martes, 24 de diciembre de 2013

Acabó amaneciendo


Llevaba mucho tiempo sin poner el despertador para ver amanecer. La última vez fue en Los Urrutias, en el Mar Menor, con mi tío Luis y mi padre. De eso hace más de veinte años. Ahora ha sido en Lanzarote y por un momento pensé que el sol se hacía de rogar. Pero acabó amaneciendo, que aunque parezca una obviedad (y como diría José Luis Cuerda), no es poco.

Felices fiestas y felices trescientos sesenta y cinco amaneceres para el año próximo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Kafka se equivocaba


Kafka se equivocaba: no hay esperanza.
Él dijo que la había, y bastante, incluso infinita, pero no para nosotros.
Yo os digo que no la hay, ni una pizca, tampoco para ellos.

____________________________________________

Reflexiones después de estrenarme en una junta de vecinos, la primera a la que asisto después de quince años viviendo en esta comunidad. Visto el orden del día (Aceptación de Presupuestos para la Rehabilitación de las Fachadas) pensé que podía aportar algo y decidí acudir a la convocatoria, pero me equivocaba, igual que Kafka.

____________________________________________

Reflexiones sobre un error de Kafka por pensar que él y yo también somos primera del plural. Prefiero no hablar por él (ya lo hizo suficientemente por sí mismo), pero en lo que a mí respecta, y visto lo visto, cuanto más pienso en ese nosotros más me gusta ser insecto.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Mitad Ortega y mitad Gasset


Ya no puedo negarme a ser lo que tengo que ser. Claudicar sería como dejarse morir, como suicidarse, y no hay nadie más envilecido que el suicida superviviente.

No soy un suicida, ni un superviviente. Sólo soy alguien que de vez en cuando usa el lenguaje para expresar sentimientos, y otras veces, la mayoría, para ocultarlos.

Y metidos en faena, vamos a salvar el mundo, ahora que se ha hecho evidente que sólo la filosofía puede hacerlo. Pero no una filosofía cualquiera, sino la de los verdaderos filósofos (sí, esos que se saben inútiles y que no cesan de ponerse en duda incluso a sí mismos). No la filosofía de los políticos, ni la de los pedagogos, ni la de literatos, ni hombres de ciencia, sino la de los que hacen de la razón instrumento, conscientes de que la vida es lucha con las cosas para sostenerse entre ellas y que las ideas son el plan estratégico que nos formamos para responder a su ataque.

Estas reflexiones están magníficamente expuestas y desarrolladas en La rebelión de las masas, de 1930, aunque Ortega y Gasset ya había formulado su Teoría de la razón vital allá por 1914. Parece que ha pasado tiempo suficiente como para poder leerse, y me consta que así ha sido pues se trata del libro en lengua española más traducido del siglo XX. Pero no parece que se haya entendido bien, y este es un miedo que ya tuvo Ortega (y seguramente también Gasset) en el momento de su publicación. Y ahora, al hablar de falta de comprensión, no me estoy refiriendo tanto a los verdaderos filósofos (esos inútiles convencidos que seguramente sí lo han entendido) como a los otros, a los que filosofan desde sus cátedras de hombres de ciencia, desde sus estrados de literatos, desde sus tarimas de pedagogos o desde sus tribunas de políticos.

viernes, 18 de octubre de 2013

Una nota tuya bastará para sanarme


Escuchando a Ravel siento que la música por fin adquiere rango de trascendentalidad. Todo lo demás, anterior o posterior, me parece tentativa. Me consta que fue agradecido con sus antecesores que se dedicaron a ella con tanto ahínco y seguramente, de haberlos conocido, hubiera sido indulgente con sus sucesores a los que no quedó más remedio que tirar la toalla, muchos de ellos sólo después de enloquecer.

Si la música es la más divertida de todas las cosas inútiles a las que podemos dedicar nuestra existencia, la de Maurice Ravel es no sólo contingente, sino además necesaria. Y digo esto con la tranquilidad que da saber que todo el mundo conoce al menos el Bolero, y eso debería bastar para sanarnos.

Pero el que quiera gozar de la mejor salud posible que se haga con una buena versión de los Valses nobles et sentimentales, de Gaspard de la nuit, de la Pavane pour une infante défunte, de los Miroirs, de los Jeeux d'eau, de la Sonatine, de la Tombeau de Couperin, del Cuarteto de cuerdas y del Concierto para piano en Sol mayor.

El Adagio assai de este último es una de mis debilidades. Cuesta imaginar algo tan hermoso, pero mucho más aún que alguien haya sido capaz de escribirlo después de imaginarlo.

jueves, 10 de octubre de 2013

Fin de una trilogía del desánimo


Nuestras ciudades son como vertederos de escombros
si las miramos con una cierta distancia.
Quizás por ello nos sintamos a salvo habitándolas.
Los carroñeros parecen indecisos ante la visión que se les ofrece.
Porque nuestras ciudades, incluso las más bellas,
son como vertederos de escombros
cuando se las mira con una cierta distancia.

Los vertederos de escombros y electrodomésticos viejos
se suelen mirar siempre de cerca.
No es fácil verlos con una cierta distancia.
Alguien se ha preocupado de que permanezcan ocultos en medio del paisaje.
Pero si alguna vez tenéis ocasión de contemplarlos con una cierta distancia,
coincidiréis conmigo en que son como nuestras ciudades,
vertederos de escombros y electrodomésticos viejos,
incluso las más bellas.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Morir es un deber


Es curioso que en ocasiones nos neguemos a reconocer el derecho a morir y que el debate sobre la eutanasia siga generando controversia, pero que por otro lado aceptemos de tan buen grado el deber de morir como acto necesario para la comunidad.

No podemos (debemos) perpetuarnos en la existencia por la sencilla razón de que han de cuadrar las cuentas. Qué lejos quedan aquellos anhelos de inmortalidad; aquella fe ciega en una ciencia que conseguiría hacernos eternos. Incluso me atrevería a decir que eso, hoy en día, ya está al alcance, aunque no para todos, por supuesto.

Una de las máximas que más puede ayudarnos a entender que somos seres sociales es que fuera de la comunidad sólo existen dioses y bestias. Está claro que no somos simples bestias luchando por la supervivencia ni mucho menos dioses regalando vidas infinitas para una partida en un juego que nosotros mismos hemos diseñado. Pero si triste es asumir que la vida eterna no podrá ser para todos, trágico es admitir que la mera existencia se esté convirtiendo en una carga para la sociedad.

No tendré inconveniente en dejar mi puesto al relevo cuando llegue el momento (y no me refiero tanto a las generaciones futuras, que vayan ustedes a saber los valores de esos pollos, como a las presentes más jóvenes que si bien tampoco es que lo tengamos muy claro al respecto, por lo menos ya están aquí) entendiendo que todos han de poder disfrutar de la fiesta y que morir es en esencia, más que inevitable o necesario, puro deber.

Eso sí, hasta entonces no nos resignemos a vivir sin la cuota de dignidad que nos corresponde por derecho.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Pornografía sin tetas ni culos


Recuerdo una clase de estética en la escuela de arquitectura. Sí, hubo un tiempo en que era materia obligatoria en el plan de estudios que debía seguir un arquitecto. Alguien ha pensado que a día de hoy resulta más útil enseñarles a cumplimentar fichas de idoneidad energética, pues ya no es requisito indispensable para la obtención del título y este curso ha dejado de impartirse, al menos, que a mí me conste, en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, que en su día llegó a tener hasta cinco profesores en dicho departamento y por la que pasaron nombres ilustres como Eugenio Trías, Félix de Azúa, Xavier Rubert de Ventós o Ferràn Lobo entre otros. Este último es el protagonista del episodio que hoy me ha venido a la memoria.

