martes, 27 de julio de 2010

Aquellos artesanos


La arquitectura es un arte totalmente degenerado. Cualquier inepto sin vocación puede matricularse en una escuela técnica superior y después de algunos años en los que se pondrá a prueba no su talento, sino su tesón, obtener el título que le legitima para llamarse a sí mismo y a boca llena "ARQUITECTO" y pulular por el ambiente profesional como un experto respetable.

Si tiene suerte, con el tiempo acabará dándose cuenta del engaño y hará lo posible por formarse convenientemente, o incluso tal vez, por reorientar sus inclinaciones si ha enfermado de hastío. Pero en cualquier caso, llegado el momento, deberá afrontar la necesidad de sacarse de encima toda la mugre que un sistema educativo, académico y profesional nefasto le ha ido colgando encima a modo de lastre: ocho años de enseñanza general básica, tres años de bachillerato unificado polivalente, un año de orientación universitaria y unos cuantos más de desorientación, primero universitaria, por supuesto, y después en el medio laboral.

Porque esa pesada carga que se nos dio para ser armadura, no tardó en oxidar y hoy se ha convertido en una costra roñosa que entorpece y limita. Convendría desprenderse de ella cuanto antes y, limpios otra vez, experimentar que la piel transpira de nuevo y nuestros sentidos recuperan su sensibilidad primigenia y llegan por fin hasta nuestros oídos las enseñanzas de los viejos maestros, aquellos artesanos... o calesquiera otros.

martes, 20 de julio de 2010

¿Cómo explicar que me vuelvo vulgar...


...al bajarme de cada escenario? *

Entendamos vulgaridad como mediocridad y escenario como el sitio en el que uno se siente autor y tendremos una de las reflexiones fundamentales que cualquier creador (o pretendiente a serlo) pueda hacerse sobre su existencia.

Yo no aspiro a tanto, me conformo con sentirme moderadamente feliz y discretamente digno, quizás por eso evito hacérmela la mayor parte del tiempo. **

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* La frase pertenece a la canción "Ojos de gata" de Enrique Urquijo, inspirada en unos versos de Joaquín Sabina. Resulta muy interesante comparar los temas que ambos compusieron tras desarrollar de forma independiente sus ideas partiendo de unas mismas estrofas y entender así el tipo de artista que cada uno era o ha acabado siendo. Es igualmente curioso observar el lugar que el destino tenía reservado para ellos: el de Sabina está por ver pero se intuye; Enrique murió de sobredosis en un portal de Malasaña el 17 de noviembre de 1999 a la edad de treinta y nueve años.

** Falsedad execrable. No me conformo con sentir una felicidad moderada. Deseo la felicidad absoluta y debería al menos luchar por ella para sentirme mínimamente digno. Esa es mi verdadera aspiración y por ello no dejo de martirizarme con la dichosa pregunta que resuena en mi cabeza incesantemente una y otra vez.

viernes, 16 de julio de 2010

Cobrando al pasar por la casilla de salida


Tan importante como el nacimiento biológico es el nacimiento social. Difícilmente entenderíamos nuestra existencia separados de la comunidad de la que formamos parte desde el momento en que nos inscribieron en el registro civil con la esperanza de que acabáramos convirtiéndonos en elementos útiles al sistema. A la postre, y salvo contadas excepciones (algunos antisociales, que siempre los hay, por supuesto), todos acabamos siendo rentables; basta con que nos movamos por el tablero al ritmo que podamos en función de los dados y de cómo gestionemos cada una de nuestras jugadas.

Pero ya que no parece haber alternativa posible a dar vueltas y más vueltas sobre las casillas que alguien con anterioridad delineó para nosotros, entiendo que merecemos una recompensa por formar parte del juego, más allá de las supuestas ventajas que la partida nos ofrece, ya sea en forma de seguridad, de bienestar, o como queráis llamarlas.

Yo cada día soy más escéptico respecto a esas virtudes de las que deberíamos beneficiarnos por el mero hecho de ser ciudadanos, aunque no por ello estoy dispuesto a renunciar a la contrapartida que me corresponde. Y es por ello que, llegados a este punto de mi discurso, me viene a la mente el concepto de renta básica universal, ese controvertido derecho de ciudadanía que algunos intelectuales, economistas, filósofos, sindicalistas, políticos e, incluso, empresarios, independientemente de sus inclinaciones, sean de derechas o de izquierdas, conservadores o progresistas, proclaman como paga que el estado debería ingresar a cada miembro residente de la sociedad para que sus necesidades básicas quedaran cubiertas.

No quiero tomarlo a la ligera, pues hay gente muy seria y cualificada reflexionando sobre este tema, y precisamente por ello ahora mismo me ofrezco voluntario para que experimenten conmigo la viabilidad de la propuesta, poniendo a disposición del organismo que corresponda mi número de cuenta bancaria para que con la mayor brevedad comiencen a ingresar en ella mensualmente los 700 € que han calculado resultarían suficientes para atender las necesidades básicas de un individuo en Cataluña.

Y que no se hagan los remolones que me salgo ahora mismo del Monopoly y me pongo yo solito a jugar a la rayuela.