jueves, 22 de diciembre de 2011

Variaciones sobre una felicitación de Navidad


Como cada año por estas fechas llega el momento de felicitar las fiestas y aquí tenéis la tarjeta elegida por mí para esta ocasión: una bonita imagen del norte de Huesca, concretamete del ibón de Bucuesa sobre el valle del Aurín, encima de Acumuer, donde estuvimos de excursión después del verano con unos buenos amigos de la zona.

Suelo imprimir unas pocas que envío por correo a los familiares más próximos y en archivo de imagen la adjunto al correo electrónico que mando a mi lista de amigos. Hasta aquí nada que sorprenda por su especial interés.

Pero unas pocas horas después del envío por e-mail recibo respuesta de mi querido amigo JJ Mor a modo de contra-felicitación superponiendo a la imagen original otra que, como él mismo expresó, cambia ligeramente el concepto inicial.


Me gustó muchísimo su creación y me pareció que podía ser una idea interesante pedir a algunos amigos que hicieran lo mismo dándole cada uno su toque personal. Os muestro a continuación los resultados más significativos de estas aportaciones que han sido muchas y curiosísimas.

- de José Cusí:

- de Gemma Mengual:

- de Jacques Cousteau:

- de Surfer Santa:

- de Bobby Fischer:

- de Pierre Boulle:

- de Charles Darwin:

- de Bernat Picornell:

- de Steven Spielberg:

- de Hans Christian Andersen:

- de George Lucas:

- de Manel Estiarte:

- de Edward John Smith:

- de Daniel Defoe:

- de Lancaster:

- de Mireia Belmonte:

- de Dr. No:

- de Wu Minxia:

- de Martin Brody:

- de Prodigy:

- de J.L. Rodríguez Zapatero:

- de Javier Illana:

- de unos delfines:

- de Johnny Weissmüller:

- de unos chinitos:

- de Brook Shields:

- de un gondolero veneciano:

- de David Hasselhoff:

- de Félix Rodríguez de la Fuente:

- de Monsieur Laurent:

Estáis invitados a hacer la vuestra si os apetece.

Y por si aún no ha quedado suficientemente claro, felices fiestas y feliz año 2012.

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Últimas aportaciones:

- de Antonio Mercero:

- de Sebastian Bayer:

- de Pere Roca:

- de Joseph Strauss:

- de Xavier Trias:

lunes, 28 de noviembre de 2011

Uno de los nuestros


Hacia 1787 Europa silbaba indistintamente las melodías de las óperas de Mozart y de Vicent Martin i Soler. Es evidente que algo ha cambiado desde entonces, si bien no en lo que al salzburgués se refiere, que ha visto cómo su fama se acrecentaba con el paso del tiempo mientras el valenciano caía en el olvido y hoy son sólo unos pocos los que recuerdan su nombre y muchos menos los capaces de reconocer alguna de sus obras.

Pero en vida de ambos (Mozart 1756-1791; Martin i Soler 1754-1806; así que totalmente coetáneos) sus creaciones se rifaban los más importantes teatros de Europa para ser estrenadas. Llegaron incluso a compartir libretista, el gran Lorenzo da Ponte, que si para Mozart fue el escritor de su tan celebrada trilogía italiana "Las bodas de Fígaro" (1786), "Don Giovanni" (1787) y "Così fan tutte"(1790), también lo fue de la trilogía equivalente del compositor español: "Il burbero di buon cuore" (1786), "Una cosa rara" (1786) y "L'arbore di Diana" (1787).