Sus clases eran apasionantes. En ellas se debatía sobre Sófocles, sobre Nietzsche contra Wagner, sobre Doktor Faustus y Visconti, sobre Apolo y Dionisos... Él nos animó a ver Muerte en Venecia, así que sólo por eso ya le estaré eternamente agradecido. No recuerdo exactamente el tema de aquel día, pero sí que en un momento dado pedí la palabra y le pregunté qué era la pornografía. En el contexto de su discurso esperaba que sus palabras me aclararan algunas dudas sobre lo demasiado explícito, sobre lo obsceno, sin que esto tuviera que referirse necesariamente a tetas y culos. Yo en esa época era un consumidor de nivel medio (quizás tirando a alto pero sin llegar a compulsivo) de lo que en lenguaje común se conoce como "porno". Su contestación me decepcionó: "Puede verlo usted mismo en las portadas de las revistas para adultos que se venden en los quioscos." La clase rió, pero a mí no me sirvió de nada esa respuesta. Me parece más interesante la definición que da el Diccionario del uso del español de María Moliner: "Representación o descripción explícita de actos obscenos en películas, revistas, libros, etc." Otras definiciones hablan en concreto de imágenes de actos sexuales que pretenden excitar. No creo que consista sólo en eso. Hay otro tipo de pornografía. La RAE habla del carácter obsceno de obras literarias o artísticas, pero me da la impresión de que esta definición se queda en lo meramente despectivo del término.

Sigo sin encontrar una definición que me convenza del todo. Quizás no exista. Pero de vez en cuando veo películas como Le Capital (2012) de Costa Gavras y me acuerdo de aquello que hubiera querido escuchar verbalizado en la respuesta de mi profesor de estética.

Obsceno, explícito, ...sin tetas ni culos.

jueves, 18 de julio de 2013

Cosa curiosa Rusia


Llegar a Mussorgsky desde Shostakovich es un itinerario sin pérdida. Con poco que se estudie la biografía de Dimitri enseguida aparece Modest como el compositor al que más admiraba. Me encanta perderme en estos paseos que nos conducen de un artista a otro, recorrido inevitable en el que nos vamos enriqueciendo con cada nuevo hallazgo.

Pero Modest Mussorgsky no habría de ser un descubrimiento. Su nombre figura con letras mayúsculas en todas las historias de la música universal. Leyendo el capítulo VII de TESTIMONIO, Las memorias de Dimitri Shostakovich relatadas a y editadas por Solomon Volkov (1979) uno siente de inmediato la necesidad de rebuscar en su discoteca. Recordaba la versión orquestada por Ravel de Cuadros de una exposición de Rafael Kubelik dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Chicago en 1951 y la original para piano solo interpretada por Ivo Pogorelich en 1997. También tenía presente el DVD de la versión completa de 1872 de Boris Godunov dirigida por Valery Gergiev para la Opera de Kirov filmada en el Teatro Mariinsky en 1990 en una producción de Andrei Tarkovsky. Apareció junto a ellos un CD de obsequio de la OBC a sus abonados en 1995 con Los cantos y danzas de la muerte acompañando a la versión orquestal de Cuadros de una exposición dirigidos por Edmond Colomer y una edición barata de esta última obra dirigida por Solti para Decca en 1981. Quizás algunas piezas más en recitales y recopilaciones de extractos junto a otros compositores, pero me pareció poca cosa para un melómano de mi rango y quise poner remedio urgentemente a ese déficit. No puede faltar en ninguna compactoteca que se precie de gusto musical, además de las anteriores obras, Una noche en el monte pelado para orquesta, Kováschina, ópera terminada por Rimski-Kórsakov, y alguna versión con intérpretes de más peso de Los cantos y danzas de la muerte y de algún otro ciclo de canciones como Cuarto de los niños y Sin sol.

Con esta lista en la cabeza salí a dar un paseo, a modo del "promenade" que en Cuadros de una exposición, la más conocida obra de Mussorgsky, une la serie de piezas, cada una de ellas representación musical de un cuadro, con una breve melodía que representa al visitante de una exposición de arte y la mutación de su estado de ánimo frente a cada lienzo que contempla. Si el compositor ruso halló inspiración en la exposición conmemorativa a su amigo pintor, Víctor Hartmann, que había fallecido poco antes a los 39 años, la mía podría ser la desaparición de todas las tiendas de discos que conocía en Barcelona. La única especializada en este tipo de música que existía en la ciudad, Castelló Clàssica en la calle Tallers, echó el cierre hace un par de años. Ahora ocupa un rincón miserable de la que está sobreviviendo pocos números más allá, dedicada a música de todo tipo, con un desánimo en sus trabajadores que invita a pensar que no durará mucho. Que yo conozca, esta fue la última. Hay que recurrir a los espacios, cada vez más reducidos, dedicados a este género en las secciones de música de los grandes almacenes. El de Virgin, hoy desaparecido por completo, era de los mejores, con un amplio catálogo y dependientes entendidos. Cuando comenzó Fnac también tenía mucha presencia, pero va a menos, perdiendo estanterías en cada visita que hago, igual que El Corte Inglés. En la sección de Discos Pelayo (después Balada, en la misma calle, hoy extinguidos ambos desde mediados de los dosmiles) también se podía encontrar alguna cosa interesante, aunque el local era de una sordidez insalubre. Hoy es un bonito decorado de cartón piedra en el que venden salchichas vienesas, o bragas, o yo qué sé. Poquita cosa se puede encontrar en Disco 100 (C/ Escorial) y en Discos Gong. Estos últimos ya han anunciado que bajan persiana a finales de julio y a los primeros supongo que no les debe de quedar mucho. Resiste alguna tiendecita especializada en otros géneros por el Raval, pero no son buenos sitios para buscar música rusa, a no ser que, como el gran Eugenio, metas a Demis Russos en este saco. "Cosa curiosa Rusia". Cosa curiosa Barcelona: más de quinientas tiendas dedicadas a la venta de sombreros mexicanos y ni una sola tienda especializada en música clásica.

Soy de los que todavía compra discos. Me gusta tenerlos y quiero que sean míos. Cuando los poseo me siento más inclinado a escucharlos. Los disfruto con mayor intensidad si suenan después de haberlos sacado de mi estantería. Llamadme tonto, pero si muchos hicieran como yo, no pintaría tan negro para los agentes involucrados en la cultura, incluidos los propios artistas. Últimamente compro por internet. Si buscas algo en concreto es difícil encontrarlo en los comercios tradicionales, sobre todo viendo cómo está el panorama en el sector, pero de Mussorgsky no quería nada demasiado específico, lo básico, sus obras más populares y conocidas, y además me apetecía hacer el paseo ("promenade"). Quizás por eso me extrañó no encontrar apenas nada, y que en muchos sitios ni siquiera tuvieran un departamento con su nombre entre Murail y Nancarrow (me hubiera conformado con alguna referencia suelta entre Mozart y Paganini). Hace tiempo que no hablo con los dependientes. Años atrás hubiera preguntado por algo de Mussorgsky y me hubieran dado información valiosa sobre versiones y grabaciones discográficas. No es poco lo que he aprendido en estas conversaciones. Pero me cuesta creer que eso pueda volver a pasar visto el perfil de los dependientes actuales y la situación en que se encuentran este tipo de tiendas. Haced la prueba con Mussorgsky: seguro que os envían a la licorería de la planta semisótano.

Y no irían tan desencaminados: Mussorgsky fue un alcohólico precoz. Con 19, después de dos años de carrera militar, ya era adicto al vodka. Abandonó el regimiento pero no la bebida, y el problema se agravó cuando sus padres se arruinaron y tuvo que subsistir trabajando como oficinista en el departamento forestal del servicio civil ruso. Tenía 25 años. También trabajó de cartero, como Bukowski, otro grande entre los rusos. Cosa curiosa Rusia. Modest Mussorgsky fue un genio incuestionable que luchó toda su vida por escribir su música y que esta se interpretara, pero el alcohol no le permitía concentrarse como un creador de su talla necesita. Seguramente sea el músico que más obra incompleta haya dejado. Tras su muerte compositores como Rimski-Kórsakov (Boris GodunovKováschina, Una noche en el monte pelado)  Ravel (Cuadros de una exposición) o el propio Shostakovich (Los cantos y danzas de la muerte) orquestaron, completaron y revisaron muchas de sus composiciones, y hoy en día es apreciado como uno de los autores más originales y con mayor talento de todos los tiempos. Me encanta la frase del compositor y pianista paisano suyo Anatoli Liadov: "Parece bastante fácil corregir los errores de Mussorgsky, pero... el resultado no sería Mussorgsky."

