jueves, 15 de mayo de 2014

Condición de posibilidad


Definir lo que es la vida se ha convertido desde siempre en una aspiración recurrente para poetas, trovadores, filósofos y tertulianos. Hay un intento muy divertido escrito en chapa de acero junto al río Besós como bienvenida a Santa Coloma de Gramanet en el parque fluvial al que voy a correr de vez en cuando. Dice así: "Viure es provar-ho infinites vegades." (Vivir es probarlo infinitas veces.)

Ya se esté refiriendo a intentarlo o a degustarlo (por el contexto del poema de donde se ha extraído la frase, creo que el autor va más por lo de tentativa), lo controvertido aquí es el cuantificador: ¿disponemos de tiempo para que nuestros intentos sean infinitos? Diría que pueden ser muchos, pueden ser constantes, pueden ser tenaces e intensos, podemos intentarlo hasta la extenuación, podemos intentarlo todo, pero nunca infinitas veces. Algo así sólo cabría en una vida infinita y, si hay algo que sabemos con certeza acerca de la vida, es su finitud. (Creyentes absténganse de participar en esta discusión, o pidan cita para la otra vida.)

Correr, sin música, como yo lo hago, invita a pensar, y al pasar por el punto en que se encuentra la frase, a la ida y a la vuelta, y a veces a la reída y a la revuelta, hago estas reflexiones sobre su significado. Algunos me dirán que me quede con la intención literaria, con el sentido poético, pero eso sería tanto como renunciar al valor de verdad que pueda tener, y a la poesía, como a toda literatura, hay que exigirle valor de verdad, por lo menos a la buena.

Yo también hice aquí mi aportación. Dije entonces que la vida era un regalo, un premio, quizás por haber sido, al menos una vez, el espermatozoide más rápido. Miro alrededor y no veo más que premiados, todos con su regalo debajo del brazo. ¡Y yo que me creía un privilegiado! ¡Un escogido! La vida ha de ser otra cosa, puesto que existe gente que no se siente agraciada por el mero hecho de vivir. Todos disponemos de ella, ya sea premio o castigo, y de nosotros depende convertirla en un regalo o en una putada. Para ello tenemos todo el tiempo del mundo, una existencia entera, que es mucho, pero no ilimitado. (Pongamos que la mitad de todo el tiempo del mundo para los que se encuentren, como yo, entre la primera y la segunda parte.)

Lo intentaré de nuevo, quizás más prudente que hace cinco años, pero no menos vitalista, y lo vuelvo a intentar, y volví a intentarlo, y lo habré intentado, y lo intentaré, y podré decir que lo sigo intentando, porque la vida es precisamente eso, simplemente eso, sobre todo eso: condición de posibilidad.

1 comentario:

Carlos dijo...

El solo hecho de intentar vivirla ya es razón suficiente para que valga la pena la vida. Se podría decir que los seres humanos estamos condenados a vivir, pero que condena más dulce.
Me gustan tus reflexiones de filósofo de calzón corto y zapatilla.
Un abrazo.