Es más, Mozart supo reconocer el talento de su competidor (no me gusta utilizar esta expresión hablando de músicos, pero la dejo para favorecer la tensión narrativa), podríamos decir que en vida y obra, ya que en el banquete de Don Giovanni (5ª escena del 2º acto: Già la mensa è preparata) incluye un breve fragmento reproduciendo una melodía del primer acto de "Una cosa rara". Don Giovanni ha invitado a cenar al comendador, y aunque sabe que es difícil que acuda (él mismo dio buena cuenta de él en el primer acto atravesándolo con con su espada), ha hecho colocar en la mesa un cubierto para su invitado y ha contratado a unos músicos para que amenicen la velada interpretando piezas de moda de aquella época: Come un agnello, aria de una ópera de Giuseppe Sarti (1729-1802), Non più andrai del propio Mozart perteneciente a "Las bodas de Fígaro" y la citada de Vicent Martin i Soler. La del valenciano es la primera que suena y Leporello la reconoce inmediatamente: "Bravi! Bravi! Cosa rara!". No puede haber mayor reconocimiento que este para ningún músico. ¡Nada menos que citado por el mismísimo Wolfgang Amadeus Mozart en su ópera más universalmente reconocida! ¿Y os podéis creer que en España a veces se pasa por alto este detalle? En el subtitulado de las representaciones en el Teatro Real de 2006 contextualizaron el comentario de Leporello como "...es extraño..." omitiendo la alusión a la ópera del compositor valenciano. ¡Para llorar! Tampoco es inhabitual comprobar que muchas publicaciones, inlcuso las especializadas, pasan por alto esta cita.

"Una cosa rara" se estrenó el mismo año 1876 que "Las bodas de Fígaro", ambas en el Burgtheater de Viena. La del genial Amadeus se representó dos veces; la del valenciano setenta y ocho. Sus melodías sonaban en casas y calles y llegó a hablarse de un estilo en el vestir de las damas de sociedad de la época inspirado en los personajes de "Una cosa rara, ossia bellezza ed onestà" (título completo). "L'arbore di Diana" se representó en este mismo teatro de Viena alrededor de setenta veces por temporada entre 1787 y 1792, siendo una de las óperas en italiano más representadas de su época, insisto, la época de las grandes óperas italianas de Mozart.



No quiero entrar en comparaciones cualitativas, pero entiendo que Vicent no debía de ser ningún manta cuando consiguió triunfar en toda Europa, incluida Viena, más allá de lo éxitos cosechados por el genio austriaco en vida y de forma equiparable a la mozartmanía posterior. Pero a los genios (a todos ellos) hay que mimarlos para que no caigan en el olvido, y la mejor forma de hacerlo es preciamente no olvidarlos. Y cuando son olvidados en su propio país, no podemos esperar que se les recuerde en ningún lado. Hoy hay muchos que visitan Salzburgo atraídos por la figura del genial compositor. Nos han inistido hasta la saciedad para que así sea. Recuerdo que cuando yo lo visité el fervor mozartiano era apabullante, me atrevería a decir que excesivo.

Que nadie piense que me gustaría ver las principales calles de nuestras ciudades invadidas por llamativas siluetas de Vicent Martin i Soler troqueladas a tamaño real anunciando Paellador,



...pero me consta que entre eso y el olvido existen innumerables opciones de hacer mayor justicia a este gran compositor valenciano, el único que en vida consiguió, si no ensombrecer al gran Amadeus (olvidémonos de una vez por todas de esa absurda pretensión de tensión narrativa), sí al menos brillar más resplandecientemente que el propio Mozart.

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El pasado 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de la música, fallecía a los 63 años Montserrat Figueras, soprano que junto a su marido, Jordi Savall, participó en la única grabación conocida de "Una cosa rara" con Le Concert des Nations y La Capella Reial de Catalunya. Descanse en paz y gracias por todo.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Poniéndole música a un poema


Quisiera ser estrella para verte.
Y quisiera ser bosque y ocultarte.
Y ser nube del valle y abrazarte.
Y quisiera ser viento y sorprenderte.

Quisiera ser el mar. Adormecerte,
y al ritmo de mis ondas acunarte.
Y ser un alto sueño y ensoñarte.
Y ser llama de amor para quererte.

