientan necesariamente a quienes las profesan. Genio y genocida pueden compartir idolatrías y no por ello convergen sus personalidades, ni los ídolos son más geniales o más monstruosos en función de quien los admire.

Termino con una curiosidad: la partitura original de Lohengrin, perteneciente a Hitler, ardió con él en el búnker de la Cancillería de Berlín en 1945, pero por más que algún avispado detractor de Wagner se empeñe en demostrármelo, nunca llegaré a creer que Chaplin montó la escena en 1940 augurando semejante desenlace.

lunes, 10 de septiembre de 2012

A simple vista


Hay gente que pretende encontrar la felicidad en las pequeñas cosas. Me los imagino escudriñando con sus lupas, apartando lo esencial para hurgar en lo accesorio. Pobres necios. Se darán de bruces contra ella y pasarán de largo sin haberse percatado ni tan siquiera de su existencia.

Porque aquello que puede hacernos felices es siempre gigantesco, fácilmente reconocible y accesible. Normalmente basta con alargar un brazo para asirlo con nuestras propias manos, incluso la mayoría de las veces no tenemos más que dejarnos abrazar sin oponer resistencia.

Pero no quisiera aguarles la fiesta a esos infelices: que sigan ocupados en la minuciosa búsqueda de lo minúsculo, gozando de sus exploraciones al infinito microscópico, deleitándose en la expectativa de capturar miniaturas. Ya nos encargaremos nosotros de lo grandioso, de proclamar su vastedad y de reivindicar la enormidad de todo lo mayúsculo que tenemos al alcance, justo a nuestro lado y apreciable a simple vista.


miércoles, 18 de julio de 2012

Yo fui sumiso



Hace ya unos cuantos años pero no tantísimos, digamos que a mis veintialgunos, si te negabas a realizar el servicio militar obligatorio o cualquier otro tipo de prestación civil que lo sustituyera, estabas cometiendo un delito y te podía caer pena de cárcel.

Yo me sometí.
Yo me subordiné.
Yo acaté.

Me dejé subyugar.
Fui domado.
Obedecí.

Muchos optaron por trabajos sociales, lo que significaba una forma de sometimiento suavizada, pero yo pertenezco a esa selecta minoría que a mediados de los 90 escogieron voluntariamente el “a sus órdenes”. ¡Qué asco me da recordar las caras de los tipos miserables ante los que he tenido que inclinar la testuz! Y podría excusarme de mil maneras, pero ninguna de ellas me sirve hoy para justificar que alguien que ama tanto la vida y la libertad como yo siempre he amado decida libremente humillarse de forma tan indigna, claudicar ante semejante bazofia, ser partícipe con esa escoria inmunda. Así que la única lectura posible de aquello es que me sometí, me subordiné, acaté, me dejé subyugar, fui domado y obedecí.

Por supuesto que no fue grato, lo sufrí muy hondamente, pero lo elegí habiendo otras opciones, y aunque mis circunstancias personales (académicas especialmente) y parte de mi entorno más próximo me empujaban a ello, nadie me coaccionó más allá de lo que una psique bien formada (aunque seguramente aún inmadura) pueda soportar.

Unos pocos que no obedecieron acabaron entre rejas acusados de insumisión. Gente que amaba la vida y la libertad no necesariamente menos de lo que yo siempre he amado, pero que además no estaban dispuestos a someterse, a subordinarse, a acatar en silencio, a dejarse subyugar, a ser domados, a obedecer ciegamente. Hoy la insumisión no está tipificada como delito: ya no hay servicio militar obligatorio ni prestación social sustitutoria que negarse a cumplir, y la palabra cobra un valor al alza muy distinto al de entonces, aunque muy lejos aún del que merece por respeto a su admirable semántica.

Siempre he tratado de convivir de la mejor forma posible con mis defectos y que estos no resultaran una carga excesivamente pesada, pero mi sumisión de entonces es un peso difícil de manejar incluso hoy, habiendo pasado tanto tiempo, aunque no tantísimo, digamos que casi una mayoría de edad. Ahora entiendo perfectamente que la insumisión era la única opción digna posible, igual que lo es en los tiempos que corren, en acepción ligeramente matizada, claro.

Y de ese maridaje al que aspiro entre mi actual existencia y las equivocaciones que he ido coleccionando, trato de extraer las enseñanzas que siempre suceden a los errores cometidos. Así, si un día me sometí, ya no me someto ni me someteré jamás, ni me subordino ni me subordinaré, ni acataré nunca en silencio, ni seré domado, ni obedeceré ciegamente, ni me dejo ni dejaré subyugar por nada ni por nadie.

Palabra de cabo furriel. ¿Ha oído usted bien, Sr. Lorente? …sus ordenes mi subtinente… ¿¡Cómo dice!? ¡¡A SUS ÓRDENES MI SUBTENIENTE!!

¡¡¡Puaj!!!

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Esta entrada quiere ser un homenaje a Félix Romeo Pescador, escritor zaragozano fallecido en 2011 a los 43 años de edad, uno y medio de los cuales pasó encarcelado en la prisión de Torrero cumpliendo condena por insumiso, por no someterse, por no subordinarse, por no acatar un imperativo estúpido, por no permitir que lo domaran, por no obedecer un mandamiento absurdo, por no dejarse subyugar. Demasiado tiempo si consideramos su muerte tan prematura incluso para una biografía dilatada e intensa como la suya, pero sobre todo demasiado tiempo para quien amaba la vida y la libertad tanto como él siempre amó. Demasiado tiempo en cualquier caso. Demasiado tiempo en todos los casos. Demasiado tiempo siempre. No puedo dejar de recomendar “Noche de los enamorados”, su novela póstuma publicada recientemente por Mondadori. Una joya, a la altura de “Amarillo” (Plot, 2008).  Pieles sensibles absténganse de explorar el resto de su producción novelística.