Que actualmente no se encuentre nada suyo en las tiendas puede ser consecuencia de factores muy diversos. No quiero achacárselo sólo al avance implacable de la incultura. La gente conoce a Mussorgsky. La gente escucha a Mussorgsky. La gente ama a Mussorgsky. Y nadie compra sombreros mexicanos.

martes, 9 de julio de 2013

Si habla la música


Llegó puntual  y reconoció enseguida la estancia que había sido escenario de tantas veladas compartidas en conversaciones memorables. ¿Algo de beber? Lo que tú tomes. Ya con la copa en la mano se observaron como en un reconocimiento tímido. Siéntate, quiero ponerte algo. Se dirigió al tocadiscos y dejó caer la aguja sobre un vinilo que parecía llevar ahí desde siempre. Inmediatamente reconoció el adagio con el que comienza el primer movimiento de la octava sinfonía. Ocupaba toda la cara del disco, lo sabía, pero aún así permanecieron en silencio escuchando con atención durante esa casi media hora. ¿Has tenido la sensación de caminar entre la desolación del campo de batalla después de la contienda? Con un gesto elocuente dio a entender que las copas estaban vacías y que él se encargaba de reponerlas mientras su anfitrión daba la vuelta al disco. CUALQUIER PALABRA SOBRE LA MÚSICA ES MENOS IMPORTANTE QUE LA MÚSICA MISMA. Antes de que terminara el allegretto habían dado buena cuenta del segundo gintónic, de modo que el tercero ya estaba servido para el comienzo del allegro non troppo, su parte favorita (incluso a pesar del pasaje central de trompeta, caja y platillo que nunca había acabado de entender). Seguían el ritmo de semicorcheas con movimientos de cabeza ágiles y acompasados, mirándose el uno al otro con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en el rostro. El largo comienza sin solución de continuidad tras un fortísimo abrumador al que sucede la calma, calma que aprovechan para apurar sus bebidas. Ha estado bien. Sí, tenemos que repetirlo. Cuando quieras. Cuando quieras, pero no dejemos que pase tanto tiempo.

miércoles, 19 de junio de 2013

La crueldad del contra-ejemplo


Ha habido grandes teorías, elaboradas con esfuerzo y rigor, que se han venido abajo por un caso particular al que llamamos contra-ejemplo; discursos bien argumentados, cuyas conclusiones derivan inequívocamente de sus premisas, pero que no han superado la prueba del cuantificador universal (para todo...) por no cumplirse en una situación concreta. Y no estoy hablando de excepciones (que han de quedar descritas y recogidas en las premisas) sino de patrones que contradicen la ley que se formula. He dicho patrones en plural pero basta con que sea uno. El tenaz predicador nos dará innumerables ejemplos que den validez a sus conjeturas, pero para anularlas sólo precisamos de un único contra-ejemplo.

Cualquier científico se haría famoso inmediatamente si encontrara una sola manzana que desafiara la ley de la gravedad. ¡Una sola! Pero eso precisamente es lo que hace irrefutable la teoría newtoniana en el modelo macroscópico: no las hay. En ese mismo intento de cuestionar leyes de la física en un nivel no cuántico (lo que llamamos mecánica estadística clásica) es interesante señalar, por ejemplo, que el comportamiento anómalo del agua entre 0º y 4º no invalida la ley de dilatación térmica de la materia, pues se trata de una excepción, no de un contra-ejemplo

Reconozco el mérito de los que proponen, de los que emiten enunciados con contenido, de los que son valientes en sus manifestaciones aún a riesgo de equivocarse pero convencidos de que llevan la razón. Que el estado melancólico sea propicio para la creación artística me parece un buen tema de discusión, pero que alguien se atreva a afirmar categóricamente que es el único estado válido para que un autor se exprese, lo considero una temeridad. Y que conste que, con el suficiente alcohol en el cuerpo, sería capaz de erigirme en defensor del postulado débil ("la melancolía es un estado propicio para la creación"), pero de ahí a atrincherarme en el postulado fuerte ("la melancolía es el único estado posible para la creación") sería necesaria una intoxicación etílica mucho más severa.

Algo así me sucedió hace unas pocas noches en una tertulia con buenos amigos y grandes conversadores. El interlocutor más vehemente nos retaba al resto a rebatirle el postulado fuerte. Ahora no recuerdo cuáles fueron los términos exactos, y es muy posible que no se utilizara la palabra melancolía, pero creo que el enunciado, tal como lo he reproducido en el párrafo anterior, es fiel al sentido de lo expuesto en aquella velada. Mis argumentos iban en la línea de que en el momento de la creación, sólo el artista sabe cuál es su estado interior. El espectador puede hacer conjeturas respecto a este a posteriori, contemplando la obra. Parece razonable aceptar que puedan existir al menos unas pocas obras artísticas que hayan sido creadas en un estado de ánimo no melancólico, digamos que en estado de alegría. A él no le sirvieron estas apelaciones al subjetivismo y nos exigió pruebas en escultura, pintura, cine y literatura, una para cada disciplina.

Para un creador no hay momento más feliz que el de la creación misma. Independientemente de las motivaciones que lleven al artista a concebir su obra (que pueden ser tormentosas, por supuesto),  el tiempo transcurrido durante la expresión artística es para el autor la auténtica felicidad. Así, acepto el reto de nuestro fogoso orador, pero no para quedarme en un mero contra-ejemplo, caso particular a menudo cruel con teorías magníficas, sino para lanzarle un órdago tan apasionado como el suyo. Mi respuesta es que su planteamiento es completamente erróneo y que muestras de que se equivoca son TODAS LAS OBRAS DE ARTE EXISTENTES, pues estas, independientemente de los estímulos que las originen, no son más que pura manifestación de la alegría de crear.

martes, 11 de junio de 2013

ANTILORZIL, prescrito para autoflagelantes


Soportaremos todo el daño que nos hagamos o que nos hagan.
Nos repondremos de cualquier agravio que nos causen o que nos causemos.
Estamos especialmente dotados para recuperarnos de los perjuicios de los que seamos objeto. Nuestro organismo tiende a regenerarse por sí solo después de los abusos, de los excesos, de las maldades o de los vicios. Basta con que le dejemos hacer su trabajo una vez hayan cesado estos.

Lástima que no funcione igual con el dolor que provocamos en los demás.
Así, convendría no pensar en nosotros mismos como si fuéramos otro.

jueves, 23 de mayo de 2013

¿Dimitri? No sonríe Dimitri


No es fácil encontrar fotografías de Dimitri Shostakovich sonriente, y en las pocas que existen parece que ría mal. Lo habitual es que se muestre serio, como quien posa a disgusto para un retrato que le incomoda. Vendría muy al caso decir que con miedo, pero yo no veo ese rasgo en su rostro a pesar de que muchos lo han considerado el artista del miedo. Razones tenía para haberlo sido, desde luego, después de que el periódico oficial del Partido Comunista (Pravda) publicara un artículo en relación a una representación de su ópera Lady Macbeth a la que, en secreto, había asistido Stalin el 26 de enero de 1936 y en el que se decía que el compositor estaba jugando un juego que "podría acabar muy mal". Esa frase debió afectar muy hondo en el joven Dimitri (veintinueve años pero maduro compositor) pues venía directamente del dictador, y por aquel entonces ya se sabía lo que quería decir acabar mal en el régimen de terror stalinista: en el mejor de los casos quedar marcado como enemigo del pueblo, cuando no arrestado o desaparecido o enviado a los gulags o ejecutado.

Pero en las fotografías anteriores a la publicación de este artículo contra el compositor ("Confusión en vez de música") también figura extremadamente serio, con esa mirada inteligente y profunda que parece estar juzgando con severidad a su interlocutor, y esto sucede incluso en los retratos de adolescencia. Porque supongo que el conflicto interior de los grandes genios está ahí desde siempre.

