lunes, 28 de septiembre de 2009

Príncipes en el exilio


"(...) la separación de ciencia y literatura aparecía como un escándalo.

Escandalosa o no, ahí estaba, y los poetas se lamentaban como príncipes en el exilio, recordando melancólicamente la destruida unión de verdad y belleza.

Unión destruida porque la ciencia abandonó el camino del saber para tomar el del poder, y desde ese momento sólo el arte fue lo verdaderamente humano."


La ciencia que conquistaste, la compartes
con los espíritus superiores;
pero el Arte sólo tú lo posees.

Schiller




Este texto (incluido el fragmento del poema Los artistas de Schiller) esta extraído de la presentación que Félix de Azúa hace a su propia edición de 1976 de Los discípulos de Sais de Novalis.

En el pasaje se está refiriendo a los románticos en general hacia finales del XVIII, lo que me hizo pensar que o bien yo soy un romántico de esa época, o bien me escandalizo por las mismas cosas que ellos, sea yo lo que sea a comienzos del XXI.

lunes, 21 de septiembre de 2009

La voluntad más allá de Bartleby


Expresar la voluntad de no hacer, simplemente porque así se prefiera, es un paso decisivo en la materialización de nuestros deseos. ¡Ojalá fuéramos capaces de llevarlo a cabo más a menudo! Pero creo sinceramente que no basta. Considero que el lema de Bartleby arrastra una connotación de negatividad. Pesa sobre él una cierta abulia a la que resulta extremadamente fácil adherirse. Así, como postura filosófica, superada la efímera sensación inicial de valentía, acaba siendo débil y acomodaticia.

¿Qué os parecería que el escribiente respondiera: "Preferiría hacer otra cosa"? Porque el personaje de Melville simplemente se va consumiendo en la indiferencia, y eso no deja de ser deprimente. Si bien más lamentable es hacer sistemáticamente algo que no nos gusta, ha de haber una voluntad más allá de la del "preferir no hacerlo".

A partir de aquí, confiar en que no nos equivocaremos demasiado en la elección de la cosa a hacer, de modo que podamos pensar que ha valido la pena más que no hacer nada. Difícil ¿no? Pero nadie dijo que fuera a ser fácil.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Marchito pensil


Que nadie piense que me entristece ver cómo se marchita el en otro tiempo florido pensil. Detesto ese tipo de enseñanza y el aura que la envuelve, pero por otro lado también me ha parecido desalentador ver a todos esos chavales asistiendo a clase parapetados tras las pantallas de sus respectivos ordenadores portátiles.

Suele decirse que las nuevas tecnologías te acercan a quien tienes lejos pero te alejan del que tienes cerca, y pienso que en un modelo educativo y formativo válido el docente tiene que ser alguien sobre todo muy próximo. Si no ha de ser así, rompamos definitivamente la relación entre alumno y profesor, o (como se decía antes) entre discípulo y maestro, o (como parece que se dice hoy) entre estudiante e instructor.

Pues eso: que se queden en casita con el portátil, formándose con la wikipedia y educándose con el facebook. Los chavales encantados; los padres encantados; y los profesores... ¿A quién le importa lo que les pueda pasar a esos pobres desgraciados? Por lo menos de este modo ya no será necesario convertirlos en autoridades para que puedan contar con el respeto de los primeros, de los segundos y, me parece que también, del resto.

En cualquier caso y tal como pinta el panorama, por si alguien se ha quedado todavía con las ganas de tacharme de carca, me voy a permitir terminar con una frase que bien podría haber firmado el mismísimo Andrés Sopeña: ¡Que Dios nos pille confesados!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La reedición que mató a Michael Jackson


Hoy se pone a la venta en España la enésima reedición de los discos de los Beatles, y ya van...
Tratan de seducirnos con que esta vez es la remasterización digital estéreo que no se hizo en el 87, cuando se publicaron por primera vez en formato CD. Supongo que la versión dolby chorreaund 5.1 la dejan para el 2027.
Sin tener en cuenta a los beatlemaníacos más fanáticos del coleccionismo compulsivo este no sería un hecho histórico especialmente relevante de no ser por la diabólica trama que lo ha precedido y que paso a relataros a continuación usando nombres ficticios para evitar represalias de los personajes reales involucrados que pudieran sentirse aludidos.

Pol Malandri y Joan Lelon eran dos amigos que vivían en River Pool, una bonita urbanización a las afueras de Sant Fost de Campsentelles en la provincia de Barcelona, y se pasaban el día escuchando música de negros, tratando de emularles (imitarles; no confundir con bajárselos por el emule). Formaron una banda a la que llamaron Les Botes y enseguida tuvieron un éxito sin precedentes. Sus canciones sonaban a todas horas y se hicieron inmensamente famosos, tanto que el éxito les superó y empezaron a comportarse de forma excéntrica. Joan Lelon se lió con un cayo malayo llamado Yo Lo Como y Pol Malandri pensó que lo mejor sería disolver la banda y seguir haciendo canciones en solitario (esta fue la muestra de excentricidad de Pol, por si no había quedado claro).

Por esa época ya sonaba un grupo de negros liderado por un cantante que quería ser blanco llamado Miquel Blackson. Este personaje sin relación aparente con Pol y Joan será determinante, ya que cuando los dos amigos de River Pool decidieron disolver su imperio despreciaron completamente su pasado juntos, en un gesto de chulesca soberbia, no interesándose por sus derechos sobre las canciones que habían firmado en equipo en Les Botes, y poniéndolos en venta. Miquel Blackson, que había hecho ya una enorme fortuna en su carrera en solitario, vio enseguida la oportunidad y se hizo con estos derechos.