Descanse en paz y gracias por todo.

jueves, 21 de junio de 2012

Tratando de desmitificar una cita


La información no es conocimiento.
El conocimiento no es sabiduría.
La sabiduría no es la verdad.
La verdad no es la belleza.
La belleza no es amor.
El amor no es música.


La música es lo mejor.


Frank Zappa
Joe's Garage, 1979

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La información no es conocimiento pero podría serlo.
El conocimiento no es sabiduría pero podría serlo.
La sabiduría no es verdad pero podría serlo.
La verdad no es belleza pero podría serlo.
La belleza no es amor pero podría serlo.
El amor no es música pero podría serlo.


No sé si la música es lo mejor, pero me cuesta imaginar cómo podría no serlo.


¡Feliz día de la música!

martes, 12 de junio de 2012

Un argumento dualista


Siempre me he considerado un antidualista: así, hasta hace poco, toda mi vida he pensado que cuerpo y alma formaban un único ser indisociable. Pero recientemente he visto como mi masa corporal se ha reducido en un quince por ciento sin que el alma, aparentemente, sufriera mengua semejante. Esta circunstancia me obliga a reconsiderar esos principios y plantearme una doble existencia en la que lo espiritual y lo sensible permanezcan escindidos.

Si alguien desea aportar argumentos en contra, estoy dispuesto a dejarme convencer con facilidad.

lunes, 4 de junio de 2012

Ni incondicional ni eterno


No espero que os motivéis tanto como yo, pues entiendo que son muchos y muy buenos los proyectos que os ocupan, pero tampoco penséis que el entusiasmo con el que yo me tomo algunos de los míos es incondicional y eterno. Estoy cada vez más convencido de que esto no es un trabajo en equipo: tal vez, a ratos, en pareja; y quizás, también, en ocasiones, con ese amigo que te enseña a gestionar los estados melancólicos, a sacar provecho de la nostalgia y a recuperar el llanto como liberador de emociones mal contenidas.

martes, 22 de mayo de 2012

Perdido en la traducción


No he podido con Pedro Salinas, pero sigo con Proust.

Una amiga me advirtió de los peligros de la vieja edición de Alianza y enseguida comencé a atascarme en sus arcaísmos y en el estilo antiguo que rezumaba cada una de sus frases. Me fui a la librería La Central una tarde y pasé más de una hora comparando el primer párrafo en la traducción de Salinas con la de Carlos Manzano y con la de Josep Maria Pinto en catalán. Las transcribo a continuación para que comparéis vosotros también.

Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: "Ya me duermo". Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque pensaba que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra.
(Traducción de Pedro Salinas, 1917)

Durante mucho tiempo, me acosté temprano. A veces, nada más apagar la vela, los ojos se me cerraban tan deprisa, que no tenía tiempo de decirme: "Me duermo". Y, media hora después, al pensar que ya era hora de buscar el sueño, me despertaba; quería dejar el volumen que creía tener aún en las manos y apagar de un soplo la luz; mientras dormía, no había cesado de reflexionar sobre lo que acababa de leer, pero esas reflexiones habían cobrado un cariz algo particular; me parecía que era yo mismo aquello de lo que hablaba la obra.
(Traducción de Carlos Manzano, 1999)

Durant molt de temps me'n vaig anar a dormir d'hora. De vegades, tot just apagada l'espelma, els ulls se'm tancaven tan de pressa que no tenia temps de dir-me:"M'estic adormint". I, mitja hora més tard, em desvetllava la pensada que ja era l'hora de buscar el son; volia desar el llibre que creia tenir entre les mans i bufar el llum; mentre dormia no havia deixat de reflexionar sobre el que acabava de llegir, però aquestes reflexions havien agafat un tomb una mica particular; em semblava que jo mateix era allò de què parlava l'obra.
(Traducción de Josep María Pintó, 2009)

Me entró un desasosiego terrible. ¡Cómo es posible que fueran tan diferentes!

Con una pieza musical el melómano puede permitirse (es más, es muy recomendable, por no decir obligado, que así sea) escuchar varias interpretaciones diferentes de la misma obra para aproximarse a lo que el compositor quiso expresar al crearla. Eso o aprender música y hacer la nuestra propia, que en ningún caso se corresponderá exactamente con la del autor. Es curioso que, en música, en muchas ocasiones las mejores interpretaciones no sean las de los propios autores, y esto reconocido por ellos mismos. Sin pensar que se trate de la misma cosa, encuentro algunos parecidos en traducir y en interpretar, de hecho, a algunos traductores se le llama intérpretes. Y a mí me encantaría que en obras literarias cuyos idiomas originales no domino me tradujeran sin interpretar. Puedo leer música pero no francés y, sin embargo, para una sonata de Beethoven prefiero cualquiera de las versiones discográficas de que dispongo (Arrau, Kempff, Solomon, Barenboim, Richter...) antes que enfrentarme yo mismo a la partitura, mientras que con la obra de Proust me gustaría ser capaz de leer directamente lo escrito por él en su lengua sin perderme en la traducción ni, por supuesto, alejarme del original en la interpretación que otro pueda hacer de esa lectura.

