lunes, 16 de enero de 2012

Il Secondo Libro di Toccate de Girolamo Frescobaldi


Si un desconocido de repente te regala flores, eso es "Impulso". ¿Os acordáis del anuncio publicitario? Me ha venido a la cabeza pensando en cómo explicar que alguien de repente te suelte el rollo sobre El segundo libro de tocatas de Girolamo Frescobaldi. No sé si será impulso, pero desde luego mucha gente agradecería en ese momento al menos un empujoncito para salir disparado en dirección contraria.

Pero el caso es que a mí hoy me apetece escribir sobre este músico italiano nacido en Ferrara en 1583, una de las figuras más relevantes de la música para teclado anteriores a Domenico Scarlatti, que es como decir de la historia de la música en general. Espero hallar en alguno de vosotros un interlocutor interesado (no interesados pasar directamente al penúltimo párrafo).

Se conoce poco y mal la música anterior a Bach, y esto es especialmente injusto teniendo en cuenta que Johann Sebastian no inventó nada. Podría decirse que fue un sabio compilador, pero me horroriza escuchar en algunos corrillos que la música occidental comienza en él. ¿Qué hay de Palestrina, o de Victoria (otro de los nuestros, por cierto), o de Tallis, o de Desprez, o de Lasso, o de Dowland, o de Gesualdo, o de Machaut, o de tantos otros? Frescobaldi los asimiló a ellos como Bach después lo asimiló a él y a sus avances en contrapunto, jugando así un papel fundamental en la transición del Renacimiento al Barroco.

En 1627, un Girolamo Frescobaldi de 44 años estaba en la plenitud de sus facultades. Por esa época desempeñaba el cargo de organista en la iglesia más importante del mundo, la de San Pedro en Roma, y estaba muy solicitado tanto como intérprete como profesor. También los editores ansiaban publicar sus creaciones. Después del éxito conseguido en 1615 con su primer libro de tocatas, se siente con la confianza suficiente como para preparar un segundo volumen, una colección más ecléctica que la anterior. Contiene once tocatas para comenzar (el primero lo formaban doce, las diez primeras para clave y las dos últimas para órgano) y un madrigal que sustituiría a esa duodécima tocata del primer libro, pero continúa con seis canzonas, tres himnos y magnificats, un aria, cinco gagliardas, otro aria, seis correntes y dos partitas. Son estas últimas piezas las que marcan la diferencia, especialmente los cuatro conjuntos de himnos y magníficats en los tres modos eclesiásticos, variaciones para órgano intercalados con los versículos en canto llano de la liturgia de Vísperas. ¿Queda algún interlocutor interesado por ahí? Sigamos.

El término "toccata" proviene del italiano "toccare" (tocar), y el género se desarrolla a partir de las improvisaciones que los intérpretes ejecutaban en sus instrumentos de teclado (claves y órganos), tanto en la iglesia como en sesiones domésticas de cámara. Las tocatas de este libro segundo son más sólidas que las de su predecesor, más estructuradas y al mismo tiempo más variadas. Las dos primeras están en modo dorio común transportado de Re a Sol, parecido a nuestra moderna escala de Sol menor, ambas para ser interpretadas al clave. Después de Bach será difícil escuchar otros modos que no sean el jónico y el eólico (escala mayor y menor naturales), eso sí, desarrollados hasta la obsesión durante doscientos años por los más esforzados compositores occidentales. Tendremos que esperar hasta el impresionismo, especialmente con Ravel y Debussy, para recuperar con verdadera intención armónica estas escalas. Pero la riqueza que ofrecen estos otros modos arcaicos está bien presente en estas tocatas de Frecobaldi: la tercera y cuarta (llamdas de elevación por el momento de la liturgia en que son interpretadas) para órgano en modo dórico y eólico respectivamente (la cuarta en el registro de voz humana que consigue un efecto inquietante de inmaterialidad, atmósfera muy apropiada en este episodio de la celebración); la quinta y la sexta también para órgano en mixolidio y lidio respectivamente, deberían resultar impactantes en San Pedro con el instrumento a todo fuelle por su uso de escalas, arpegios y movimientos cromáticos; la séptima que vuelve al clave y al modo dórico es una de las más conseguidas de la serie, incluyendo un mini-ricercare (precursor de la fuga barroca) en el tramo central; la octava, al órgano, que para mayor claridad, lleva el subtítulo de "di durezze e lagature" ("con disonancias y suspensiones") rastreando las diferencias de intervalo en temperamentos no equivalentes, es en modo lidio, igual que la novena, para clave, que explora los ritmos reclamando una mayor independencia de ambas manos sobre el teclado; y las dos últimas, también para clave, vuelven al modo de las dos primeras, desarrollando figuras en modo de Re dórico y y Sol mixolidio respectivamente.