Quisiera ser la brisa que respiras.
Quisiera ser la fuente donde bebes.
Quisiera ser el río en que te miras.
Quisiera ser el aire en que te mueves.

Y yo quisiera ser, cuando suspiras,
el Pensamiento, amor, en que me lleves.

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Versos de amor de Edad Prohibida
Letra: Torcuato Luca de Tena
Música: Jose Lorente
Guitarra, güiro, natural shaker y voces (Paloma y Jose)
grabados en casa el 2 de noviembre de 2011.

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viernes, 14 de octubre de 2011

Juntos otra vez


El verano de 1984 fue tan feliz como todos los de mi infancia y preadolescencia, pero lo recuerdo ahora por la particularidad de habérmelo pasado ahorrando para comprar una fabulosa BH "Running Bull".

No fue mi primera bicicleta. Mi abuelo nos había comprado una a cada nieto algunos años antes, pero a esa edad se crece rápido y hacía tiempo que se me había quedado pequeña. Además, mis primos ya tenían últimos modelos con neumáticos de tacos todo terreno, cambio de marchas y sillines siderales, y yo no quería ser menos.

Después de las vacaciones fui con mi madre a la tienda que había en la calle Casanova, justo delante del Mercat del Ninot. Si no recuerdo mal, era a principios de octubre. Al entrar le dije al dependiente: "Quiero esa bici gris y azul del escaparate". Llevaba algunos meses viéndola desde el otro lado de la cristalera. "¿Sabes cuánto cuesta?", dijo él. "Sí: diecinueve mil novecientas noventa y cinco pesetas" respondí, y puse mi hucha sobre el mostrador. "¿Te la llevas puesta?" me preguntó bromeando. "¡Por supuesto!" dije yo muy serio. Me ajustó la altura del sillín y la posición del manillar y me explicó el funcionamiento de las marchas (cinco piñones, ¡dos más que las de mis primos!). En la misma acera delante de la tienda me monté en ella y comencé a pedalear mientras oía a mi madre (cada vez más lejos) gritar: "¡Ve con mucho cuidado. Nos vemos en casa!".

Fue una de las mejores sensaciones de mi vida: pedalear calle arriba hasta llegar a la Diagonal, circunvalar la Plaza de Francesc Macià (entonces todavía de Calvo Sotelo para casi todos, y aún hoy para muchos) y subir después por Avenida de Sarrià avanzando a toda velocidad gracias al impulso de mis piernas y sobre todo de mi entusiasmo, arrastrado por la corriente del tráfico y de mi euforia. ¡Fue fantástico!

Durante un par de años fue mi vehículo para ir a todas partes, compañera inseparable y fiel cabalgadura, pero vinieron bicicletas más modernas y ligeras, con más piñones y más platos, y después el ciclomotor... y la BH "Running Bull" quedó olvidada en una cochera de la casa de mis abuelos.

Alrededor de una década después, cuando ya prácticamente me había olvidado de ella, nos volvimos a encontrar. Curioseando por la vieja cochera vi asomar una de sus cubiertas azules tan características de entre un montón de trastos viejos y chatarra. Estaba destrozada. Alguien le había arrancado de cuajo el cambio, le habían destripado el sillín, las ruedas estaban torcidas y completamente oxidadas... Literalmente hecha polvo. Me invadió una pena terrible. ¡Cómo han podido hacerte esto! ¡Cómo he podido dejar que te hagan esto! Recogí todas las piezas que encontré y así, desmembrada y mutilada, la llevé a casa de mis padres con la intención de restaurarla algún día.

Han pasado otros quince años desde entonces. Durante este tiempo habré oído a mi padre decir al menos un centenar de veces que si pensaba hacer algo con esa chatarra y que si no, mejor sería tirarla a la basura. Yo he ido respondiendo que, si no estorbaba demasiado en la caseta del jardín, me la guardaran ahí que algún día me la llevaría para arreglarla. Y eso ha sucedido por fin. Buscando una bicicleta para regalarle a mi sobrino de diez años he recordado la ilusión que sienten los niños por sus primeras bicicletas y la que yo sentí en su día por aquella BH "Running Bull". Así que me puse manos a la obra.

