viernes, 14 de marzo de 2014

A la expectativa


No se puede vivir todo el tiempo en éxtasis, pero sí a la expectativa del éxtasis, así que mejor aprender cuanto antes a dejar ese estado de ánimo enteramente embriagado por un sentimiento intenso de alegría sólo para el de vez en cuando o el a ratos, estando siempre muy atentos a que se presente la posibilidad de alcanzarlo.

martes, 11 de marzo de 2014

Asímptota horizontal: un espejismo de perfección


Una obsesión recurrente en toda labor creativa es la optimización de la dedicación vinculada al rendimiento. Lo que se consigue está siempre en función del trabajo, pero no necesariamente en relación directa o de proporcionalidad, sino más bien exponencial o logarítmica. Lo he representado en el gráfico superior, en el que el eje de las abscisas (X) sería el correspondiente al esfuerzo y el de las ordenadas (Y) el de los resultados. Es muy intuitivo, incluso para los poco familiarizados con las funciones racionales, pero le iré dando una forma más literaria en los próximo párrafos confiando en que los alérgicos a las matemáticas se sientan atraídos también a reflexionar conmigo sobre estas cuestiones.

Sin esfuerzo no hay resultados, está claro. Por eso nuestro gráfico arranca en la intersección de los ejes de coordenadas (0,0). Así, si x=0, y=0. Que no se engañen los talentosos pensando que ellos parten con variable positiva (y=n, siendo n>0). Por más dotados que estén, siempre necesitarán un impulso inicial para que aflore ese potencial. Igualmente, que no se arruguen los torpes por creer que ellos parten de bajo cero. Los resultados acabarán llegando tarde o temprano, aunque quizás haya que esforzarse con mayor ahínco al principio. En cualquier caso siempre pueden permanecer inactivos en esta gráfica adversa y buscar alguna más favorable en la que se manifiesten sus otras aptitudes.

Las tareas mecánicas son funciones lineales: si me esfuerzo x en fijar un remache, esforzándome 2x fijaré dos remaches. En este caso nuestra gráfica sería una línea recta, pero fijaos en que no lo es. En esto radica lo inquietante, o lo trágico, o seguramente lo fascinante de la creación: no todo esfuerzo obtiene un resultado proporcional. El que prefiera lo lineal, lo seguro, lo proporcional, lo geométrico, que busque un trabajo por horas en una cadena de montaje y viva tranquilo seguro de que su salario llegará puntualmente a fin de mes. (Con todo mi respeto, incluso, por qué no decirlo, en ocasiones envidia, por este tipo de trabajadores).

Podemos diferenciar tres fases en los procesos creativos: el inicio, la formación y el término, dividiéndose la formación, a su vez, en una primera etapa de materialización y en la siguiente de desarrollo.

Los inicios cuestan. Se parte de la nada y hace falta un impulso que no encuentra apoyos ni anclajes. A veces hay que saber esperar que llegue la inspiración, pero siempre estimulándola de algún modo. Al comienzo puede parecer que los resultados no llegan y nos esforzamos sin obtener gran cosa, pero hay que ser persistente, especialmente en esta fase, no caer en el desánimo y confiar en que acabarán llegando. En nuestra gráfica se trata de la A en el eje de las abscisas y de la P en el de las ordenadas. Aquí la función sería del tipo exponencial (y=x") con índice mayor de uno y positivo en el exponente. Así, si perseveramos en el esfuerzo, llega un momento en que los resultados aumentan cada vez más. Al llegar a este punto damos por terminada la fase inicial y nos lanzamos a la fase de formación.

La fase de formación es más agradecida que la de inicio. Llevamos una cierta inercia, que además encuentra apoyos en lo conseguido hasta ahora. En nuestra gráfico coincide con la B en el eje horizontal y la Q en el vertical. Es, o debería serlo como veremos más adelante, la etapa más extensa y más fructífera. Aquí la inspiración no juega un papel tan importante y hay que aprovechar que los resultados se obtienen con aparente facilidad. Fijaos en que hay un punto de inflexión en esta fase; es el que coincide con el paso de la materialización al desarrollo, para los matemáticos, aquel en que el exponente de la x en nuestra función es la unidad (pendiente unitaria de la tangente a la curva). A partir de aquí la tendencia no es tan favorable, aunque los resultados sigan llegando a buen ritmo, pero ya va apareciendo en el horizonte la sombra de la asímptota horizontal, de la que hablaremos enseguida.

Hemos partido de la nada confiando en la inspiración que nos ha puesto en marcha; hemos materializado la idea y la hemos desarrollado; nos encontramos así en un punto óptimo, pero hay que finalizar. Aquí es donde el perfeccionista suele enloquecer si no se da cuenta a tiempo de la existencia de esa asímptota horizontal que nos marca el límite máximo e inalcanzable al que nunca podremos llegar. Es una referencia pero no está ahí, o está ahí pero sólo como referencia, señalándonos que podemos dedicarnos al perfeccionamiento de lo conseguido hasta ahora pero nunca a conseguir la perfección. En nuestra gráfica es la C en el esfuerzo y la R en los resultados. Observad que la C puede dilatarse tanto como queramos, hasta el infinito, en el eje horizontal, pero que la R es limitada, y relativamente corta, de modo que aumentará muy poco por más que nos esforcemos, sin llegar nunca a la ordenada (r) que señala el nivel máximo e inalcanzable: lo perfecto.

Por ello hay que ser prudente y dedicarle a esta fase de término (o perfeccionamiento) el esfuerzo justo. En muchos casos un observador externo apenas diferenciará la (q) de la (r) en el resultado final, pero es importante para el autor-creador ir un poco más allá, sobre todo si considera que con el desarrollo no basta y un cierto perfeccionamiento es necesario antes de dar su obra por terminada. Sin embargo, es un absurdo dedicarle a esta fase más que a todas las anteriores, aunque fuéramos capaces, porque ese mismo esfuerzo podríamos dedicarlo a emprender nuevos proyectos a los que convendría llegar cuerdos, y acaba siendo perturbador y lastimoso observar el rendimiento escasísimo obtenido después de tan desmesurado empeño.

De todos modos, ¡ay del que no haya perdido alguna vez parte de su cordura coqueteando con ese espejismo de perfección!