Cuando se trata de textos complejos, algunos editores estiman conveniente aprovechar el trabajo de los traductores para hacer una versión más próxima al lector medio e inteligible para el público en general, comprador potencial. No soy filólogo, pero entiendo que el lenguaje evoluciona y que "El Quijote" que leemos hoy es muy distinto del que se publicó en 1605, porque el castellano que utilizamos hoy ha cambiado respecto de aquel que utilizaba Cervantes. Las herramientas de que disponía Pedro Salinas en esa traducción pionera de los primeros volúmenes de "En busca del tiempo perdido" son muy distintas de las de hoy en día, pero precisamente por eso debería haber un criterio común para hacer una traducción neutra y que el lector pueda decir que ha leído a Proust, y no el Proust de Salinas, o el Proust de Manzano, o el Proust de Pinto. ¿O es acaso enriquecedor para el lector que haya tantas versiones de un mismo texto? (Ver el interesantísimo artículo de Robert Saladrigas en Revista de Libros). A mí sí me parece muy enriquecedor que haya tantas buenas versiones de las sonatas para piano de Beethoven, y así poder decir después de haber comparado las más sobresalientes, que prefiero el Beethoven de Backhaus al Beethoven de Gould o al Beethoven de Ashkenazy, pero no sé hasta que punto estoy dispuesto a leer las tres mil quinientas páginas de "En busca del tiempo perdido" de Proust multiplicadas por tantas traducciones como existen actualmente de su obra magna, buenas o no tan buenas, neutras o no tan neutras, accesibles o no tan accesibles. Creo que tardaría menos en aprender francés.

lunes, 16 de abril de 2012

Una razón para correr


Muchas veces me preguntan por qué corro y normalmente no consigo dar una respuesta que satisfaga a esos curiosos, ni a mí mismo en ocasiones. Estos debates se han producido recientemente con mi primo hermano Javier Lorente que lleva unos años residiendo en Londres y que visita Barcelona de vez en cuando por motivos de trabajo. A pesar de compartir no sólo una buena amistad sino también una codificación genética que se manifiesta muy acusadamente en algunos rasgos, él es de los más escépticos ante cualquier argumento que yo exponga tratando de justificar mi afición por las carreras de fondo.

En uno de estos últimos encuentros, sentados a la mesa de un buen restaurante y habiendo discutido ya sobre si el sibaritismo debería ser considerado rasgo genético hereditario, punto en el que estamos absolutamente de acuerdo en lo que a nuestra familia se refiere, salió de nuevo el tema de los maratones, ya que precisamente el de Londres es uno de los más inaccesibles en cuanto a formalizar la inscripción para un no residente británico, y yo ya llevaba algunos años con ganas de correrlo. Él me sugirió la posibilidad de hacerlo por medio de una Charity, pues sabía de algún amigo que lo había hecho así. Además, me dijo, era la única manera de entender que alguien fuera capaz de correr durante más de tres horas y media: ¡ayudar a los demás!

Así contacté con Miracles, y a través de Rafa Gil-Alberdi he conseguido un dorsal para estar el próximo domingo en la salida del London Virgin Marathon 2012 y poder ofrecer ese esfuerzo a los niños necesitados de todo el mundo que tanto precisan de nuestra ayuda.

Seguiré dando respuestas vagas y poco convincentes a los que me pregunten por qué corro cuatro o cinco veces por semana, pero tengo un argumento rotundísimo para justificar por qué correré en Londres el 22 de abril: la solidaridad con los niños desfavorecidos.

Podéis aportar vuestro granito de arena en esta página:


Cualquier donativo será bien recibido y tendrá el mejor de los destinos. La página seguirá abierta después de la carrera por si queréis colaborar más adelante. Yo, a parte de una modesta cantidad inicial, y para vincular en esta ocasión tan especial la solidaridad con el objetivo deportivo que todo corredor tiene en mente cuando toma la salida en una carrera, donaré diez libras por cada minuto que supere las tres horas y media.

Muchas gracias a todos por vuestra ayuda y vuestros ánimos.

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Paloma confía en mi buen estado de forma y dice que donará diez libras por cada minuto que baje de 3:30'. ¡Great! Lo importante es que Miracles salga ganando en cualquier caso.

martes, 10 de abril de 2012

Brahms piano sonatas - Krystian Zimerman


Son pocos los registros completos existentes de las tres sonatas para piano de Brahms. Yo las he escuchado durante muchos años en las grabaciones de Julius Katchen (DECCA, años 60), las de Elisabeth Leonskaja (TELDEC, finales 80) y más recientemente en las de Anatol Ugorski (DG, años 90), pero siempre deseando que se reeditaran las de Krystian Zimerman (DG, 1979 y 1982), descatalogadas sorprendentemente por propio deseo del pianista polaco junto con el Scherzo op.4 y las Baladas op.10 y la mayoría de sus primeros álbumes de otros compositores para el sello alemán.

Existe un ejemplar en vinilo en la Mediateca del Caixa-Forum de Barcelona que se puede escuchar allí mismo pero no disponible para préstamo. Alguna tarde he pasado mareando al personal de la fundación haciéndoles girar cara tras cara y pidiéndoles que dejaran caer la aguja en el surco preciso.

Cuando Deutsche Grammophon publicó en 1996 la Edición Completa de Brahms pensé que quizás recuperarían esas grabaciones para el cuarto volumen de 9 CD que recopilaba la obra pianística, pero no fue así y se incluyeron las citadas de Ugorski.

