viernes, 4 de enero de 2013

La tesis de Whorf


No existe en este planeta ningún otro animal a parte del ser humano capaz de hablar de sí mismo y de analizar de forma consciente su existencia, y esto se lo debemos al lenguaje, el atributo más importante de nuestra naturaleza.

Desde un punto de vista antropológico se ha querido ver que, debido a ello, nuestras mentes están sujetas a restricciones culturales que no afectan a la vida mental de otros organismos. Esta es una visión que yo rechazo de plano, pues soy de los que celebra la conciencia como la gloria suprema de nuestra especie que, lejos de condicionarnos, moldearnos y canalizarnos conforme a la cultura en la que vivimos, nos libera. 

Pero los antropólogos a duras penas son capaces de diferenciar lenguaje y cultura. De qué otra manera se entendería si no que un tipo dedicara toda una carrera profesional a hacer hablar a los gorilas. Claro que, para ellos, los avances en ese sentido son muy relevantes. A mí me llena de orgullo y satisfacción que el más dotado de esos simios, después de toda una vida sometido a las lecciones de esos doctores en la niebla, no haya mostrado más bagaje que el de un niño de tres primaveras.

Hasta hace 45.000 años nuestra biología y nuestra cultura habían evolucionado en paralelo: poco más que monos jugando con piedras. Si el despegue cultural comenzó entonces fue gracias al desarrollo de la capacidad exclusivamente humana para el lenguaje y los sistemas de pensamiento por él asistidos. Así, no es la cultura ni las necesidades que esta conlleva lo que favorece la evolución del lenguaje, sino que es el lenguaje, cada vez más evolucionado, el que impulsa la cultura facilitando su desarrollo, tan importante hasta nuestros días, por usar una terminología temporal amplia, pues durante el último siglo es evidente que ha habido en este sentido una alarmante recesión, por no hablar directamente de involución.

En este contexto, el lingüista Bejamin Lee Whorf planteó que las formas de los pensamientos de una persona están bajo el control de leyes inexorables de las que no es consciente, y que toda lengua es un vasto sistema de pautas, diferentes de las demás lenguas, en el que están culturalmente ordenadas las formas y categorías con las que la personalidad, además de comunicarse, analiza la naturaleza, observa o ignora determinados tipos de relaciones y fenómenos, encauza su razonamiento y construye la casa de su conciencia.

A mí esta tesis (¿por qué se empeñan en seguir llamándola "hipótesis" si se trata de una proposición a la que hoy sobran argumentos para mantenerla razonadamente?) me sugiere que mi forma de estar en el mundo, tal como yo lo concibo a través del lenguaje que utilizo, no es la misma que la de un indígena americano o la de un miembro de una tribu africana, cuyos idiomas no comparten con el mío conceptos tan básicos como, por ejemplo, la división del tiempo y del espacio. Las lenguas se diferencian por ciertas categorías obligatorias estructuradas en sus reglas gramaticales que precisamente pueden ser indicativas de algún tipo de propensión psicológica, lo que nos invita a considerar estas reglas (llamadas por los antropólogos "convenciones") gramaticales como suficientemente trascendentes. El inglés exige que se especifique el número; en las lenguas romances se indica el sexo (género) de todos los sustantivos; en otras lenguas nativas americanas se debe señalar si las cosas están cerca o lejos de quien habla y si son visibles o invisibles. ¿No os parece que esto es muy significativo respecto a cómo conceptualizan unos y otros categorías tan relevantes como los números, el sexo, o la situación de las personas o las cosas, y que esto pone de manifiesto formas muy distintas de ser en el universo?

Las lenguas cambian. En mil años el castellano actual será difícilmente inteligible para los hablantes de nuestra lengua en el futuro, igual que lo sería para los de hace un milenio. Todas las lenguas modernas son "corrupciones" de lenguas más antiguas, en nuestro caso del itálico dentro de la familia de las indoeuropeas. En un mundo global todos acabarían hablando el mismo idioma (el inglés dicen los occidentales, el chino los orientales) y compartiendo una cultura indiferenciada. Si eso se ha dado alguna vez en la historia de la humanidad ha sido en el contexto ya citado de monos jugando con piedras, escenario en el que tan cómodo se siente el antropólogo, que no el filósofo al que el lenguaje da libertad de pensamiento y no concibe sentirse atrapado en las ilusiones y mitos que con las palabras crea.

7 comentarios:

Canko dijo...

Según apuntan las voluntades sociales manifiestas, la multiplicidad de las lenguas existentes, a pesar de evolucionar hacia la simplicidad, mantendrá su periplo por las vías del desarrollo en su propia existencia, muy a pesar de los "Wert-os" de patatas que nos planten por en medio.
Es lo que dicta la requerida culturización del rebaño.