Quería restaurar, no reconstruir (ya hemos hablado aquí alguna vez de la diferencia), así que tenía que aprovechar todas las piezas que pudieran recuperarse para poner la bici en funcionamiento, rehabilitarla. Después de observarla detenidamente, pensé que salvo el sillín, la cadena, los cables y pastillas de freno y las cubiertas, todo lo demás podía salvarse. Eso si algún profesional me ayudaba a enderezar las ruedas. ¿He dicho profesional? He visto poner caras muy raras a esos tipos al verme aparecer con las llantas anticuadas y oxidadas, así que mejor no contar con ellos. No entienden que alguien pierda su tiempo y dinero arreglando algo que hoy tiene un fácil reemplazo, mejor y más barato. "Sí, sí, lo sé, pero yo quiero arreglar precisamente estas, que por qué, bueno, déjelo, cosas mías."

Han sido muchas horas de desmontar y montar, nanax y muñequilla, lubricante y pintura, volver a desmontar y volver a montar, estropajo y cepillo, probar, desmontar, ajustar, engrasar, montar... Pero sin duda, lo más complicado de todo ha sido encontrar unas cubiertas azules semejantes a las que tenía la bicicleta en origen. Ayer llegaron por fin a la oficina de correos desde Reino Unido compradas por eBay rezando para que fuera un modelo compatible, y sí ¡van perfectas! Era lo único que me faltaba desde hace días. Las coloqué a toda prisa y salí hacia la tienda de la calle Casanova. Quería rehacer el trayecto de entonces. Barcelona ha cambiado mucho en estos veintisiete años (me atrevería a decir que más que mi bicicleta y yo) y no estoy seguro de que haya sido siempre para mejor. La tienda de BH ya no existe. En su lugar no hay una sucursal bancaria, como suele suceder cuando se glosan estos recuerdos, pero tampoco nada muy distinto. El Mercat del Ninot está trasladado provisionalmente un poco más arriba, en la placeta que queda detrás del Clínico, estrechando la sección en este ámbito. El tráfico es más intenso y ruidoso y, como se supone que hay carriles bici, pasa al lado de los ciclistas con muy malas maneras e increpando. Este octubre en Barcelona se están batiendo récords de temperatura desde que se tienen registros, así que hacía muchísimo más calor y sentí la sudoración mucho más intensamente. El caso es que no conseguí repetir esas sensaciones que tan gratamente recuerdo.

También hay que decir que, a pesar del esmero que he puesto en la restauración y de haberla hecho lo menos profesionalmente posible, la BH "Running Bull" no va tan fina como el primer día: ha pasado de cinco piñones a uno, pero una marcha puede ser más que suficiente si se evitan los terrenos abruptos haciendo rodeos de perfil más favorable; no frena mucho, lo cual no es un grave inconveniente si se ha aprendido a hacer una buena gestión de la velocidad y de la inercia; y el eje del pedalier crepita un poco cuando se aumenta la intensidad de la marcha, pero basta con aplicar ritmos menos intensos que reducen la fatiga y permiten llegar más lejos. Así que todo pequeñeces sin importancia después de tantos años.

Por más que me niegue a aceptarlo, supongo que tampoco yo voy tan fino como iba aquel día de octubre de 1984. También a mí me crujen los meniscos ahora más que entonces, no le encuentro la utilidad a algunos desarrollos y ya van siendo muy poco habituales las paradas en seco. Pero lo importante es que, después de tanto tiempo, volvemos a estar juntos, haciendo camino.

martes, 4 de octubre de 2011

Una canción


Parece que
quizás
aproximadamente
tal vez
y mejorando lo presente
se dice que
aún así
después
por otro lado
es más
dicho lo cual
puesto que
dado.