En 1999 se incluyó el Scherzo op.4 en el último volumen de una colección de 100 dobles compactos de Grandes Pianistas dedicado a Krystian Zimerman, lo que me hacía albergar esperanzas de que el genial intérprete había levantado ya el veto a sus antiguas grabaciones de Brahms. Pero se trató simplemente de un espejismo.

Yo seguía esperando que a Zimerman se le pasara el complejo de repudiar sus discos de juventud (no sé exactamente cuánto de pose hay en ese rechazo) y DG las reeditara, pero en la reciente edición de DG de la obra completa de Brahms en 46 CD publicada en 2009 aparecen de nuevo las sonatas grabadas por el excéntrico Ugorski. Así que a seguir visitando la Mediateca (con los inconvenientes que el vinilo en casa ajena conlleva para un melómano en la era digital) o a consolarme con las integrales que ya tenía o las versiones sueltas de Richter, Lupu, Kempff o Rubinstein.

Pero hace unos pocos días, buscando en la web información sobre Zimerman y los conciertos para piano de Brahms (con Bernstein primero y Rattle después) fui a parar a una página donde se podía descargar una digitalización decente del álbum editado en su día en CD por DG y hoy descatalogado como he dicho pero ya sin esperanza de reedición. Sólo los coleccionistas apasionados y melómanos enfermizos comprenderán el enorme júbilo que sentí al poder escuchar por fin estas obras en buenas condiciones. Pero como estos placeres, igual que muchos otros, se maximizan al compartirlos, quiero hacer mayúsculo ese goce ofreciéndoos a vosotros también la posibilidad de escuchar estas interpretaciones sublimes de las sonatas, el scherzo y las baladas de Brahms, las primeras obras compuestas por el maestro en pleno vigor de juventud, cuando Clara Schumann las oía desde fuera de la sala y preguntaba quiénes estaban tocando a cuatro manos, cuando uno se come el mundo porque se siente armado para ello, cuando uno percibe en su interior que aún es pronto y falta mucho para el otoño.

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Me permito colgarlas para disfrute de quien esté interesado y se las quiera bajar pues se trata de publicaciones fuera de catálogo. Caso de que la discográfica reeditara esta referencia retiraría inmediatamente los enlaces para no interferir en el lucro que legalmente pudieran obtener los editores o los demás agentes intervinientes, incluidos los artistas, dicen.

Y si Krystian Zimerman tiene algún inconveniente en este mismo sentido o por persistir en su voluntad de silenciar estas grabaciones que me lo haga saber y quedamos un día en casa, tocamos un poco el piano, charlamos de música y después eliminamos los enlaces.

Disfrutadlo, es una verdadera joya.

miércoles, 21 de marzo de 2012

En busca del tiempo perdido


A veces espero que pase alguna cosa. No puede ser de otro modo. Soy incapaz de ni tan siquiera imaginar los días en los que ya no esperaré nada, y no recuerdo que hayan existido momentos así en el pasado. El caso es que siempre sucede algo, aunque sean pequeños cambios en el escenario de la mera existencia. Pero no es de estas mudas insignificantes de las que quiero hablar, sino de aquellos sucesos que afectan de forma determinante nuestro itinerario vital. Sospecho que algo así está a punto de sucederme.

Y no me refiero tanto a que esté dejando el timón de mi destino en manos ajenas (aunque suene vanidoso, sigo pensando que soy yo el que decido sobre mi propio devenir), como a que comienzo una etapa de la que saldré renovado, fortalecido, armado, enriquecido.

Hoy inicio la lectura de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, en la edición de El Libro de Bolsillo de Alianza Editorial de 1966 con la traducción de Pedro Salinas, la misma que leyó mi padre siendo estudiante y que parece haber guardado para mí hasta ahora que se la he pedido, lo que convierte esos volúmenes en doblemente sagrados.


Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: "Ya me duermo". Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque pensaba que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra...


Algo grande va a pasar.
No me cabe ninguna duda.

martes, 13 de marzo de 2012

No molesten al pianista


Para el concierto que os anunciaba en la última entrada, algún figura pensó que la música de Mompou no era suficiente y decidió añadirle el recitado completo del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz en la voz, escasa pero desagradable, de una supuesta actriz nefasta (lo de supuesta va por actriz, no por nefasta). Lo más sorprendente del caso es que Josep Colom, al que hasta ayer tenía por un pianista serio, se prestara a formar parte de semejante pantomima.

Cuando la música suena, la gente ha de permanecer callada, y esto no tiene nada que ver con el título de la obra: es un axioma fundamental en salas de conciertos, a no ser que la voz forme parte de la partitura. Pero no era el caso. Yo compré mi entrada, e incluso me atreví a recomendar el recital, sin que nadie me advirtiera que se fuera a desvirtuar tan lamentablemente la obra original de Mompou: Música callada utilizada como mero acompañamiento para un repertorio interminable de torpezas escénicas. En ninguna reseña previa a la actuación se mencionaba la presencia de una actriz, ni que fuera a haber una coreografía distinta de la habitual en un concierto para piano, o sea: pianista sentado en una banqueta tocando el piano, ni mucho menos que se fuera a recitar al mismo tiempo que se interpretaba la música.

Al ver dos pianos sobre el escenario ya me pareció raro, pues se suponía que se iba a utilizar únicamente el instrumento Chassaigne Freres que perteneció al compositor y que fue donado por su viuda al Museo de la Música, y ese era uno de los atractivos interesantes de la velada, pero se puede entender que las limitaciones de un piano antiguo al lado de un moderno Steinway & Sons de gran cola inviten a reservar el primero para algunas pocas piezas selectas mientras la mayoría restante se interpreta en el instrumento con mejor sonoridad.