Son conocidos y muy numerosos los casos de cineastas, literatos y dramaturgos que tuvieron que ingeniárselas para convivir con la censura. Diría que para un músico burlar esta vigilancia ha de ser más sencillo por lo inmaterial del formato en el que se expresa artísticamente. Siempre he defendido la universalidad de la música, así no acabo de entender que pretendan convencernos de la parcialidad de algunas partituras. Sabemos que Shostakovich no fue políticamente ingenuo, pero de ahí a que su música tome partido hay un abismo. Cualquier categorización que se quisiera hacer en este sentido sería malintencionada, incluso considerando que el autor pudiera ser cómplice, que tampoco es el caso.

Hace algunas semanas emprendí la búsqueda del primer compositor y quise compartir con vosotros las dificultades con las que me encontré. Respecto al último, si aplicamos criterios semejantes a los de aquella vez, lo tengo muy claro: es Shostakovich, aunque tengamos que superar el rechazo inicial que produce saber que se dejó amedrentar durante gran parte de su vida por un régimen injusto que desconfiaba de las artes y que consideraba el experimentalismo como contrario a los intereses del pueblo. Veámoslo como puro instinto de supervivencia: se sentía amenazado, y aunque otros optaron por el exilio y desarrollar su actividad lejos de su hogar, abandonar su patria no entraba en los planes del compositor ruso, igual que tampoco lo estaba renunciar a su ideario estético.

Pero apelando a lo meramente artístico, la importancia de su obra supera con creces a la mayoría de la de los grandes nombres del siglo XX, quizás a la de todos ellos atendiendo a la cantidad, calidad y diversidad de sus composiciones. Desde la primera sinfonía que presentó como ejercicio de graduación en el Conservatorio de Leningrado (entonces Petrogrado) deslumbrando al mundo entero, hasta la última (quince en total entre las que se incluye, obviamente, alguna página de compromiso) se mide con Beethoven, de tú a tú. De la Quinta, su Heroica, con la que rompe el silencio de casi dos años después de ser señalado, y en la que algunos aprecian un cambio de estilo significativo respecto a su obra anterior, él mismo contestará a las críticas diciendo: "Tengo razón. Seguiré el camino que yo elija."

Se puede leer en algún manual que su música oscila entre la inspiración y la trivialidad, y que escribió más música "mercenaria" que cualquier otro gran compositor del siglo, y gran parte de ella (las cantatas patrióticas, la sinfonía nº 12 sobre la Revolución, las bandas sonoras) no tiene ninguna calidad.  (Keneth y Valerie McLeish, "A Listener's Guide to Classical Music", Planeta 1986). Manifestaciones de este tipo no le hacen justicia. Está claro que no todas sus obras son igual de sobresalientes, pero hay que entender que su posición no era fácil y que tuvo que hacer algunas concesiones en momentos determinados. Yo, personalmente, no pienso que esas obras sean tan malas. Quizás algún pasaje sí sea menos brillante, y estoy pensando en los de aire más militar de alguna marcha a bombo y platillo para las celebraciones del partido, pero incluso estos salen airosos (digamos que dignos) en la pluma de Shostakovich.

En su extenso catálogo asimila legados tan dispares como el formal y técnico de Beethoven, los de las escuelas nacionales (especialmente la rusa, por supuesto, de Tchaikovsky a Stravinsky), los artificios de la Segunda Escuela de Viena (Schoenberg y Berg) y las aportaciones de Bartok y Debussy. Así, en los cuartetos de cuerda mira a la cara a Beethoven, pero también a Bartok; en el resto de su música de cámara dialogará con Brahms pero también con la modernidad de Ravel; en sus óperas (obras fundamentales en el desarrollo del género a lo largo del siglo XX) flirteará tanto con Berg como con Milhaud; en la música para películas (categoría en la que es pionero) y en la incidental, conversará con Prokofiev y Stravinsky; en las canciones con Britten y Debussy; en la coral desde Rachmaninov a Schoenberg; en las suites orquestales con Richard Strauss y con Gershwin y el Jazz; en los conciertos con Sibelius y Poulenc; y en la música para piano...

Es en la música para piano donde Shostakovich reta a la historia. Para este instrumento escribe dos de las páginas más memorables que se hayan compuesto jamás para teclado, y lo hace eligiendo rivales de altura en ambos casos; dos gigantes contra los que muy pocos músicos aceptarían batirse en duelo: nada menos que Bach y Chopin.

Que en pleno siglo XX alguien escriba 24 preludios para piano al modo de Chopin sólo puede entenderse como un alarde de atrevimiento. Existían antecedentes en Debussy y Rachmaninov, pero sólo Busoni y Scriabin lo habían hecho siguiendo al pie de la letra el esquema chopiniano que exploraba el ciclo de quintas: Do mayor y su relativo La menor, Sol mayor y su relativo Mi menor, y así hasta el Fa mayor y su relativo Re menor. Así es como lo hará también Schostakovich entre 1932 y 1933, estrenando él mismo al piano sus 24 Preludios op.34 en Moscú el 24 de mayo de 1933. Aunque la obra es posterior a Lady Macbeth, aún no se había producido el incidente con Stalin y la revista Pravda, por lo que no es correcto atribuir a un cambio intencionado de estilo el lenguaje más amable de estas piezas, aunque sí es cierto que son más fáciles de escuchar para las masas que la mayoría de sus composiciones de esa época.

En 1950 se celebra el bicentenario de la muerte de Bach y Schostakovich le hace su particular homenaje escribiendo los 24 Preludios y Fugas op.87. Aquí sigue otra vez el mismo esquema de quintas de Chopin y no el de semitonos ascendentes del Clave bien temperado en dos libros de 24 preludios y fugas (48 en total) del compositor alemán. La obra se estrenó en público en diciembre de 1952 por Tatiana Nikolayeva, aún en vida de Stalin, pero con un lenguaje más abstracto que el utilizado por el compositor en 1932, aunque no por ello menos agradable para el oído de los no entendidos.

Del op.34 os recomiendo la grabación de Oli Mustonen para Decca en 1991.
Del op.87 la de Keith Jarret  para ECM en 1992. 

Schostakovich es una buena puerta de entrada a la música del siglo XX, quizás el más accesible junto a Prokofiev, Copland y Britten. Quien tenga curiosidad por descubrir su universo sonoro y el de los demás compositores que frecuentan poco o nada los programas de conciertos en nuestros auditorios, que la abra sin miedo. Dicho lo cual, aún se me hace más doloroso que sea considerado por muchos el artista del miedo, si bien es cierto que nadie, ni siquiera yo mismo, se atrevería a decir que es el artista de la risa viendo su álbum de fotografías.

jueves, 16 de mayo de 2013

Sabemos lo que hacemos



No me gusta parafrasear catecismos, menos aún viendo a muchos que siguen apelando todavía al "perdónalos porque no saben lo que hacen" cuando, ahora sí, sabemos perfectamente lo que estamos haciendo.

Pero puestos a tirar de repertorio gnóstico (o teísta o como queráis llamarlo) y sin que sirva de precedente, diría que llegamos tarde a darle la vuelta a la sentencia, pues parece evidente que el "castígalos porque saben lo que hacen" se pronunció hace ya algún tiempo.

Basta mirar alrededor para entender que el castigo es precisamente esto que tenemos, pero para eso deberíamos sacar primero la cabeza del agujero donde la tengamos enterrada, aunque sea sólo para salvaguardar esas partes que hemos dejado tan expuestas.

jueves, 9 de mayo de 2013

Billete de sólo ida a Marte


Esta es una de esas noticias que nos hacen albergar alguna esperanza: 78.000 personas se han apuntado para habitar la primera colonia en Marte, entre ellos once españoles que han enviado su candidatura al proyecto "Mars One" que pretende crear un asentamiento humano sostenible en ese planeta. ¡Y esto sólo en las dos primeras semanas desde que abrieron inscripciones! Vaya, que ni el maratón de Nueva York. Dado que la compañía holandesa se ha comprometido a tener listo el chiringuito dentro de diez años, si continúa el ritmo de alistamientos para esa fecha pueden ser más de veinte millones. Yo espero que se animen muchos más (convendría que así fuera por el bien de la Tierra, que ya somos muchos aquí), dado que a partir de 2023 se seguirán haciendo envíos cada dos años y entre las condiciones requeridas no se precisa ni formación militar ni experiencia en pilotar aviones ni siquiera estudios científicos.