Se pierde mi voz por los rincones,
y sin embargo escuchas las canciones
que canto para ti.


Parece que
quizás
aproximadamente
tal vez
y mejorando lo presente.
_

Creíamos creer
si acaso
en cierto modo
comentan
sin embargo
y pese a todo
se puede concluir
a modo de resumen
y para ir terminando
se presume.

Sigues viendo sólo un espejismo,
y sin embargo exploras el abismo
que habitas junto a mí.


Creíamos creer
si acaso
en cierto modo
comentan
sin embargo
y pese a todo.
_

Es cierto que
según
llegados a este punto
mejor nos olvidamos del asunto.
Sabemos que
al final
si nadie lo desmiente
y no hay explicación más convincente.

Se pierde mi voz por los rincones,
y sin embargo escuchas las canciones
que canto para ti.


Es cierto que
según
llegados a este punto
mejor nos olvidamos del asunto.
_

Sigues viendo sólo un espejismo,
y sin embargo exploras el abismo
que habitas junto a mí.


Parece que
quizás
aproximadamente
tal vez
y mejorando lo presente.

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Parece que quizás
Letra y música: Jose Lorente
Guitarra, palo de lluvia, celesta y voces
grabados en casa el 3 de octubre de 2011.

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Reflexiones sobre Rita Malú


Si la literatura permite al soñador convertirse en su sueño, el escritor podría diseñar para sí mismo una biografía conducida por sus propios escritos. En cualquier caso no parece deseable que la vida acabe convirtiéndose en un borrador de lo que ha de escribirse (o de los sueños), y sin embargo qué hermoso resulta expresado literariamente.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

2.016 caracteres con espacios


Al salir del cine estaba lloviendo y me dejé vencer por el impulso de correr bajo la lluvia. No era exactamente deseo de correr sino más bien la necesidad urgente de hacerlo. Di unos primeros pasos aún inseguros tropezando entre la gente hasta que alcancé una parte de la acera más despejada. Las zancadas se hicieron entonces más largas a lo cual favorecía seguramente también la ligera pendiente hacia abajo de la calle en ese tramo. A medida que avanzaba veloz en medio de la multitud me sentía fuerte y poderoso y así mantuve la aceleración de mi carrera. Dejé de escuchar nada más que el ritmo de mi respiración acompasada a la cadencia rápida de mi marcha. Al ver mi imagen reflejada en un escaparate me dio la impresión de haber perdido definitivamente el contacto con el suelo y de fluir en absoluta ingravidez. Gocé infinitamente de ese instante, y del mismo modo que había arrancado a correr algunos minutos antes, me fui deteniendo poco a poco hasta quedar inmóvil bajo el aguacero en medio de la muchedumbre que pasaba a mi lado completamente ajena. El agua fue empapando mi cabellera y formando pequeños riachuelos que me acariciaban el rostro. Pensé en la sudoración de los nadadores, tan parecida a las lágrimas de los corredores bajo la lluvia. Imagino que ese pensamiento estaba íntimamente relacionado con la película que acababa de ver, aunque ahora sea incapaz de recordarla. Podría tratarse de aquel cortometraje de Jean Vigo, pero entiendo que ese detalle es meramente anecdótico. Sin embargo me acuerdo perfectamente de la gabardina que llevaba puesta y de cómo su cola ondeó majestuosa mientras duró el impetuoso avance para colgar plebeya y lúgubre después de detenerme. La lluvia persistente que me empapaba comenzó a hacerse molesta. Sólo entonces abotoné el impermeable sobre mi pecho, arrugué el cuello y caminé hacia casa como un autómata con la mirada perdida en el suelo percibiendo la gravedad de mis pies a cada paso pero sin reparar en los charcos que pisaba o que dejaba de pisar.

Para Albert

jueves, 4 de agosto de 2011

Si ellos lo niegan...