Sin embargo, ver salir a Josep Colom y a su acompañante vistiendo ambos de blanco, especie de chilaba él y camiseta ceñida y amplia falda sobre mallas ella, me pareció mucho más sospechoso, pues iba poniendo de manifiesto que otros elementos, además de la música, iban a intervenir. Mientras sólo fuera una mínima puesta en escena y algo de iluminación y vestuario, sería llevadero, pero la intrusa enseguida comenzó a emitir sonidos que fueron transformándose en los primeros versos del Cántico espiritual, expelidos sin la más mínima gracia, como esas niñas cursis y repelentes en su primera función del colegio, creyéndose las más guapas y listas de la clase.

Si se hubiera quedado en algunos versos intercalados entre las piezas para piano, todavía hubiera podido ser soportable, pero esa última esperanza pronto se desvaneció. Ya en el número tres (Placide) del primer libro, los silencios se alargaban para que tuvieran cabida los versos, y a partir de aquí, voz y piano comenzaron a solaparse, de modo que uno casi deseaba que se sucedieran los pasajes en que la chica se dedicaba a pulular como un pato mareado por el escenario en una danza ridícula, con tal de que mantuviera la boca cerrada.

Supongo que la intención del ideólogo de este despropósito era mostrar a un Josep Colom en el papel de Frederic Mompou en ese momento en que la musa inspiradora se posa sobre el hombro del artista en forma de poema haciendo brotar la música de su interior. Claro, si Mompou había declarado haberse inspirado en algunos versos de ese Cántico, juntemos lo uno con lo otro y el maridaje tiene que funcionar. Pues no señor. ¡No funciona! Hay que entender muy mal esta obra musical para ser capaz de perpetrar un montaje tan desafortunado. La música de Mompou tiene un enorme valor en sí misma a pesar de su sencillez formal. Repito otra vez aquí que el compositor pretendía la máxima expresividad con el menor número posible de elementos. Parece ser que unos cuantos no han acabado de entenderlo, y qué lástima que precisamente algunos de ellos hayan sido los responsables de esta realización.

Yo, personalmente, me sentí ultrajado en mi doble condición de espectador al que no se informó correctamente antes de comprar su entrada, y de admirador de la obra de Mompou al que se le negó la posibilidad de disfrutar (para una vez que se programa el ciclo completo con un buen intérprete) de estas piezas, en silencio o, por lo menos, calladitos.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Música callada, soledad sonora


La noche sosegada
en par con los levantes de la aurora.
La música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

En estos versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz encontró Frederic Mompou la expresión de su ideal estético. Y si bien el místico pretendía poetizar la intimidad ferviente que orienta hacia lo sagrado, en sus palabras el músico catalán encontró el calificativo más idóneo para una obra que quería ser la voz del silencio.

Mompou (1893-1987) despreció las modas de su época y se negó a emular a los ídolos de la música moderna tales como Schöenberg y Webern a los que detestaba (sintió siempre una repugnancia instintiva hacia la música germánica en la que identificaba una genuina "fonorrea"). Autodidacta, se dejaba llevar por su intuición, y por ello permaneció más cerca de la música de Fauré, Poulenc y especialmente Satie, otro miniaturista del piano. Se fue forjando una idea de la música basada en su cualidad sonora primigenia, en la pureza del sonido y su resonancia (es interesante señalar aquí que durante su infancia tuvo un papel de referencia la fábrica de campanas de su abuelo materno). La música era para él sonido puro, nada de discurso y mucho menos, por supuesto, arquitectura.

Se definía a sí mismo como hombre de pocas palabras y músico de pocas notas. Consideraba que la audición es interna y la emoción secreta, y que esta última sólo toma forma en los ecos (resonancias, otra vez) de la propia soledad. El atractivo de ese diálogo interior que despierta la escucha de "Música callada" está en lo que se queda fuera. Su minimalismo nace a partir de un lenguaje de silencio. Las frases corren desprovistas de compás, hacia la nada. No encontraremos desarrollos dramáticos en ninguna de las 28 pequeñas piezas que forman la colección (cuatro cuadernos compuestos entre 1959 y 1967), sino gestos interrogantes, sigilosas sendas que nos devuelven a la inocencia musical.

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Existe registro discográfico del propio Frederic Mompou al piano, grabado en 1974 en el Casino de l'Aliança del Poblenou, editado por Ensayo. Aún así, me atrevo a recomendar también las versiones de Herbert Henck (ECM, 1995), Javier Perianes (Harmonia Mundi, 2006) y Josep Colom (Mandala, 1994), junto con un par de curiosidades jazzísticas interesantísimas: "Round About Federico Mompou" de Beirach, Huebner y Mraz (ACT, 2001) y "Música callada" de Couturier, Mechali y Laizeau (Zig-Zag, 2010).

El 12 de marzo en la Sala Oriol Martorell de l'Auditori de Barcelona tendremos ocasión de escuchar la interpretación de Josep Colom en el piano de cola Chassaigne Freres del propio compositor donado por su viuda al Museo de la Música.

jueves, 23 de febrero de 2012

El mundo en un pentagrama


Gustav Mahler es el compositor más importante que ha existido después de Beethoven, y me asombra pensar que la composición no fuera su ocupación principal. Sí fue su primera ambición: escribir obras de gran tamaño equivalentes a los escritos filosóficos de Nietzsche, pero no tardó en darse cuenta de que no había público para ellas y se dedicó a la dirección, siendo ya a los veinticinco años uno de los directores más importantes de su tiempo. Durante el resto de su corta vida (falleció sin llegar a cumplir los cincuenta y uno) pasó nueve meses por temporada en las salas de conciertos o en los teatros de ópera, dejando para las vacaciones de verano el tiempo que dedicaría a sus creaciones. Parece poco, pero sin embargo su legado es inmenso. Podríamos maldecir las horas empleadas por él en todo lo que no fuera escribir música, pero quizás esa fue la fórmula para que la obra que nos dejó sea sublime del primer al último compás.