Sí se requiere a los solicitantes que sean inteligentes, tengan una buena salud mental y física, y estén dispuestos a dedicar ocho años a formarse y aprender, antes de alejarse para siempre hacia su nuevo hogar. Deberán, además, tener al menos 18 años, un profundo sentido del propósito, voluntad de construir y mantener relaciones saludables, capacidad de auto-reflexión, resistentes, adaptarse con facilidad, curiosos, creativos e ingeniosos.

Oye, oye: ¡que a esos figuras los queremos con nosotros a ver si nos ayudan a arreglar algo por aquí! Porque un aspecto determinante de esta aventura es que el billete que la organización entregará a los voluntarios será sólo de ida, lo que significa que los que vayan no volverán. Parece ser que esto es debido a una serie de alteraciones en la masa ósea y muscular de los astronautas como resultado de un viaje de ocho meses en una nave espacial y por estar mucho tiempo sometidos al campo gravitacional de Marte, más débil que el nuestro, lo que les imposibilitaría adaptarse de nuevo a las condiciones de la Tierra. Así que nadie piense que están intentando ahorrarse el coste del billete de vuelta, que dinero va a haber, pues todo se va a financiar con lo que generen los derechos televisivos de la retransmisión del evento. Sí señores: un "reality show". Esa es la idea. Un presupuesto de 6.000 millones de dólares para la primera expedición y 4.000 millones para las siguientes que se conseguirán a lo gran hermano "style". Preparémonos a ver la bandera de alguna marca comercial ondear en el balcón de la Casa consistorial del primer poblado marciano cuando nos lleguen las imágenes.

Sobran personas en nuestro planeta, la Tierra, nuestro hogar y fundamento de la condición humana hasta que se demuestre lo contrario; y parece ser que algunas se han propuesto demostrarlo. Pero qué mal suena eso de "sobran". Mejor sería decir "sobramos", para que nadie nos tache de querer estar en posesión de la verdad con inclinaciones totalitarias excluyentes. En cualquier caso parece evidente que la deriva demográfica actual, con el ritmo que llevamos en el consumo (saqueo) de recursos naturales, es insostenible. Esto no va a dar para todos durante mucho más tiempo, y no resultaría muy decoroso (democrático) que alguien, una élite de vete tú a saber qué (sabios en el mejor de los casos), llegado el momento, tuviera que apuntar ideas para seleccionar a esa casta privilegiada que garantizara la supervivencia de la raza humana. Así que si alguien piensa que va a estar mejor en Marte: ¡adelante!, más aún sabiendo que el pasaje no nos cuesta ni un duro a los demás porque lo paga la tele.

Yo, por el momento, me quedo en la Tierra. No es que me guste mucho cómo la estamos dejando, pero confío (y sé que es mucho confiar, pero me anima a ello la noticia) que no llegaremos a deteriorarla hasta el punto de preferir abandonarla sacando billete de sólo ida a Marte.

miércoles, 24 de abril de 2013

Otros libros, ...otros hombres


Que leer es bueno se ha aceptado como una máxima incuestionable. Permitidme ponerla en duda, así expresada sin matizaciones. Si alguien dice que lee dos libros por semana se suele reaccionar con admiración. Los padres se sienten orgullosos de sus hijos cuando los ven devorar un libro detrás de otro, cuantos más mejor. Pero me da la impresión de que sólo importa la cantidad y que nadie se está preocupando excesivamente (y con rigor) de la calidad de esas lecturas.

La escritura es un medio de expresión que no necesariamente ha de ser mejor que la música, el cine o la televisión. Seguro que hay programas televisivos mucho más interesantes y educativos que muchos de los libros que se ofrecían ayer en los puestos de La Rambla de Barcelona. Los hay también peores, por supuesto, pero no por ello se ha de condenar el medio. Igualmente me parece injusto ensalzar los libros en general sin atender a su contenido, más aún después de lo visto en este último Sant Jordi y las estadísticas que hoy publica la prensa, en las que junto a los más vendidos en las categorías de ficción y no ficción, aparece una nueva, dicen que muy rentable, de mediáticos.

De lo que se trata es de vender, no nos engañemos. Se publica en función de las expectativas de venta, no en función de la calidad. Lo mismo sucede en otras manifestaciones artísticas: si no vendes no interesas y no tienes cuota de pantalla. Está claro que los grandes logros de la humanidad (en lo que a conocimiento se refiere) han quedado normalmente recogidos en letra impresa, pero no parece que nadie esté haciendo demasiado caso a esa literatura hoy en día. La cantidad de excrementos que se publican es equiparable al tiempo que la televisión dedica a los programas basura, y sin embargo los primeros gozan de un prestigio cultural que a los demás se les niega a la más mínima falta.

Si lo que les interesa es que compremos libros, de acuerdo, hagámoslo, pero que no nos obliguen además a leerlos, o por lo menos no esos que nos ofrecen en estas ferias. Es deprimente ver hoy la lista de los más vendidos, en cualquier categoría. ¡Cuánto me gustaría en días así que alguien publicara una lista de los mejores según criterios meramente literarios! Pero me temo que coincidiría con la de menos vendidos, y esos, a efectos prácticos, no existen.

Así que, para cuatro cosas buenas que las editoriales ofrecen a sus lectores, mi consejo es rotundo: ¡No leáis! Si hacemos balance, saldréis ganando: es pura estadísitica. De cada veinte lecturas diecinueve os embrutecerán. Supongo que más de uno no entenderá la recomendación que, sin embargo, es perfectamente comprensible y aceptada aplicada a los medios audiovisuales. Seguid comprando libros, por supuesto: estimularéis el sector y ahorraréis papel higiénico. Pero no perdáis tiempo en leerlos sin aseguraros antes de su calidad, criterio que cotiza muy a la baja en festividades como la de ayer.

Yo compré el mío, faltaría más: "Todo lo que se llevó el diablo" de Javier Pérez Andújar. Completo así la bibliografía novelística de este autor que seguramente no figurará en ninguna de las listas relacionadas con la celebración del día del libro.

"Hay en la literatura una inclinación trágica, una voluntad fatal que la precipita a encarnarse en la naturaleza, y a través de este impulso irreversible se unen los libros con los hombres y con los sueños de los hombres, y germina de esta forma un vínculo (...)".

Los príncipes valientes, 2007. Javier Pérez Andújar

A él sí que os recomiendo leerlo, porque está hablando de otros libros; está hablando de otros hombres.

jueves, 7 de marzo de 2013

De una banalidad insultante


A veces me gustaría que alguien viniera a preguntarme, por considerar que tengo algo que decir, que mi opinión es importante, que mi voz merece ser oída. Si alguna vez eso llegara a suceder (lo cual dudo mucho, viendo la deriva de lo que acontece y lo que despierta el interés en la mayoría ruidosa) ya tengo preparada la respuesta:
"Me parece de una banalidad insultante".

lunes, 25 de febrero de 2013

Buscando al primer compositor


Somos proclives a mitificar la primera vez: en el amor, en el desengaño, en el éxito, en el fracaso, en el aprendizaje, en los descubrimientos… Al hilo de esa propensión me dispongo hoy a seguir el rastro del primer compositor de la historia de la música. Para ello tendríamos que fijar con claridad, antes que nada, el significado de lo que andamos buscando, para que nadie nos diga, a la vista de lo encontrado, que definimos a posteriori o interesadamente. Daré por supuesto que sabemos lo que es la música y la historia, lo cual ya sé que es mucho suponer, pero no es este el momento de entretenernos con tales disquisiciones. Sí será relevante que nos aseguremos de estar de acuerdo sobre lo que implica el término “compositor”. A bote pronto, lo más sencillo sería decir que es el que compone, el que hace composiciones; pero, relativo a la música, interesa puntualizar que una composición no es un producto cualquiera, sino la técnica y el arte de la creación musical. Y en nuestra búsqueda, las palabras “arte” y “creación” serán determinantes, como formas de expresión de un cierto talento, de una cierta forma de ser y estar en el mundo. Buscamos a un artista, a alguien que ejercita estando dotado para ello. Insistiré en alguno de estos matices, pero no quiero ahora tardar ni un segundo más en emprender nuestro viaje.

Allá vamos.