Ayer vi a un tipo en televisión hablando sobre la situación económica mundial que decía que en ningún caso podemos pensar que vamos encaminados hacia una etapa de plagas bíblicas, oído lo cual ya no me queda ninguna duda: ¡Vamos encaminados inexorablemente hacia una etapa de plagas bíblicas!

lunes, 25 de julio de 2011

Educados en el culto al esfuerzo


El talento es un valor a la baja. No se premia a los mejores, sino a los que más se esfuerzan, y de este modo la gracia permanece oculta bajo un manto de vulgaridad. Suplimos con tesón la ausencia de pericia y damos por suficiente cualquier mínima muestra de aptitud. Nos preguntamos constantemente sobre nuestras capacidades, pero desatendemos reiteradamente la búsqueda de nuestros dones, aquello para lo que estamos especialmente dotados.

Se dice que todo genio se compone de una pequeña parte de talento y una gran cantidad de perseverante dedicación, incluso algunos se atreven a cuantificar en qué proporciones se han de dar ambos aspectos. Yo no seré tan osado, pero sí me atrevería a afirmar que cualquier esfuerzo es en vano si no va adecuadamente dirigido, y que la primera muestra de agudeza consiste precisamente en ser consciente de su existencia o de su ausencia. Así, el talentoso sabrá reorientarse cuando sienta que su ingenio no se manifiesta en una determinada dirección.

Vale la pena volcarse en esa exploración con el mayor de los empeños. Yo aún no he obtenido resultados satisfactorios. Será que no me he dedicado a ello con el suficiente esfuerzo.

lunes, 4 de julio de 2011

Mano de pianista


El virtuosismo por el virtuosismo acaba siendo poco más que un alarde circense de muy escaso interés. Pero en ocasiones, esta idea general contamina los casos particulares de virtuosos que van más allá del mero exhibicionismo y a los que injustamente se desprecia por haber alcanzado la excelencia en una técnica entendiendo equivocadamente que esta no es compatible con la expresividad y el sentimiento.

Quizás como consecuencia de este rechazo, existe una cierta inclinación a admirar cualquier tipo de minimalismo, lo que da lugar a notables esperpentos en los que la vacuidad de algunos artistas es aclamada por un público de pobrísimo espíritu crítico e insaciable de banalidad.

Que se venere a algunos necios es irritante pero menos grave que el desprecio a algunos genios, y si ese desprecio viene dado como consecuencia del recurso fácil de haberlos etiquetado como virtuosos, doblemente desafortunado y cruel.

Hay obras maestras de la música cuya ejecución está al alcance de cualquier lego, y hablo de ejecución (en el sentido de poner dedos) y no de interpretación con toda la intención. He escuchado a tantos alumnos de primeros cursos de piano defenderse con solvencia ejecutando las Gymnopedias de Satie como a pianistas consagrados fracasar estrepitosamente interpretando la sonata en Si menor de Liszt. También abundan las malas interpretaciones de las Gymnopedias entre pianistas profesionales, pero no conozco a ningún principiante que se atreva a ponerle dedos a la Sonata de Liszt más allá del octavo compás. Sé que me sumergiría en terrenos pantanosos si pretendiera comparar estas dos obras sublimes, así que voy a centrarme en lo que pasa en ese octavo compás, y lo voy a hacer de la mano del pianista que a mi entender mejor ha interpretado esta sonata.

Me resulta muy fácil encontrar el CD de Krystian Zimerman en la estantería. Fue el primer disco compacto que me regaló mi padre y tiene el lomo descolorido. Después de tantos años ha perdido el amarillo intenso característico de Deutsche Grammophon palideciendo hacia un blanco parduzco que destaca entre los demás: el de Ivo Pogorelich también de Deutsche Grammophon con su amarillo original; el de Jorge Bolet; el de Leslie Howard; el de Martha Argerich; el de Sviatolsav Richter; el de Vladimir Horowitz. Mi preferido es el de Krystian Zimerman, grabado a comienzos de 1990, cuando el pianista polaco contaba con treinta y tres años de edad. Este es para mí el mejor disco para piano que se ha grabado nunca.