Impecable planteamiento, no obstante..

Canko dijo...

"mantendrán" quise decir..

Eastriver dijo...

Lo que a mí me llena de orgullo y satisfacción es que tus entradas, aunque espaciadas en muchas ocasiones, contengan todas una meditación tan bien trabada y nos hagan pasar un buen rato.

Soy filólogo y en la carrera nos hacían pasar las horas con las cosas prácticas. Muy poca filosofía del lenguaje, o sea que sé poco, porque después, ya de forma autodidacta, preferí el terreno de la literatura, que me sirvió para bastante, y el de la crítica histórica literaria, que me sirvió para bien poco, y además ya he olvidado (generativismo, estructuralismo, crítica de la recepción, ya sabes, todo eso, que también tiene bastante de filosófico...).

La evolución de la lengua es un tema jodido, con perdón. Jodido para la literatura. En muchas ocasiones, que siga vigente y nos emocione cierto poeta, tiene mucho que ver en cómo ha envejecido su lenguaje. Eso convierte el arte literario en algo enormemente precario, ma´s relacionado con la suerte que con el talento. Es triste pero es así.

Decía Sebastià Serrano, de todas formas, que perder una lengua equivale a perder una parte de nosotros mismos, la más importante, por esa vinculación entre cultura y lengua que algunos vemos tan clara para defenderlas, y otros ven tan clara para destruirlas.

Te mando un abrazo, con ese compromiso de conexión blógica (literaria, coño) que hace ya tanto tiempo que dura. Bon any tretze.

Carlos dijo...

Impecables razonamientos Jose. Y no digo nada más porque me hallo más cerca del gorila que tú.
Un abrazo.

Rafa Torres dijo...

Pero el lenguaje crea la inteligencia entonces???

O es al revés?

Coincido contigo en que los idiomas finalmente condicionan las culturas. Aún traducidos, los escritores alemanes no son como los ingleses. Ni los filósofos, no?

Jose Lorente dijo...

Juanjo, hay que invertir esas involuciones, aunque parece que algunos están "inwertiendo" en ellas.

Ramon, gracias por aportar tu punto de vista filológico, tan importante en estas cuestiones. Quizás el filósofo tenga una visión más amplia, pero lo que me ha quedado muy claro al adentrarme en estas cuestiones es que la del antropólogo es muy reducida.

Carlos, llámalo cinefilia, pero te acabo de imaginar a lo Fay Wray en manos de King Kong. ¿Te referías a eso, no?

Rafa, no he querido hablar en ningún momento de inteligencia por no meternos en líos mayores. Está claro que la inteligencia ha sido clave en nuestra evolución y nos ayuda en todos los sentidos, pero no era el tema de la entrada. Fíjate que hablo de vida mental, capacidad de análisis consciente, bagaje, despegue cultural, sistemas y formas de pensamiento, propensiones psicológicas, conceptualización de categorías, conciencia, y sobre todo de formas de estar en el mundo y de ser en el universo, pero no he querido usar en ningún momento el término "inteligencia". Evidentemente las diferentes inteligencias pueden influir en los modos de ser o de estar, pero la entrada no va de eso. Sí me atrevería a decir que hay lenguajes más ricos que otros, pero eso no significa que sus usuarios tengan inteligencias diferentes, simplemente tendrán distintas formas de conceptualizar su manera de estar en el mundo. Hay tribus de indios americanos que tienen palabras para contar sólo del uno al cinco. A partir de ahí dicen "muchos". En el uso habitual de su lenguaje (llámalo más primitivo si quieres) y en sus formas de vida no necesitan definir con precisión por encima de cinco. Saben que hay más cantidades, tienen inteligencia para comprenderlas, pero no necesitan palabras para nombrarlas, o les basta englobarlas en un genérico "muchos". Seguramente a ellos les resultará más útil tener nombres para más de treinta tipos de verdes de la vegetación que les rodea o tantos otros grados de humedad y acidez de las raíces que se comen, porque esto les ayuda más a relacionarse con su medio. Quizás pongan mayor esfuerzo en diferenciar cualitativamente otros aspectos de su existencia y no tanto cuantitativamente. Pero no caigamos en el error de pensar que los filósofos (vengan de donde vengan y hablen la lengua que hablen) son más listos por haber disertado sobre la metafísica del ser. Cuéntale al jefe de la tribu que "todo (lo que es) es" en su idioma y después me dices qué nota te pone en su test de inteligencia.

Muchas gracias a todos por pasar por aquí y comentar. Feliz año y hasta pronto.

Jose Lorente dijo...

"Los límites de mi lenguaje significan los límites del mundo".
WITTGENSTEIN