Suele decirse que la melancolía es un estado de ánimo propicio para la creatividad, y seguramente Robert Schumann es el gran paradigma de este postulado. Pocos entendieron como él que la música es esa forma de expresión que se diferencia del lenguaje verbal en que revela inmediatamente los sentimientos. A juicio de muchos críticos fue el más romántico de los románticos, si bien él mismo entendía que ese calificativo era sólo aplicable a los músicos que llevaban dentro de sí a un poeta. Pero un poeta que no se manifestaba mediante palabras, ya que cuando el verbo alcanza cierta altura, deja de decir... ¡y canta!
Desde este punto de vista, el dolor queda vinculado estrechamente a la música a partir del momento en que se sumerge en el ámbito de lo que no puede decirse, del silencio, y este es un elemento básico en el romanticismo schumanniano: la estética del dolor (que no del sufrimiento, pues éste da paso al placer cuando se extingue, mientras que aquél persiste sin esperanza). Buscaba el refugio que le ofrecía la música utilizándola como terapia en sus procesos psicóticos, y el principal efecto de ese silencio es la escisión que conduce al despiece, al culto por el fragmento y por el aforismo.
El Schumann más genuino es el de estas pequeñas piezas anteriores a la sinfonía "Primavera", previas al matrimonio con Clara Wieck a partir del cual comenzó a batallar con las grandes formas heredadas de la tradición clásica. Que nadie piense que minusvaloro las obras posteriores al op. 38, pero se trata ya de un compositor sustancialmente distinto: un loco que escribía como un cuerdo; una cordura que, a la postre, le haría enloquecer.
Otros muy cuerdos adoptaron el papel de genios locos, de inspirados talentos elegidos por la generosidad de los dioses, amigos íntimos y confidentes de las musas. Robert Schumann los despreciaba a todos por igual, adoradores de fuegos fatuos, siervos de la pirotecnia, grotescos divos que hubieran perdido todo su encanto presentándose en público ocultos tras una cortina. Aunque es muy probable que ellos, en su necedad, interpretaran ese desprecio como uno más de sus desvaríos.
Y puestos a desvariar de puro deleite, acompañemos este homenaje con el andante del cuarteto para piano en mi bemol mayor, op.47, para que veáis que no me olvido, ni mucho menos, de su producción posterior a 1841, lo cual sí sería, a todas luces y en el sentido más clínico de la palabra, una verdadera locura.
8 comentarios:
La música es, para mí, la más sublime de las artes, la que mejor maneja las emociones y las nombra sin recato. Si existiera la reencarnación, me gustaría ser músico.
En cuanto a Schumann, me gusta este músico lírico. Pero no es mérito, porque no existe música que no me llegue.
Un abrazo, querido Jose.
Ya en el siglo XIX, el médico y criminólogo italiano Cesare Lombroso vino a concluir que la mayoría de los grandes hombres padecieron trastornos neurológicos o psiquiátricos. Es más, creyó encontrar una relación entre genio y epilepsia, como si esta
enfermedad fuese un tributo inexorable que todo hombre de gran talento debía pagar.
Me ha parecido éste un bonito homenaje a uno de esos "locos egregios" que son capaces de expresar en palabras, imágenes o notas musicales aquello que con su sensibilidad privilegiada pueden llegar a percibir.
Mi profesora de historia de la música, una mujer adorable a quien en mi supina estupidez nunca le presté la debida atención, nos pedía siempre que dibujáramos lo que la música nos sugería. No le importaba la calidad del dibujo, gracias a Dios, sólo el sentimiento que reflejase. Schumann era uno de sus favoritos porque decía que decía tantas, tantas cosas que eran imposibles de dibujar :)
Feliz fin de semana, Jose. Saludos a Monsieur.
La música clásica no es lo mío. Pero se ve que es lo tuyo, Jose. Chulísimo texto.
Hay mucho loco falso. Y algún genio sinceramente pirado.
Un abrazo.
He llegado desde casa de Isabel, y como soy una ansiosa he querido leer todo de golpe... volveré para irte leyendo que me parece muy interesante.
Encantada del descubrimiento.
Un abrazo.