Las seis canzonas siguientes pueden interpretarse tanto al clave como al órgano, y sólo en las dos últimas podemos hablar del tan conocido y familiar modo jónico (el modo mayor natural, iba a decir "de toda la vida" pero dejémoslo en "de Bach a Brahms").

Los Himnos de Vísperas eran las piezas de canto llano mejor conocidas por los compositores del siglo XVII. Sabemos que Frescobaldi literalmente copió los de Palestrina y Victoria, los gigantes del estilo romano de finales del XVI, para este segundo libro de tocatas, alternando los versos en cantus firmus con las melodías estróficas en el contrapunto para órgano. Los himnos son Lucis Creator optime para las Víperas de domingo, Exultet coelum laudibus para las fiestas de los apóstoles, Iste confessor y la bien conocida Ave maris stella para las fiestas de la Virgen María. En los tres magnificats se aplica una técnica similar, tomando del canto llano las melodías para el órgano en elaborado contrapunto.

Las arias incluidas en este segundo libro de tocatas son variaciones sobre temas populares, la primera ("Aria detto Balletto") concebida para la danza, y la segunda ("La Frescobalda"), tratada de un modo similar, creada a partir de una melodía del propio compositor. Me resulta divertida esta autocita. Hemos oído hablar de las bachianas, o de las schubertiadas, pero se trata de homenajes hechos con posterioridad a la vida de los compositores a los que aludían. Parece que Frescobaldi se lo quiso hacer a sí mismo en vida, por si acaso. No me extraña nada de un genio que se deja retratar con esa mirada tan expresiva, me atrevería a decir incluso que con cierta guasa.

La primera edición de 1627 de este segundo libro continúa con cinco gagliardas y seis correntes, ejemplos de música de danza de su época que en manos de Frescobaldi resultan sofisticadas miniaturas decoradas con figuras similares a las utilizadas en las tocatas, y termina con dos partitas o variaciones sobre dos de las formas más comunes de su época, la ciaccona y la passacaglia, ambas de origen español y basadas en una línea de bajo de cuatro notas. Se trata de reelaboraciones de trabajos de juventud que aparecieron en la primera edición de este segundo libro, pero que en ediciones posteriores fueron sustraídas para pasar a formar parte de las ediciones revisadas del primer libro de tocatas de 1637.

Música que resume lo anterior a ella y anticipa lo que vendrá después. Una escucha necesaria para aquellos que piensan que antes de Bach no hubo nada y si lo hubo, no vale la pena escucharlo porque ya está incluido en él. La música modal queda limitada en Bach, constreñida a las tonalidades mayores y menores. Se adentró en dos puertas que a su vez abrían otras muchas con sus posibilidades exponenciales y que dieron muchísimo trabajo a doscientos años de músicos después de él, pero había cinco puertas más que quedaron cerradas y que nadie se atrevió a reabrir hasta mucho después, cuando su modelo quedó agotado.

Termino con una reflexión acerca de modelos que se agotan o que siguen vigentes o que se recuperan, sin ánimo de que se ofendan los aspirantes a modernos: falta todavía por escribir mucha buena música en Do Mayor.

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Ha muerto Gustav Leonhardt, él hubiera sido un interlocutor válido, pero parece ser que ni los especialistas más curtidos son capaces de soportar mis disertaciones.
Aquí tenéis una interpretación suya al clave de la Canzona Quarta.
Descanse en paz y gracias por todo.

4 comentarios:

Daniel Domínguez dijo...

Te agradezco el impulso que me ha llevado hacia Frescobaldi de la mano de tu estupenda lección. Ya me está tardando escucharlo.
Un abrazo.

Isabel Martínez Barquero dijo...

No he escuchado mucho a Frescobaldi, pero tu entrada me anima a hacerlo.
Coincido contigo en que la música no empieza con Bach. Antes, hubo magníficos compositores, como Palestrina y Tomás Luis de Victoria, que citas y sí he escuchado bastante, sobre todo al último, por el que siento gran admiración. También me gusta Monteverdi, casi coetáneo a Bach, aunque algo anterior.
Incluso, antes, hay una música que muchos pueden considerar menor y a mí me encanta: los madrigales.

Jose, bordas las entradas musicales, transmites tu entusiasmo y nos haces aprender muchísimo, lo cual te agradezco siempre. Eres un lujo, amigo.
Un beso.

Carlos dijo...

Vaya lección musical. Me la he leído de principio a fin para poder escuchar con la atención necesaria.
Al menos saldré de esta lección con la palabra "frescobalda" en la mente.
Un abrazo.

Jose Lorente dijo...

Gracias por pasar por aquí y comentar. Si la entrada ha servido para despertar vuestro interés me siento más que satisfecho.
Un abrazo fuerte y hasta pronto.