Se dice que fue alumno de Bruckner, pero su influencia más determinante fueron los escritos de Goethe, Schiller, Nietzsche, Hölderin, E.T.A. Hoffman, Jean Paul, Kant, Schopenhauer y Dostoyevski. De este último llegó a decir que su lectura era más importante que las lecciones de contrapunto, significativa declaración en un estudiante de composición que fue liberado de esta materia después de su primer año en el conservatorio. Hoy es unánimemente reconocido como la gran referencia de toda la música posterior, desde la segunda escuela de Viena (declarados devotos suyos) hasta la música contemporánea, pasando por las vanguardias del siglo XX. Los que piensen que todo eso ya no es música, aceptarán al menos que Mahler sí lo era, lo que lo convierte en el último gran creador del la música occidental, lo cual, si bien no deja de ser una burda y absurda simplificación, yo mismo sería capaz de encontrar argumentos a su favor para defenderla en alguna que otra tertulia. Sin entrar en polémicas, dejémoslo en que después de él nadie ha hecho nada tan grandioso.

Diez sinfonías (inacabada la décima), Das Klagende Lied ("Lamentación") y Das Lied von der Erde ("La cacnión de la tierra") algunos ciclos de canciones con orquesta ("Canciones de un camarada errante" y "Canciones de los niños muertos"), arreglos de poemas populares, un cuarteto para piano y algunas docenas de canciones con piano forman el corto pero monumental conjunto de su obra. De estas últimas me gustaría hablaros, especialmente de los Rückert Lieder de 1902, también interpretados habitualmente con orquesta. Se trata de cinco cacniones basadas en textos del poeta alemán Friedrich Rückert (1788-1866), muy influido por la literatura oriental. Mahler quedó fascinado por estos poemas y en el verano de 1901 comenzó a ponerles música, junto al mismo lago en que Brahms había encontrado inspiración para su concierto en Re mayor. Fue la época de la Quinta sinfonía, en la que se aprecia la atmósfera de este impulso poético, de los Kindertotenlieder, también con textos de Rückert, y directamente emparentados en lo musical, y del enamoramiento con Alma.Schindler

En 2011, aprovechando el centenario y medio de la muerte de "el compositor veraniego" (así se llamaba jocosamente a sí mismo Gustav Mahler), fueron muchos los lanzamientos discográficos de su obra conmemorando el aniversario. Deutsche Grammophon y EMI lanzaron sendas integrales tirando de los registros históricos  de sus extensos archivos. Nada nuevo bajo el sol, pero imprescindibles para cualquier melómano aún a riesgo de repetir muchas de las grabaciones. La de EMI, además, ofrece un impagable guiño a esa melomanía con un último compacto dedicado precisamente a los Rückert Lieder, y en concreto al número más conocido de la serie, Ich bin der Welt abhanden gekommen ("Me he alejado del mundo"), que aparece en siete versiones diferentes. Lo dicho: enorme regalo para coleccionistas perezosos. En el CD 8 ya aprece toda la serie en la versión de Janet Baker y Sir John Barbirolli con la New Philharmonia en 1969 (referencia absoluta) junto a los Kindertotenlieder de Kathleen Ferrier y Bruno Walter con la Wiener Philharmoniker en 1949 (igualmente imprescindible), pero no contento con eso, el compilador de esta caja conmemorativa (un tal Richard J. Bradburn hacia el que quiero manifestar aquí mi envidia más enfermiza) añade el disco referido en que Thomas Hampson y Wolfram Rieger interpretan el ciclo completo para voz y piano, y después ¡el despiporre!, lo que alguna vez todos los fanáticos coleccionistas hemos hecho con alguna pieza favorita: grabar todas las versiones que teníamos, una detrás de otra, en una mismo CD (comprendo que no todos los que lean esto lo entenderán, pero los que sí lo hagan, sentirán la misma euforia que yo, además de igual simpatía por este tipo). Así:

- Pista 6: otra vez Janet Baker y Sir John Barbirolli, pero aquí con la Hallé Orchestra en 1967.
- Pista 7: Christa Ludwig con Gerald Moore al piano en 1957.
- Pista 8: de nuevo Christa Ludwig, en esta ocasión con Otto Klemperer y la Philharmonia Orchestra en 1964.
- Pista 9: Fischer-Dieskau con Daniel Barenboim al piano en 1978.
- Pista 10: Thomas Allen y Jeffrey Tate con la English Chamber Orchestra en 1989.
- Pista 11: Brigitte Fassbaender con Irwin Gage al piano en 1980.
- Pista 12: Katarina Karnéus con Roger Vignoles al piano en 1998.