Cuando Aristóxeno escribe sus Elementos armónicos (ca. 330 a.C.) basándose en los tratados pitagóricos sobre teoría musical, está pensando más en la naturaleza de los sonidos, su lugar en el cosmos, sus efectos y sus empleos adecuados en la sociedad, que en la creación artística propiamente dicha. Así, aunque quizás sea él el primero en llevar los sonidos a un papel (escribir música), no podemos hablar aún de composición.

Resulta evidente (así lo sabemos por los textos y la iconografía en bajorrelieves, mosaicos, pinturas y esculturas) que la música en la antigua Grecia, y después en la Roma imperial, era muy importante tanto en la vida militar, como en el teatro y la religión, siendo parte inseparable del culto a sus dioses. Pero hay que decir que los intentos de recrear en la actualidad la música griega de aquella época, han de sobreponerse, con más imaginación que fundamento, a los enormes vacíos con los que se encuentra el voluntarioso arqueólogo musical. Los fragmentos que se han conservado son escasos y de difícil lectura: algunos coros e himnos que, en las versiones discográficas existentes (y gracias a la osadía de algunos intérpretes) acaban sonando demasiado parecidos a paisanos suyos contemporáneos nuestros. Estoy pensando en Xenakis, ni más ni menos. Espero que esos valientes puedan perdonarme.

La mayor parte de esta música estaba vinculada a acontecimientos sociales que la Iglesia primitiva despreciará años más tarde, lo que acabaría dando lugar a la desaparición de estas tradiciones a principios de la Edad Media. Así, se hicieron todos los esfuerzos posibles no sólo para mantener al margen de la Iglesia esta música que podía corromper a los fieles, sino también para borrar todo recuerdo de la misma. Mientras Roma caía como imperio, la iglesia cristiana avanzaba, no diré que silenciosamente en el contexto de esta entrada. Es difícil calibrar cuánta y cuál de esa música proveniente de Grecia se incorporó a la iglesia cristiana durante los primeros siglos de su existencia, pero no cabe duda que se rechazó de forma definitiva toda aquella que cultivara simplemente el goce artístico, así los tipos vinculados con los grandes espectáculos públicos: festivales, torneos y representaciones dramáticas. El canto de himnos es la primera actividad musical registrada de la iglesia cristiana. Plinio el Joven ya informa de estas prácticas hacia comienzos del siglo II. En la época bizantina se habla de un tal San Romano el Melodo como principal exponente de los kontakion estróficos, una clase importante de estos himnos, especie de elaboración poética de un texto bíblico. Permitidme que no lo tenga en cuenta como candidato a ser nombrado primer compositor de la historia de la música.

Casi todo el corpus de canto llano que conocemos, utilizado en las liturgias de occidente, procede de fuentes basadas en versiones romanas, con añadidos y cambios hechos por músicos y copistas locales. El centro más importante de la Iglesia occidental fuera de Roma fue Milán. Su obispo desde el año 374 hasta el 397 fue San Ambrosio, el primero que introdujo la salmodia antifonal en Occidente. Más adelante el papa Celestino I la incorporó a la misa de Roma. Se trata de un modo de cantar los salmos (canto ambrosiano) en que un solista o lector entona la primera parte del versículo y la asamblea responde cantando la segunda parte. En el 387 San Agustín comenzó a redactar un tratado Sobre la Música, en el que estudia aspectos como el metro y el ritmo, la psicología, la ética y la estética de la música, y aún tenía pensado tratar la melodía. Entre los siglos V y VII numerosos papas se encargaron de revisar la liturgia y la música. En el siglo VI ya existía un coro papal y parece ser que el papa Gregorio I, que ejerció su pontificado entre el año 590 y el 604, intentó regular y normalizar los cantos litúrgicos en un orden que permaneció intacto hasta el siglo XVI, impulsando el movimiento que condujo finalmente al establecimiento de un repertorio uniforme de canto llano para su uso eclesiástico en todos los países, lo que hoy conocemos como canto gregoriano. Entenderéis que tampoco piense en él, ni en Celestino, ni en Ambrosio, ni en Agustín, como el personaje que estamos buscando, pues estos padres de la iglesia mantenían que había que valorar la música en su poder de elevar las almas hacia la contemplación de las cosas divinas, sin detenerse en la idea de que la música podía escucharse únicamente con fines de deleite estético, por mero placer. Así, se trataba de una música al servicio de la religión, sólo digna de ser escuchada en la iglesia, olvidando el disfrute que puedan producir los sonidos bellos.

Boecio (ca. 480-524) fue la autoridad en música más aclamada de la Edad Media. Su tratado De institutione musica (Los principios de la música), fue un compendio de música dentro del esquema quadrivium, de carácter preparatorio, al igual que las demás disciplinas matemáticas, para el estudio de la filosofía. Quiso destacar la influencia de la música  sobre el carácter y la moralidad, como elemento para la educación de los jóvenes, pero siempre como objeto de conocimiento antes que acto creativo o expresión del sentimiento. Tampoco será este nuestro hombre.

Otros nombres me vienen a la mente en esta búsqueda, repasando la discografía disponible de música antigua: Hildegard von Bingen (1098-1179) aún en el canto llano, con sus secuencias poéticas o con el Ordo Virtum (Las virtudes, ca. 1151), drama musical sacro no litúrgico; Léonin (ca. 1135-1201) ya en una polifonía incipiente en dos partes, con sus graduales, aleluyas y responsorios para el año eclesiástico completo llamados Magnus liber organi (El gran libro del organum) del que forma parte el conocido Viderunt Omnes, que toma para la voz grave una frase de canto llano preexistente y le superpone una segunda voz solista; y Pérotin (1180-ca. 1207) que con su organum continúa la labor de Léonin en la alternancia de canto al unísono con secciones polifónicas, ahora enriquecidas a tres y cuatro voces. Poco se conoce de sus vidas, pero por los escasos datos que nos han llegado de sus biografías y por lo que se desprende de sus obras, se me hace difícil pensar que alguno de ellos sea merecedor de ser considerado el primer compositor (o compositora en el caso de Hildegard) de la historia de la música, siempre que queramos hacer justicia al significado de esta denominación.

Los cantos elaborados, los grandes coros, los instrumentos y la danza se asociaban con los espectáculos paganos, quedando excluidos de los oficios religiosos. Pero había más música a parte de la eclesiástica, por supuesto. La notación musical no aparece hasta el siglo IX en Europa occidental. Esta es la gran dificultad con la que se encuentra el estudioso: la falta de fuentes escritas. La notación medieval es deficitaria en signos comparada con notaciones posteriores. Así, la interpretación de las obras es problemática. Además, se centra en una pequeña parte del repertorio musical. La música tradicional, de diversión o canto popular, no interesa al anotador y queda confiada a la transmisión oral. La memoria juega un papel importantísimo en estas tradiciones: la obra que no se memoriza se acaba perdiendo. Sólo podemos hacernos una idea de este repertorio por las huellas que ha dejado en el arte culto. Los ejemplos más antiguos de música profana que se han conservado son canciones con textos en latín: canciones de goliardos, entre los siglos XI y XII. Los goliardos eran estudiantes y clérigos de vida irregular, mendicantes que se movían de una escuela a otra en los tiempos anteriores a la fundación de las universidades permanentes. Vivían como vagabundos y los temas de sus textos están inspirados en el tridente de los intereses juveniles de su época (quizás también de alguna otra más reciente): vino, mujeres y sátira. El espíritu de estas obras es mordaz e informal, como se desprende de las diversas muestras recogidas en los manuscritos de Carmina Burana.

Quienes cantaban las canciones de gesta y otras formas profanas en la Edad Media eran los juglares o ministriles, clase de músicos profesionales de los que se tiene primera constancia hacia el siglo X. Se trataba de marginados sociales que erraban solos o en pequeños grupos, ganándose un precario sustento con el canto, la ejecución instrumental, la prestidigitación y la exhibición de animales amaestrados. No eran poetas ni compositores en el sentido que le damos hoy en día a esas artes. Cantaban, tocaban y bailaban al son de canciones compuestas por otros o tomadas del repertorio popular.

