jueves, 28 de mayo de 2015

De paella con Noam Chomsky


Leyendo el decálogo de Noam Chomsky sobre estrategias de manipulación me he acordado de un consejo que me dieron una vez para hacer paellas (es curioso cómo la mente en ocasiones establece ciertas conexiones): "Si eres capaz de hacer esperar a tus comensales hasta horas intempestivas como las cuatro y media o las cinco de la tarde en que muy probablemente estarán ya hambrientos, salga como salga la paella les parecerá deliciosa."

La lista en cuestión es la siguiente:

1. La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones o inducir comportamientos.

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.

9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución.

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

miércoles, 20 de mayo de 2015

No sin música


Pedidme cualquier cosa menos un día sin música. Los responsables de que el IVA cultural que afecta a la música sea del 21% son los políticos, no los músicos ni los aficionados a la música. Castiguemos a esos políticos en las urnas, pero ¿qué culpa tiene la música o los aficionados a la música? El que sea capaz de prescindir durante un día entero de la música ni es músico ni aficionado a la música. Si queréis reivindicar un trato fiscal más justo para la música hacedlo con vuestro voto, pero que no pare de sonar la música.

Suena el segundo de los Tre Ricercare (1938) de Martinu, largo, flauta, cuerda pellizcada. acordes de piano... Estoy con los checos: Janacek, Suk, Novak, Smetana. En Chequia no hay IVA para la música, ni para nada, porque no hay Euro. No sé qué impuesto grava la cultura en la República Checa, seguramente excesivo también, pero la música suena en cada esquina y fluye incontenible como la corriente del Moldava.

martes, 12 de mayo de 2015

Non habemus Herr Direktor



Para algunos, el director de la Filarmónica de Berlín es un personaje tan relevante o más que el Papa de Roma. Se trata del hombre que está al frente de la orquesta más importante (no digo mejor, que conste, aunque podría decirlo) del mundo. Seguro que la comparación no agradará a muchos beatos, pero es significativo que el sistema para la designación de ambas figuras sea prácticamente el mismo. Para el pontífice son 183 los cardenales que se reúnen en cónclave vaticano; para la prestigiosa batuta se trata de los 124 músicos que integran la orquesta los que debaten, también a puerta cerrada y con igual secretismo, sobre quién los dirigirá desde la tarima.

Ayer se debería haber conocido quién sucederá a partir de 2018 a Simon Rattle como séptimo director de la Berliner Philharmoniker. Antes de él Claudio Abbado, Herbert von Karajan, Wilhelm Furtwängler, Arthur Nikisch y Hans von Bülow, sin contar el paréntesis de Leo Borchard y Sergiu Celibidache que también fueron titulares durante el proceso de desnacificación en el que se vio involucrado Furtwängler. Todos ellos nombres de mucho peso. Quizás sea Nikisch el que menos nos suene, pero apuntaré aquí que dirigió la orquesta durante 27 años - sólo Furtwängler (32) y Karajan (35) estuvieron más tiempo - y que a él debemos la primera grabación de una sinfonía completa, la quinta de Beethoven para el sello Deutsche Grammophon en 1913.

Así que el nombre del sucesor de Rattle se espera con mucha expectación entre los profesionales y aficionados a la música. Se barajaban algunos candidatos, pero sinceramente, y esta es una opinión personal, ninguno de ellos me parecía de suficiente entidad. Tampoco se consideraba a Simon Rattle cuando fue elegido en su día, allá por 2002, y sin embargo ha dado la talla con solvencia durante estos últimos años. El caso es que no veo al berlinés Christian Thielemann (dirige en Dresde y participa anualmente en Salzburgo y Bayreuth) ni al letón Andris Nelsons (actualmente en Boston) algo más innovador que el alemán pero de gustos semejantes, demasiada tradición germana para una orquesta que ya no se mira el ombligo; pero veo aún menos a  Gustavo Dudamel ocupando el lugar de Bülow con el chándal de Venezuela. Barenboim sería idóneo si no fuera porque en el momento de la sucesión tendrá más de setenta y cinco años. Mariss Jansons, otro de mis favoritos, está en la misma situación, inconveniente grave cuando la orquesta, con una media de edad de cuarenta años, busca un compañero de aventuras a largo plazo.

No se trata tanto de elegir a una estrella. La orquesta ya cuenta con 124 estrellas en sus filas. Todos sus músicos son primeras figuras, desde el último de los segundos violines hasta el primero de los flautines. Quien se ponga al frente alcanzará celebridad más allá de sus méritos anteriores. Aprenderá de esos intérpretes excepcionales embarcándose con ellos en un proyecto fascinante. Por  tanto, sea quien sea el elegido, la designación será más un premio que una propuesta de trabajo (aunque hoy en día cualquier oferta laboral ya lo parezca).

El caso es que ayer, después de posponer el anuncio en varias ocasiones, los miembros de la Orquesta Filarmónica de Berlín no fueron capaces de ponerse de acuerdo y finalmente se pospuso la elección hasta el año que viene. Seguirán pues las especulaciones al respecto. Pensemos en un director de orquesta actual que reúna las condiciones, que básicamente se reducen a no tener compromisos con otras orquestas de prestigio a partir de 2018 y a haber colaborado en más de una ocasión en el pasado y de forma siempre satisfactoria con la orquesta berlinesa.

Me encantaría apostar por Pablo González, que ha sido desde 2010 y hasta la presente temporada director de la OBC. Estará libre a partir de junio pero no me consta que haya dirigido a la Philharmoniker nunca. Ahora dispone de un año para hacer esos méritos, porque talento, al menos por lo demostrado en Barcelona, no le falta.

Esa-Pekka Salonen y Valeri Gérgiev. Dejo caer estos dos nombres y dentro de un año hablamos.