Y es que esta pieza sin duda merece aparecer nueve veces (o noventa) en un volumen como este. Si en la serie de cinco canciones el tono predominante es la belleza, especialmente en esta pieza Mahler consigue alcanzar un nuevo nivel. Imposible no acordarse del Adagietto de la Quinta sinfonía tan célebre gracias a Visconti (he escuchado a algún presentador de telediarios referirse a este movimiento directamente como "Muerte en Venecia" de Mahler), el amor, la belleza, la muerte, el mundo entero en un pentagrama. "Me he alejado del mundo", dice el poema, sin amargura, pues de esos retiros ("veraniegos") obtuvo el compositor la paz y el aislamiento tan necesarios para sus creaciones. Obra que fue despreciada en vida y sólo décadas después fue reconocida en su justa medida. Mundo que fue poco generoso con él al margen de haberle dotado con el genio de la composición. Pero a pesar de sus circunstancias personales teñidas de tragedia, de una relación matrimonial desigualmente apasionada, de la muerte de varios hijos a temprana edad y de su enfermedad precoz, siempre se sintió agradecido a la vida, convirtiendo cada una de sus obras en el más elevado homenaje al hombre, a la naturaleza, al poder de la creación y al modo en que la propia esencia trasciende sobre lo mundano.

Me he alejado del mundo
en el que malgasté mucho tiempo,
hace tanto que no se habla de mí
¡que bien se podría pensar que he muerto!

Y muy poco me importa
que me crean muerto;
no puedo decir nada en contra
pues ciertamente estoy muerto para el mundo.

¡Estoy muerto para el bullicio terrenal
y reposo en un lugar tranquilo!
¡Vivo solo en mi cielo,
en mi amor, en mi canción!

martes, 14 de febrero de 2012

Guitarras afinadas


Pasa el tiempo y el cirujano no logró dar con el alma
el soñador sigue confundiendo a las libélulas con hadas
y nosotros nos estrellamos contra el muro de nuestros deseos
y afinamos cada día, por si acaso, las guitarras.

José Ignacio Lapido
Ladridos del perro mágico, 1999



Soy de los que afinan cada día, por si acaso, la guitarra, aunque debería hacer una reflexión más profunda para saber si mis deseos levantan un muro contra el que sigo estrellándome. Creo que ya no, pero lo meditaré con más calma, por si acaso...

Siempre me ha seducido la idea de tocar en el metro, pero ahora, por lo menos en Barcelona, no puedes hacerlo así sin más: es necesario pasar una prueba de selección y después presentarte a unos sorteos quincenales en los que se asignan las estaciones y los horarios más solicitados. El examen consiste en preparar un repertorio variado de unas veinte canciones e interpretar algunas de ellas escogidas al azar ante un jurado que evalúa las capacidades del aspirante.

Hay gente que ve en esta actividad muchos parecidos con pedir limosna, pero yo no lo entiendo así. Es cierto que la mayoría de músicos que la practican dejan la funda del instrumento abierta para que el que quiera eche unas monedas al pasar y así se sacan un dinerillo, pero esto no deja de ser muy diferente de como ha de obtener su paga un profesional liberal a día de hoy en esto que llamamos España, y hablo desde la experiencia del arquitecto que, a pesar de no ejercer desde hace ya algún tiempo,  aún no se olvida de sus impagados, especialmente de los que no han satisfecho los honorarios acordados en su momento porque no les da la realísima gana.

La próxima convocatoria es dentro de un par de semanas y estoy tentado de asistir. Si llegara el momento de dejar la tapa de la funda de mi guitarra abierta en alguna de las estaciones del metro de Barcelona, creo que sería interesante presentarme al público exhibiendo algún título que ilustre mis actuales circunstancias, pero no querría en ningún caso despertar lástima en mis potenciales patrocinadores, y por eso estoy dudando qué cartelito poner, si el de ESCRITOR o el de ARQUITECTO. ¿Cuál de los dos pensáis que provoca menos conmiseración hoy en día?

lunes, 6 de febrero de 2012

De la indignación a la desesperanza


De la indignación a la desesperanza hay un abismo mucho mayor que el existente entre la indignación y la complacencia. Se ha visto a muchos indignados (últimamente menos porque ya no interesa enseñarlos) pero aún no estaban suficientemente desesperados; aún tenían mucho que perder, y eso reprime.

No sé cuánto tardará en salvarse ese abismo, pero estoy convencido de que el rugido de la desesperación será menos silenciable que el del descontento, más violento, más irracional, menos contenido, menos manipulable... Y cada vez van quedando menos cosas que perder.

Yo me andaría con ojo, que la indignación es reversible pero de la desesperación no se regresa tan fácilmente.

martes, 31 de enero de 2012

El poder de la música


Tocaba reinventarse. La ópera de gimnasia vocal había entrado en decadencia a partir del segundo tercio del XVIII, veinticinco años después de que Haendel llegara a Londres desde Hannover, en su Alemania natal,  con pasaporte de gran estrella y rodeado de castrati para triunfar con sus creaciones de estilo italiano ante el elegante público inglés. Y Georg Friedrich lo hizo como sólo los grandes genios saben hacerlo: sacándose de la manga una obra inclasificable de subtítulo tan concluyente como el que da nombre a esta entrada.

"El festín de Alejandro: o el Poder de la Música" es una obra a medio camino entre el oratorio y la ópera, que es poco más que decir que en terreno de nadie. Basada en una oda del poeta John Dryden para el día de Santa Cecilia, patrona de la música, se estrenó en 1736 con enorme éxito porque supuso la transición entre sus óperas espectaculares en estilo italiano y sus obras corales inglesas de mayor peso intelectual y religioso, especialmente los oratorios El Mesías (1742), Judas Macabeo (1746), Josué (1747) o Jefté (1751).