Sí podemos considerar que están cerca de lo que estamos llamando “compositor” los trovadores. En el Medievo, trovador era todo aquel que escribiese o compusiese algo, pero la sustancia poética y musical de estas composiciones (canciones) a menudo no es profunda, a pesar del ingenio y variedad de las estructuras formales empleadas. Una de las acepciones de “trovar” en esa época es ponerle letra nueva a una melodía existente. La transmisión de estas obras se hacía de forma oral y pocas veces quedaban por escrito. Se han conservado unos 2.600 poemas trovadorescos y alrededor de una décima parte de sus melodías. En la mayoría de casos cuesta identificar la autoría. El último y más grande de los troveros (trovadores del norte de Francia) fue Adam de la Halle (1237-1288), autor de Jeu de Robin et Marion hacia 1284, obra teatral musical conocida como pastorela, balada a modo de diálogo entre caballero y pastorcilla, normalmente adaptaciones de material popular. En esta línea también encontramos al trovador Bernart de Ventadorn (ca. 1150-ca.1180), autor de una de las canciones que mejor se ha conservado, titulada Can vei la lauzeta mover.

Con estos autores (goliardos, juglares y trovadores) creo que nos hemos aproximado bastante, pero algo me dice que tenemos que seguir buscando, sin ánimo de despreciar a estos creadores de géneros menores. Ya sé que, en cierto modo, puede parecer despectivo el mero hecho de etiquetarlos así, pero no olvidemos que estamos buscando al primer compositor de la historia de la música, y tenemos que ser tan exigentes en el análisis como respetuosos con la terminología. Admiro profundamente a algunos de ellos, pues son lo más parecido a nuestros cantautores actuales, pero se mueven en un ámbito distinto al de los grandes creadores en donde hemos de encontrar a nuestro compositor. Este no puede ser un cantautor, insisto: con todos los respetos.

Aún en el siglo XIII encontramos a ciudadanos cultos de clase media que comenzaron a cultivar el arte de los troveros. En Alemania fueron los Minnesinger, que luego serían los Meistersinger que Wagner retrataría en su ópera Los maestros cantores de Nuremberg. En Inglaterra también hubo una vida musical muy rica, pero son muy escasas las muestras que se conservan. Sí disponemos en España de más de 400 cantigas monofónicas (canciones en alabanza de la Virgen) en una colección de manuscritos compilados entre 1250 y 1280 bajo la dirección de Alfonso X el Sabio. Contemporáneas de estas eran las laude en Italia, cantadas en procesiones de penitentes, o las canciones de flagelantes. ¿Alguien se atreve a sacar de aquí a nuestro primer compositor? Yo tampoco.

Se hace imprescindible un cambio de escenario que facilite, en lo social y en lo intelectual, un modo de vida en que nuestro compositor florezca. Durante el siglo XIII se empiezan a notar los síntomas de este viraje hacia una filosofía universal que separe la razón de la revelación, lo humano de lo divino, los estados políticos del reino de Dios. De este modo se asentaron los cimientos ideológicos de la escisión entre la religión y la ciencia, y entre la Iglesia y el Estado. El mundo de la música no permanecerá ajeno a estos cambios. Ars Nova (arte nuevo o técnica nueva en oposición al arte antiguo: Ars Antiqua) será el tratado escrito hacia 1322 por Philippe de Vitry (1291-1361). Con este término se designará el estilo musical imperante en Francia durante la primera mitad del siglo XIV, siendo los músicos de la época,  al amparo de esta nueva corriente, plenamente conscientes de estar abriendo sendas en un territorio inexplorado. Se comenzó a producir mucha más música profana que sacra. El motete, proveniente de la música sacra, emergerá como forma musical adquiriendo características profanas. Algunos de los más antiguos conservados pertenecen a este tratadista, pero me resisto todavía a otorgarle a Philippe de Vitry, obispo de Meaux, el título de primer compositor. Sus escritos (Ars contrapunctii, Liber musicalium y el ya citado Ars nova) revelan su importancia como teórico, pero su obra musical, incluso aceptando que influyó notablemente en músicos posteriores, carece de la enjundia que deberíamos exigir a las creaciones de nuestro primer compositor. Son cinco los motetes polifónicos de su autoría que se incluyen en el documento musical más antiguo de la Francia del siglo XIV que se conserva, el Roman de Fauvel, un manuscrito que data de 1310-14. Se le atribuyen muchas más, pero de forma espuria. Escaso bagaje para quien ha de ocupar lugar tan insigne.

No buscamos a alguien que apunte maneras, sino a un dominador de la técnica y del arte de la creación musical, y si hay un artista que llevó ese nuevo arte a su máximo esplendor fue Guillaume de Machaut (ca. 1300-77). Su obra conocida incluye numerosas baladas, rondós, virelays, lais y motetes, todos ellos con un contenido musical altamente refinado en el que se ponen de manifiesto los logros del nuevo estilo con ingenio y maestría a partes iguales. Sus composiciones sacras sólo constituyen una pequeña parte de su producción total, pero si Machaut ha trascendido como un pionero ha sido gracias a su Misa de Notre Dame. A partir del siglo XII hubo numerosas críticas por parte de la iglesia en contra de la música compleja (polifónica). No se quería convertir la misa en un mero concierto y no querían que la ornamentación oscureciera las palabras de la liturgia. La Messe de Notre Dame, compuesta antes de 1365, es la composición más antigua del ordinario de la misa (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus Dei y el añadido Ite missa est) debida a un único compositor. Antes existieron algunos pocos ciclos anónimos, más o menos completos. Pero la misa de Machaut destaca por su unidad, sus dimensiones, por el control de la consonancia y de la disonancia en una textura a cuatro voces y por sus estructuras cuidadosamente estudiadas. Se aprecia claramente una coherencia (de enfoque y estilo) que mantiene integrados los movimientos, lo cual no había sucedido nunca hasta entonces, por haberse tratado como elementos independientes, normalmente tomados de diferentes fuentes a modo de selección, lo que daba lugar a combinaciones fortuitas. Por fin nos hallamos frente a un compositor que homogeniza el material temático para darle solidez a la obra, guardando entre las diferentes partes una estrecha relación musical. La propia creación se convierte en importante por sí misma, no por formar parte de un acto a modo de mera herramienta. La música no se pone al servicio de un estamento superior (si lo hubiera), relegando al músico a un papel de simple intermediario, sino que es el artista el que ofrece su talento a la música para que esta tenga valor por sí misma. El Así sea de casi dos minutos de su Credo, llevando al límite la filigrana melismática a cuatro voces, no creo que fuera escrito para adorar a nadie más que a su propia creación, buscando la admiración y el regocijo de los amantes de la música de su época y de las épocas posteriores. De otro modo hubiera bastado con el par de sílabas latinas del Amen al uso, en voz única y unívoca.

Aquí os dejo una de la mejores versiones que existen de la Misa de Notre Dame, a cargo de The Hilliard Ensemble.

En la bibliografía especializada encontraréis los nombres de otros músicos que con anterioridad a Machaut prudujeron sus obras musicales (Léonin, Pérotin, Hildegard von Bingen, Adam de la Halle, Philippe de Vitry…) pero una neblina de incertidumbre envuelve el análisis que podamos hacer de esas obras y de esos autores. Yo apelo a un tipo determinado de músico creador: el compositor al que nos hemos referido al principio tratando de definirlo. Sirva como muestra de ese carácter distintivo la palabra de Hildegard von Bingen: “Yo no hablo estas cosas de mí, sino de parte de la luz serena”; frente a la de Guillaume de Machaut: “Mi fin es mi principio y mi principio mi fin”. Este último es, ya no me cabe la menor duda, el tipo al que buscábamos. Guillaume de Machaut es el primer compositor de la historia de la música.

martes, 12 de febrero de 2013

Con "V" de Victoria


Después de Altamira, todo parece decadente.
Pablo Picasso.

Si una frase semejante pudiera pronunciarse en el ámbito de la música, esta sólo tendría sentido referida a Tomás Luis de Victoria, la mayor figura de la música española de todos los tiempos y, por qué no decirlo (continuando con la dialéctica del atrevimiento), de la historia de la música occidental. No simplemente otro de los nuestros: El Nuestro.

