martes, 29 de diciembre de 2009

¿Dónde está todo ese tiempo?


Los avances de la técnica nos han permitido ser más eficientes, o eso dicen, pero vamos a creérnoslo porque parece innegable. Así, con nuestros ordenadores, maquinaria industrial, medios de transporte, telecomunicaciones, etc., conseguimos hacer más rápido y mejor (no, mejor no, dejémoslo simplemente en más rápido) lo que hace unos años costaba sudor y lágrimas realizar a esforzadísimos y tenaces profesionales.

Yo recuerdo que cuando comencé en esto de la arquitectura aún se dibujaba a mano. Estoy convencido de que hoy, gracias a los ordenadores, programas informáticos e impresoras, voy ocho veces más rápido que entonces. Eso quiere decir que si antes tardaba ocho horas en dibujar un plano ahora tardo sólo una. Y algo parecido le sucederá a todo profesional que haya visto cómo los avances técnicos, sean estos cuales sean, han ido introduciéndose en su sector, ya se trate de cosechadoras para los agricultores, como de amasadoras para los panaderos, o de cualquier otro.

Esto es fantástico porque, volviendo a mi caso, por cada hora trabajada dispongo de otras siete para hacer lo que más me satisfaga (que no es precisamente seguir trabajando, claro), y eso sin contar las horas de ocio y sueño que ya me corresponden por la clásica distribución tripartita de las horas del día.

Como lo de trabajar una hora al día parece cuanto menos obsceno, diría yo, podemos trabajar un día de cada ocho, o una semana cada dos meses, o un trimestre cada dos años, o que cada uno haga sus cuentas y determine el momento en el que le corresponde (o casi seguro hubiera correspondido) dejar de trabajar. Y si no lo hacemos así, que alguien me explique por favor dónde va a parar todo ese tiempo.

Que conste que desde el comienzo de esta entrada me estoy refiriendo a profesionales "currelantes", pues ya sabemos que el artista no mira el reloj y no entra en este grupo. Y si alguien, como me consta, aún piensa que en los tiempos que corren la arquitectura es un arte, que le eche un vistazo al Código Técnico de la Edificación, please.

4 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Sí que nos hace avanzar la técnica, pero no creo que nos vayan a permitir los capitostes trabajar tan poquito. ¡Ojalá fuera así! Por mí, me apuntaba, que curro muchas horas al día.

En lo que te doy absolutamente la razón es en la molicie del Código Técnico de la Edificación y resto de normas de ese estilo. Cuando, por ejemplo, cojo un libro de edificio me aburro mortalmente. Sólo entiendo la escritura de declaración de la obra y su divisón horizontal, las licencias y poco más. Otra cosa son los planos, que siempre permiten a la imaginación volar un poco.

Sabéis mucho los arquitectos.

Un abrazo.

Jose Lorente dijo...

Después de tu comentario a la entrada anterior habrás entendido que el último apunte de ésta iba por ti. Actualmente, cuando los arquitectos desarrollamos un encargo, en el mejor de los casos aplicamos un veinte por ciento de creatividad y un ochenta por ciento de productividad. Y dentro de ese veinte por ciento de inventiva, también en el mejor de los casos, es posible que haya algo de arte. Lamentablemente, y aunque pueda parecer lo contrario, este último aspecto no tiene por qué depender necesariamente de lo bueno que sea el arquitecto, ya que, en la mayoría de ocasiones, ni tan siquiera en la fase creativa se nos permite desarrollar nuestra vocación artísitca.

Muchas gracias por tus palabras, y recomiendo fervientemente a todo aquel que vaya buscando arte, o creatividad, o inventiva, o las tres cosas juntas, que se pase por tu blog "El cobijo de una desalmada" y lea tu entrada "Sos de un personaje de novela".

Thornton dijo...

Hay dos tipos de personas, los que no saben vivir sin trabajar y los que no tenemos talento para el trabajo. Los primeros van a su centro de trabajo cantando como los enanitos de blancanieves, y esos son los que con los avances técnicos producen ocho veces más. Los otros, vamos a nuestro centro de cansancio a hacer nuestro trabajo lo mejor posible, pero nuestro ánimo está en las cosas verdaderamente importantes, las que no embrutecen.Cuanto más tiempo libre tengamos más lo perderemos.
Hace un rato he visto por fin "Luces de la ciudad". Qué manera de recoger todos los matices del genio de Chaplin, qué payaso... y muda. He pasado una tarde deliciosa. Un fuerte abrazo y feliz entrada de año.

Pere Ruiz dijo...

Yo me hago esa misma pregunta.
Te voy a decir lo que pienso: Todo ese tiempo no va a ninguna parte, sencillamente pasa. Sí, el tiempo pasa, no se pierde, por que para perderlo, antes tendriamos que haberlo ganado, ¡digo yo! Por que el tiempo, como la vida, no se gana ni se pierde, sencillamente pasa. Lo jodido es que pasa y lo que perdemos es la posibilidad de hacer cosas verdaderamente humanas...como pensar, hacer el amor o maravillarnos con un paisaje.
Pero ya sabemos que, como decian los de Accidents Polipoètics, "pensar es peligroso". El caso es saber para quién es en realidad peligroso el pensar ¿para el que piensa o para su amo?
Por otro lado, y para dejarnos un poco de abstracciones, si tratamos de medir el tiempo a través de una magnitud tangible que nos lo represente, como suele hacer la tecnociencia, la misma que ha obrado el milagro de los panes y los peces pero con el tiempo, y además hacemos caso del tradicional "el tiempo es oro", yo lo que me pregunto es...¿Dónde está todo ese oro?...O sea que lo que ha pasado es que primero nos han cambiado el tiempo por oro (que es mucho más fácil de robar) y luego nos lo han birlado...y lo han hecho sin pedirnos permiso, que es lo que más jode. Llámame conspiranóico.