miércoles, 24 de abril de 2013

Otros libros, ...otros hombres


Que leer es bueno se ha aceptado como una máxima incuestionable. Permitidme ponerla en duda, así expresada sin matizaciones. Si alguien dice que lee dos libros por semana se suele reaccionar con admiración. Los padres se sienten orgullosos de sus hijos cuando los ven devorar un libro detrás de otro, cuantos más mejor. Pero me da la impresión de que sólo importa la cantidad y que nadie se está preocupando excesivamente (y con rigor) de la calidad de esas lecturas.

La escritura es un medio de expresión que no necesariamente ha de ser mejor que la música, el cine o la televisión. Seguro que hay programas televisivos mucho más interesantes y educativos que muchos de los libros que se ofrecían ayer en los puestos de La Rambla de Barcelona. Los hay también peores, por supuesto, pero no por ello se ha de condenar el medio. Igualmente me parece injusto ensalzar los libros en general sin atender a su contenido, más aún después de lo visto en este último Sant Jordi y las estadísticas que hoy publica la prensa, en las que junto a los más vendidos en las categorías de ficción y no ficción, aparece una nueva, dicen que muy rentable, de mediáticos.

De lo que se trata es de vender, no nos engañemos. Se publica en función de las expectativas de venta, no en función de la calidad. Lo mismo sucede en otras manifestaciones artísticas: si no vendes no interesas y no tienes cuota de pantalla. Está claro que los grandes logros de la humanidad (en lo que a conocimiento se refiere) han quedado normalmente recogidos en letra impresa, pero no parece que nadie esté haciendo demasiado caso a esa literatura hoy en día. La cantidad de excrementos que se publican es equiparable al tiempo que la televisión dedica a los programas basura, y sin embargo los primeros gozan de un prestigio cultural que a los demás se les niega a la más mínima falta.

Si lo que les interesa es que compremos libros, de acuerdo, hagámoslo, pero que no nos obliguen además a leerlos, o por lo menos no esos que nos ofrecen en estas ferias. Es deprimente ver hoy la lista de los más vendidos, en cualquier categoría. ¡Cuánto me gustaría en días así que alguien publicara una lista de los mejores según criterios meramente literarios! Pero me temo que coincidiría con la de menos vendidos, y esos, a efectos prácticos, no existen.

Así que, para cuatro cosas buenas que las editoriales ofrecen a sus lectores, mi consejo es rotundo: ¡No leáis! Si hacemos balance, saldréis ganando: es pura estadísitica. De cada veinte lecturas diecinueve os embrutecerán. Supongo que más de uno no entenderá la recomendación que, sin embargo, es perfectamente comprensible y aceptada aplicada a los medios audiovisuales. Seguid comprando libros, por supuesto: estimularéis el sector y ahorraréis papel higiénico. Pero no perdáis tiempo en leerlos sin aseguraros antes de su calidad, criterio que cotiza muy a la baja en festividades como la de ayer.

Yo compré el mío, faltaría más: "Todo lo que se llevó el diablo" de Javier Pérez Andújar. Completo así la bibliografía novelística de este autor que seguramente no figurará en ninguna de las listas relacionadas con la celebración del día del libro.

"Hay en la literatura una inclinación trágica, una voluntad fatal que la precipita a encarnarse en la naturaleza, y a través de este impulso irreversible se unen los libros con los hombres y con los sueños de los hombres, y germina de esta forma un vínculo (...)".

Los príncipes valientes, 2007. Javier Pérez Andújar

A él sí que os recomiendo leerlo, porque está hablando de otros libros; está hablando de otros hombres.