Seguramente su obra más perfecta sea el Officium defunctorum. Cuando uno escucha su Misa Pro Defunctis a seis voces, en él incluida, perteneciente a su periodo final y publicada en Madrid en 1605, siente que se halla frente a una experiencia sonora de una belleza absolutamente insuperable. Transcribo la apasionada opinión que de la obra expresa el musicólogo Samuel Rubio, encargado de su edición en 1977: "...es como un impulso, una chispa que se inflama en el primer compás y perdura con el mismo destello, con el mismo fuego, como si de una corriente eléctrica se tratara, hasta el acorde final. (...) Esta savia vivificadora no es tan sólo de orden espiritual y religioso; es también de orden musical, técnica y estilísticamente, fundiéndose ambos elementos, a modo de alma y cuerpo, de forma y materia, en tan apretado y estrecho maridaje que da como fruto la más vigorosa, impresionante y estremecedora fuerza expresiva, que de modo irresistible se comunica a los oyentes a semejanza de fluido eléctrico, vital".

Sabemos que en los últimos 15.000 años ha habido pintores que han creado obras geniales, incomparables en técnica y belleza, pero entendemos perfectamente lo que quiso decir Picasso con su famosa frase en relación a las pinturas rupestres de Altamira. Entendedme también vosotros a mí si ahora digo que después de Tomás Luis de Victoria todo parece pueril, incluso sabiendo, como sabéis, que he admirado, admiro y seguiré admirando a unos cuantos compositores colosales de los últimos quinientos años.

Por si os apetece escuchar una versión impecable del Coro del St. John's College de Cambridge dirigido por George Guest en 1968.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Más de los nuestros


Antonio Soler nace en Olot (Girona) el 3 de diciembre de 1729.
Alicia de Larrocha nacerá en Barcelona el 23 de mayo de 1923.

Antonio Soler comienza estudios de música en el Monasterio Benedictino de Nuestra Señora de Montserrat, donde entra como escolano a los seis años. A esa misma edad, Alicia de Larrrocha dará su primer concierto en la Exposición Universal de Barcelona de 1929.

En 1757 Antonio Soler pasa a la Orden Jerónima y profesa en el Monasterio del Escorial, siendo alumno de Domenico Scarlatti. Alicia de Larrocha será discípula de Frank Marshall, que a su vez lo fue de Enrique Granados. En la Academia Granados conoce a Arthur Rubinstein y a Alfred Cortot.

El Padre Antonio Soler enseña y actúa como primer organista y director del coro en el monasterio. En 1954 Alicia de Larrocha protagonizará una gira por Estados Unidos con la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y se consagrará internacionalmente.

El Padre Antonio Soler compone en una celda la música para los oficios religiosos y más de doscientas sonatas para clave destinadas a su discípulo el Infante Gabriel de Borbón, hijo de Carlos III. La reconocida estrella Alicia de Larrocha dará miles de conciertos por todo el mundo y en 1967 grabará al piano para EMI algunas de estas sonatas.

Antonio Soler fallece en San Lorenzo de El Escorial el 20 de diciembre de 1783.
Alicia de Larrocha fallecerá en Barcelona el 25 de septiembre de 2009.


No sé si es posible apuntar paralelismos destacables (a parte de los evidentes) entre las vidas de estas dos grandes figuras de la música española, pero está claro que sus biografías, al menos, convergen en esas sonatas que el compositor crea de forma tan genialmente inspirada y la pianista interpretará de modo tan superlativamente magistral. Una de las cumbres de nuestra cultura, FYI.

Aquí os las dejo por si no las encontráis en vuestra tienda de discos habitual.

jueves, 24 de enero de 2013

Una física abreviada


O somos demasiado pequeños, o todo a nuestro alrededor, en la escala cósmica, sucede demasiado despacio.

Es posible que se den ambas circunstancias pero, tratándose de una física breve, siento que no dispongo de tiempo y me sobra espacio para desarrollar la conjunción de esos enunciados.

viernes, 4 de enero de 2013

La tesis de Whorf


No existe en este planeta ningún otro animal a parte del ser humano capaz de hablar de sí mismo y de analizar de forma consciente su existencia, y esto se lo debemos al lenguaje, el atributo más importante de nuestra naturaleza.

Desde un punto de vista antropológico se ha querido ver que, debido a ello, nuestras mentes están sujetas a restricciones culturales que no afectan a la vida mental de otros organismos. Esta es una visión que yo rechazo de plano, pues soy de los que celebra la conciencia como la gloria suprema de nuestra especie que, lejos de condicionarnos, moldearnos y canalizarnos conforme a la cultura en la que vivimos, nos libera. 

Pero los antropólogos a duras penas son capaces de diferenciar lenguaje y cultura. De qué otra manera se entendería si no que un tipo dedicara toda una carrera profesional a hacer hablar a los gorilas. Claro que, para ellos, los avances en ese sentido son muy relevantes. A mí me llena de orgullo y satisfacción que el más dotado de esos simios, después de toda una vida sometido a las lecciones de esos doctores en la niebla, no haya mostrado más bagaje que el de un niño de tres primaveras.

Hasta hace 45.000 años nuestra biología y nuestra cultura habían evolucionado en paralelo: poco más que monos jugando con piedras. Si el despegue cultural comenzó entonces fue gracias al desarrollo de la capacidad exclusivamente humana para el lenguaje y los sistemas de pensamiento por él asistidos. Así, no es la cultura ni las necesidades que esta conlleva lo que favorece la evolución del lenguaje, sino que es el lenguaje, cada vez más evolucionado, el que impulsa la cultura facilitando su desarrollo, tan importante hasta nuestros días, por usar una terminología temporal amplia, pues durante el último siglo es evidente que ha habido en este sentido una alarmante recesión, por no hablar directamente de involución.

En este contexto, el lingüista Bejamin Lee Whorf planteó que las formas de los pensamientos de una persona están bajo el control de leyes inexorables de las que no es consciente, y que toda lengua es un vasto sistema de pautas, diferentes de las demás lenguas, en el que están culturalmente ordenadas las formas y categorías con las que la personalidad, además de comunicarse, analiza la naturaleza, observa o ignora determinados tipos de relaciones y fenómenos, encauza su razonamiento y construye la casa de su conciencia.

A mí esta tesis (¿por qué se empeñan en seguir llamándola "hipótesis" si se trata de una proposición a la que hoy sobran argumentos para mantenerla razonadamente?) me sugiere que mi forma de estar en el mundo, tal como yo lo concibo a través del lenguaje que utilizo, no es la misma que la de un indígena americano o la de un miembro de una tribu africana, cuyos idiomas no comparten con el mío conceptos tan básicos como, por ejemplo, la división del tiempo y del espacio. Las lenguas se diferencian por ciertas categorías obligatorias estructuradas en sus reglas gramaticales que precisamente pueden ser indicativas de algún tipo de propensión psicológica, lo que nos invita a considerar estas reglas (llamadas por los antropólogos "convenciones") gramaticales como suficientemente trascendentes. El inglés exige que se especifique el número; en las lenguas romances se indica el sexo (género) de todos los sustantivos; en otras lenguas nativas americanas se debe señalar si las cosas están cerca o lejos de quien habla y si son visibles o invisibles. ¿No os parece que esto es muy significativo respecto a cómo conceptualizan unos y otros categorías tan relevantes como los números, el sexo, o la situación de las personas o las cosas, y que esto pone de manifiesto formas muy distintas de ser en el universo?

Las lenguas cambian. En mil años el castellano actual será difícilmente inteligible para los hablantes de nuestra lengua en el futuro, igual que lo sería para los de hace un milenio. Todas las lenguas modernas son "corrupciones" de lenguas más antiguas, en nuestro caso del itálico dentro de la familia de las indoeuropeas. En un mundo global todos acabarían hablando el mismo idioma (el inglés dicen los occidentales, el chino los orientales) y compartiendo una cultura indiferenciada. Si eso se ha dado alguna vez en la historia de la humanidad ha sido en el contexto ya citado de monos jugando con piedras, escenario en el que tan cómodo se siente el antropólogo, que no el filósofo al que el lenguaje da libertad de pensamiento y no concibe sentirse atrapado en las ilusiones y mitos que con las palabras crea.