Yo tendría unos doce años cuando cayeron en mis manos dos cassettes BASF de 60 min. con una grabación que me cautivó ya desde la primera escucha. Enseguida me aprendí las canciones. En inglés resultaba muy fácil memorizarlas: "Happy, happy, happy pair!", un coro de jovialidad exultante que levantaba el ánimo a cotas insospechadas, "Bacchus, ever fair and young", himno a la fiesta y a la borrachera tan adecuado para el registro grave de bajo como inapropiado para un preadolescente en ciernes (...drinking is the soldier's pleasure), "He sung Darius, great and good", un aria hermosísima para soprano, pero de una tristeza tan honda y sobrecogedora que aún me persigue en los momentos melancólicos (...on the bare earth exposed he lies, with not a friend to close his eyes), "Revenge, revenge Timotheus cries", de nuevo el bajo nos rescata de la melancolía, seguramente aún espoleado por el tintorro...

Ese par de cintas me acompañaron incansablemente durante toda la adolescencia. Ahora me parece increíble que siguieran sonando después de tanto uso como les di. En segundo de BUP se las presté a una chica muy mona que había entrado nueva en nuestra clase y que aspiraba a hacerse cantante de ópera. Después de verano había engordado tanto (no sé si imitando a las sopranos de moda en aquel momento) que perdí el interés por ella y, lamentablemente, también por las cintas, así que ya nunca las recuperé.

Unos pocos años después, ya en la universidad, un día sentí la necesidad de volver a escuchar el Alexander's Feast. Era finales de los ochenta y en música clásica se empezaba a editar todo el catálogo en CD. Compré en Discos Castelló la versión de Gardiner con English Baroque Soloist y el Coro Monteverdi de 1988 que acababa de publicar Philips en tecnología DDD, pero al escuchar el primer acorde de la obertura me sonó un poco raro por no poder reconocer ni el timbre, ni la intensidad, ni el ritmo de la interpretación que yo había memorizado en decenas y decenas de escuchas en mi viejo reproductor de cassette. Aún así, era un buen disco y era El Festín de Alejandro de Haendel (seguramente entonces no se le diera tanta importancia a las distintas interpretaciones como la melomanía enfermiza -y consumista- actual le pueda dar), por lo que, a pesar de esa extrañeza inicial, lo he escuchado con placer hasta ahora.

Hace unos meses fui a una charla de ópera que organizaba una compañera en su estudio. Resulta que la conferenciante era la chica mona aspirante a soprano que conocí durante el bachillerato. No estaba tan mona como la primera vez que os he hablado de ella, pero tampoco tan gorda como la segunda. Nos reconocimos enseguida y comenzamos a hablar de las banalidades habituales en este tipo de reencuentros. Sin hacer mención (cortesía obliga) me acordé del par de cassettes BASF. Al llegar a casa busqué en internet otras versiones existentes de El festín de Alejandro. ¡Sólo dos disponibles en CD después de treinta años! (Lo dicho: una obra en terreno de nadie). La citada de Gardiner y otra de Harnoncourt de 1978 con el Concentus musicus Wien recientemente reeditada por Warner Classics del catálogo de Teldec publicado anteriormente sólo en vinilo. Las fechas cuadraban... ¡Tenía que ser esta!

Me llegó hace unos días por correo y desenvolví el paquete con cierto nerviosismo. No podía haber nada en la tapa o en los créditos que yo reconociera, pues sólo había tenido una grabación en cinta y no conocía el original. Había que hacerlo sonar y... ¡Sí! Ahí estaba el Poder de la Música transportándome al salón del piso de mi tío Ramón en Madrid donde escuché por primera vez esa obertura magnífica con el timbre, la intensidad y el ritmo que yo había hecho míos en las viejas cintas BASF que él me había dado sin ser del todo consciente del enorme aprecio que yo iba a hacer a ese regalo; al Peugeot 504 de mi padre donde tantas veces las habíamos puesto para cantar sus arias y coros; a nuestro piso en Barcelona y a la biblioteca con la pletina JVC que no consiguió desmagnetizar las cintas a pesar de todas las veces que las leyeron sus cabezales, esas y todas las otras que grababa de la discoteca para ir formando mi propia colección.

Por ahí deben andar esos cassettes, desmagnetizándose ahora sí en algún cajón por la falta de uso, pero aquí sigue el Poder de la Música latiendo en mi interior, el mayor de los regalos, el mejor de los legados, tal como lo experimenté con doce años, frescura que no se pierde, que no marchita con el tiempo, que nos hace más fuertes y valientes en cada evocación, que nos ofrece lo verdaderamente justo y valioso al rememorarla.

¡Cantad conmigo!

Non but the brave,
Non but the brave,
Non but the brave deserve the fair!

Quería escribir sobre Haendel y me parece que el texto ha ido derivando hacia el "panfleto de autoayuda - CD incluido" (me suele pasar, trato de enmendarme). Bueno, si aún os interesa ahí están sus cuarenta y seis óperas, la Música acuática, la Música para los reales fuegos artificiales, los veinticinco concerti grossi para orquesta, dieciocho conciertos para órgano, las varias docenas de sonatas y sonatas en forma de trío, las dieciséis suites, las seis fugas y otras piezas para clave, las ciento cincuenta cantatas de cámara, los duetos y canciones para una voz, los treinta oratorios y otras obras dramáticas de gran envergadura como Sansón, Saül y El Mesías, claro..., ¡El Mesías!, pero sobre todo El Festín de Alejandro, o sea: El Poder de la Música.

¡Otra vez!

Non but the brave,
Non but the brave,
Non but the brave deserve the fair!