Locura y cordura, sin límites claros, han dado lugar a excelentes obras artísticas. Casi podrái decirse que toda obra artística nace de ese territorio tan poco acotable que es la frontera entre ambos. Incluso nuestros actos más inspirados se generan ahí mismo.
En el caso de Schumann, la locura no fue buena compañera y Clara, su esposa, tampoco.
Fue muy desgraciado, con doble personalidad, Eusebio y Florestán. Hablaba con ángeles, se arrojó al Rhin, murió solo despues de dos años de sufrimiento. Una pena de vida.
Has seleccionado una perla, el andante del cuarteto Op.47 . Tengo las versiones del Trío Beaux Arts y la del Cuarteto de Cleveland.
Tengo que añadir alguna de sus obras maestras por si alguien quiere zambullirse en su música. Con tu permiso, Jose: Carnaval, Escenas de niños, Estudios sinfónicos, Concierto para piano, Sinfonía nº3 Renana, Amor de poeta, Amor y vida de mujer...
Grande Schumann y grande Lorente.
Un abrazo.
Hoy Schumann hubiera cumplido 200 años. Felicidades Robert.
Isabel, existe también la música despreciable que seguro que no te llega, así que no le quites mérito a Schumann (sé que no lo haces) por haber conseguido hacer excelsa la suya para que te guste, y tampoco a ti misma por saber reconocerla y disfrutar de ella.
Estrella, tu comentario aporta muchísimo a la entrada, tanto que va incluso más lejos de donde yo había pretendido llegar. ¿Para cuándo tu propio blog? Estoy convencido de que tienes muchas cosas que decir y, en éste y otros comentarios, pero sobre todo en éste, las dices muy bien y da gusto leerlas.
Almalaire, yo tampoco hacía mucho caso a mi profesora de historia de la música. Era una especie de valkiria que cuando menos te lo esperabas se ponía a cantar con su voz de mezzo-soprano afónica. Pero la música ya me interesaba muchísimo entonces, incluso a pesar de esa buena señora.
Blanco, disfruto mucho con la música, no sólo con la clásica, pero eso sí, siempre que haya sido compuesta desde el buen gusto y con pasión. No es más de lo que le pido al resto de artes y, como ves, tampoco exijo cordura.
Paloma Corrales, bienvenida y nos encantará verte más veces por aquí. La referencia que te ha traído es inmejorable.
Ramon, los límites suelen ser territorios enormemente sugerentes, ya que permiten tener al alcance las virtudes que ofrecen ambos lados (aunque también hay que saber protegerse de los defectos, claro; un bonito reto en cualquier caso).
Thornton, el tema de Clara es controvertido, y aunque es innegable que ella hizo mucho como intérprete por dar a conocer la obra de su esposo, estoy de acuerdo contigo en que, en vida del compositor, no favoreció del todo su tarea creativa, quizás precisamente por animarle a enfrentarse con esas grandes formas en las que no se desenvolvía tan bien. ¿Y qué me dices del suegro? ¡Menudo elemento!
Conozco la versión del Trío Beaux Arts que es excelente. No conozco la del Cuarteto de Cleveland. Propongo también una versión curiosa del Julliard Quartet con Glen Gould al piano, única pieza del músico que grabó el canadiense en toda su carrera, ya que despreciaba la música de Schumann igual que la de otros románticos como Schubert, Chopin, o cualquiera que exigiera no usar los dedos como mazas sobre el teclado. Por suerte el piano tiene una presencia discreta en este movimiento y apenas se aprecia este desagrado, pero vale la pena porque las cuerdas están soberbias y son ellas las que llevan todo el peso. Fue el inicio de una hermosa enemistad entre Glen Gould y el Julliard Quartet, y esta grabación, si no la mejor, evidentemente, sí muy interesante.
El concierto para piano es para mí su mejor obra orquestal (Zimmerman con Karajan y la Filarmóinca de Berlin). Respecto a tu penúltima frase, que agradezco, dejémoslo en grande Schumann.
Muchas gracias por vuestros comentarios que, como ya sabéis, recibo siempre con entusiasmo y un abrazo muy fuerte para todos.
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