Pol Y Joan siguieron con la música, pero ya por separado, sin alcanzar en ningún momento el nivel de excelencia que consiguieron con Les Botes. A Joan lo asesinó un representante de la asociación de tías buenas despechadas del Parque Central, cuando su carrera musical se encontraba en el más alarmante de los declives. Mientras tanto Pol se relacionaba con lo más baboso de la aristocracia de su barrio y con alguna que otra hija de la Gran Bretaña. Sus mayores problemas (los de Pol, ya que los de Joan habían terminado, al menos en vida) comenzaron después de conocer a la sin patica Heidi. La primera vez que se acostaron ella se desenroscó la pierna y la dejó junto a la mesita de noche, y Pol, al iniciar la cópula, le espetó: "No cal que t'espatarres tanto, mujer". Seducido por este tipo de acrobacias Pol publicó su amor a los cuatro vientos, en un gesto que yo considero muy desconsiderado hacia sus anteriores relaciones (las más afortunadas descansaban ya en sus respectivas sepulturas).

La sin patica Heidi se empezó a mosquear cuando oyó a Pol en la ducha silbar la canción "¿Te lo pués imaginar?" murmurando para sí que él debía haber firmado también esa cacnión. La separación y posterior divorcio costó a Pol Malandri nada menos que 31 millones de dolores, lo cual no es poco, incluso para una de las mayores fortunas del mundo como era la de Pol ya en ese momento. Como buen vecino de River Pool, Pol no estaba dispuesto a rascarse el bolsillo por damisela tan sin patica, y es en este momento cuando planea su diabólico plan: recuperar los derechos de las canciones de Les Botes para reeditarlas por enésima vez, ahora en formato digital estéreo remasterizado etc., etc., y embolsarse una buena cantidad de dinerito con la que sufragar sus cuantiosos dolores.

El inconveniente que encontró Pol Malandri fue que Miquel Blackson no estaba muy por la labor, pero esto no le detuvo y decidió acabar con él, así sin más. En un primer momento Pol pensó en organizar a través de un intermediario anónimo 15 conciertos seguidos para Miquel, confiando en que su precaria salud no pudiera superar semejante esfuerzo. Comenzados los ensayos sus informadores le comunicaron que Blackson estaba en plena forma, por lo que decidió ampliar a 50 el número de actuaciones. Blackson seguía pletórico de enrgía y entusiasmado con el proyecto, y parece ser que hubiera podido perfectamente dar esos cincuenta conciertos seguidos, y otros ciento cincuenta más. Ante esta brutal amenaza, Pol se puso en contacto con el camello de Blackson, sabiendo que además pertenecía al club de fans de Linardo Skinardo, para ver qué le parecía que Miquel diera doscientos conciertos seguidos. El traficante creyó enloquecer y decidió pasarle a Miquel una última dosis de pureza letal.

Miquel Blackson apareció a la mañana siguiente con una palidez mortecina, pero a nadie le llamó la atención esta circunstancia. Tuvo que ser el propio Pol, impaciente, y haciéndose pasar por otra persona para no levantar sospechas, el que llamara al personal de servicio de Blackson para advertirles sobre la posibilidad de que su señor estuviera muerto, lo cual se confirmó de inmediato. Pol volvió a adquirir los derechos sobre las viejas canciones de Les Botes, las únicas que su público todavía podía soportar en sus actuaciones, y tal día como hoy vuelven al mercado, lo cual le reportará sin duda la cantidad suficiente como para satisfacer la suma reclamada por su sin patica ex-esposa, y la de todas las demás pedorras con las que se vaya cruzando por el camino desde ahora hasta el fin de sus días.

Conviene estar preparados para este nuevo bombardeo mediático y en la medida de lo posible abstenerse de caer en la trampa, aunque sea por no ser cómplices de tamaña fechoría. Y si este argumento no os convence, deciros que he tenido ocasión de oír de pasada algunos temas y me ha parecido una mezcla deleznable, incluso creo haber escuchado trompetas en el Sexy Sadie. Quizás la mano de Yo Lo Como anda detrás de esta nueva mezcla, y si no es la de ella, lo que sí os puedo confirmar es que tampoco es la de George Martin, así que a buen seguro se habrá perdido la esencia primigenia del sonido Beatle en busca de hacerlo más digerible para los tímpanos actuales, absolutamente atrofiados, claro. No me interesa. Recuperad los viejos vinilos que ahí sí que no hay engaño.

martes, 8 de septiembre de 2009

Vetado a pensadores


(...) odiaba las palabras arquitecto o arquitectura, jamás decía arquitecto ni arquitectura y, si yo lo decía u otro decía arquitecto o arquiectura, replicaba enseguida que no podía escuchar las palabras arquitecto o arquitectura, esas dos palabras no eran más que deformidades, abortos verbales que un pensador no podía permitirse (...)

Estoy tratando de descifrar el significado último de estas palabras de Thomas Bernhard, y no me basta con quedarme en que él prefiriera el uso de los términos "consructor" o "construcción" o "arte de la construcción". Últimamente me siento inclinado a considerar muy seriamente que su intención era apuntar más lejos.