Subo el volumen todo lo que la convivencia vecinal permite y suena piano sotto voce el Sol más grave del teclado en la mano izquierda que apenas deja oír las mismas notas que hace la derecha una y dos octavas por encima. Silencio. Se repite el acorde y la pausa callada posterior y un frío siniestro hiela la sangre. Una sencilla secuencia descendente viene desde arriba lento assai para buscar de nuevo ese Sol profundísimo. Se repite todo de nuevo y llegamos al octavo compás en el más sobrecogedor de los silencios. El display del reproductor marca 53" cuando la espalda de Krystian Zimerman se arquea elevando hombros y brazos para iniciar el frenético ataque. Se puede oír claramente el crepitar de la banqueta al recibir el esfuerzo producido por ese movimiento crispado, decidido y poderoso.

La grabación respeta todo lo orgánico que hay en la toma de sonido (armónicos inconcebibles, fricciones, reverberaciones, chasquidos, respiraciones, incluso jadeos, pero sin caer en ningún caso en las payasadas que se concedía Glenn Gould en sus discos) y eso hace que se perciba sin merma toda la intensidad de la interpretación. A partir de este octavo compás: el delirio. Una auténtica sinfonía en un movimiento para piano solo que alterna pasajes de fuerza demoledora con otros de meditación nostálgica, de excepcional lirismo todos ellos. Una exhibición de destreza técnica tan prodigiosa como la profundidad del pensamiento musical que en ella subyace. Poesía melancólica y oscura armonía romántica como nunca antes de Liszt se había imaginado, y como muy pocas veces después se alcanzará, si es que alguna vez se ha alzanzado.

La primera vez que se escucha la sonata en si menor puede parecer que se trata de un pastiche producto del choque de pasajes de gran pericia técnica con otros más desmayados de íntima reflexión, pero en audiciones sucesivas, la constante mutación de los diferentes motivos nos hace ir descubriendo las conexiones existentes entre las partes. Cuando estas relaciones y vínculos se van revelando, la música se nos ofrece en toda su tensión emocional y peso intelectual, y esto sucede en esta sonata como en ninguna otra obra jamás escrita por alma de músico para mano de pianista.

viernes, 17 de junio de 2011

El abrazo cálido de la MPB - Ellos


Si os dejasteis seducir por el abrazo cálido de ellas, supongo que os costará muy poco hacerlo también por el de ellos en esta recopilación de canciones que completa el díptico dedicado a la Música Popular Brasileña.

AVISO PARA AUDITORIOS DESPREVENIDOS: Entre la sensualidad y la torridez hay un paso que puede ser muy corto si canta Caetano.

01 Chico Buarque - Samba e amor
02 Celso Fonseca - Alma de Pierrô
03 Caetano Veloso - Acontece
04 Gilberto Gil - Roda
05 Seu Jorge - Una mujer
06 Tom Jobim - Aguas de março
07 Jorge Ben - Chove chuva
08 Paulinho Moska - Admiraçao
09 Celso Fonseca - Por acaso pela tarde
10 Vinicius de Moraes - Deixa
11 Chico Buarque - Homenagem ao malandro
12 Caetano Veloso - Sonhos
13 Gilberto Gil - Oriente
14 Seu Jorge - Sao gonça
15 Celso Fonseca - Sem resposta
16 Tom Jobim - Chega de saudade
17 Chico Buarque - Gente humilde
18 Caetano Veloso - Sozinho
19 Tom Jobim - Falando de amor
20 Gilberto Gil & Caetano Veloso - Desde que o samba é samba
21 Chico Buarque - Eu te amo
22 Caetano Veloso - Samba e amor

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Para todos aquellos a los que gusta buscar un motivo para seleccionar una serie de piezas musicales y grabarlas en un CD que regalarán a un amigo.

Y para esos amigos que sugieren los motivos.