jueves, 4 de febrero de 2010

Una noche con Venus...


...y toda la vida con Mercurio.

El hombre que en sus lieder puso como nadie hasta entonces la música al servicio de la poesía, también supo expresar muy hermosamente con palabras su desdicha al quedar marcado por una enfermedad venérea que finalmente acabaría con su vida a la temprana edad de treinta y un años.

"Muchas veces se habrá sentido aterrado a las puertas de la muerte, como si ésta fuera el peor suceso que pudiera ocurrirnos a los mortales. Si solamente dirigiese alguna mirada hacia estas divinas montañas y lagos, de imponente aspecto, estaría menos atado a esta insignificante existencia, y consideraría como una gran fortuna el depender y poder confiar en el inabarcable poder regenerativo de la tierra."

Franz Schubert. Carta a su padre en relación a su hermano Ferdinand, 25 de julio de 1825.

Es, cuando menos, consolador comprobar que él mismo pensara de este modo sobre la muerte, como uno más de sus amigos (en alemán Muerte es Der Tod, sustantivo masculino), tema recurrente en su obra, hoy unánimemente considerada inmortal. Valga como ejemplo inmejorable el lied "Der Tod und das Mädchen" (La muerte y la doncella, 1817) sobre un poema de Matthias Claudius, en el que la doncella se dirige airada a la muerte:

¡Lárgate, ah lárgate!
¡Vete, cruel esqueleto!
¡Soy aún joven, sé amable y vete!
¡Y no me toques!


a lo que la muerte responde serena:

¡Dame tu mano, dulce y bella criatura!
¡Soy tu amigo y no vengo a castigarte!
¡Confía en mí! ¡No soy cruel!
¡Déjate caer en mis brazos y dormirás plácidamente!


¡Qué bien debió comprender Schubert el poema para crear este lied maravilloso sólo con veinte años! La muerte no como devoradora implacable, sino como consoladora. Son las paradojas que el destino guarda para los genios sin olvidar que también son hombres: el hombre que contagiado por una prostituta es enviado a la muerte tras una penosa agonía; el músico que contagiado por la poesía alcanza la inmortalidad.

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No puedo dejar de hacer mención en esta entrada, aunque sea a modo de nota al pie para que no parezca tan larga, de un par de apuntes biográficos que me parecen muy significativos:

Schubert fue uno de los que llevó a hombros el féretro de Beethoven durante su cortejo fúnebre. Después del entierro estuvo en un café con algunos amigos e hizo un primer brindis: "Por el que acabamos de enterrar". Enseguida volvió a alzar su copa: "Por el que le siga". No creo que supiera ya entonces que iba a ser él mismo, pero se puede leer en este segundo brindis un cierto flirteo macabro con su propio destino. Cumpliendo el deseo que había expresado se le enterró al lado de Beethoven en el cementerio de Währing en Viena. Hoy en día es un bonito parque que la ciudad quiso dedicar a Franz Schubert.

6 comentarios:

Carlos dijo...

Un bellísimo texto. Te felicito Jose. Como bien apuntas, este extraordinario músico, que tan bien musicó a la muerte, recibió como recompensa la immortalidad.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Schubert... Me gusta, como muchos sinfónicos. Tan delicado, tan poeta que murió como tal.
He disfrutado de tu erudición, porque es una gozada esa unión entre poesía y música e, incluso, añadiría cine (por "La muerte y la doncella", de Bergman).
Sobre todo me ha impactado lo que resaltas del músico: su impasibilidad ante la muerte. Toda una lección que nos da alguien que expresó eso siendo tan joven.

Thornton dijo...

Jose, esto es demasiado. No puedes ser mi hermano gemelo porque soy "unos meses" mayor que tú, pero qué manera de coincidir.
Mi compañero y profesor de matemáticas,Fernando Pérez Cárceles, tradujo hace cinco años todos los lieder de Schubert, cerca de setecientos cincuenta. Están editados en Hiperión, en tres tomos. Y tengo el honor de ser citado en sus páginas. En nuestras "Schubertiadas" íbamos oyendo uno a uno todos los lieder, precedidos de la consiguiente lectura. Ya he visto que la traducción que escribes no es la suya, pero también es muy buena.
No quiero alargarme y escribir una segunda entrada, como quien yo sé, pero no me resisto a citar a Max Jacob, refiriéndosea Appollinaire:

"No entiende nada de música,
¡Sólo le gusta Schubert!"

Eastriver dijo...

Bravo por esos apuntes de urgencia tan necesarios. No adoro el lied, soy más de ópera, què hi farem, però alguna pieza bien cantada logra emocionarme muchísimo. Supongo que has frecuentado la Schubertiada en alguna ocasión. Un abrazo.

Madison dijo...

Es un lujo leerte Jose, me encanta pasarme por aquí aunque la mayoria de veces no diga nada, leo y marcho contenta porque siempre me dejas buen sabor de boca, pero hoy la alegría es doble. Por hablar de Shubert y Viena.
Es una ciudad que adoro y que volvería sin pensarmelo. Cuando estuve, no hace demasiado tiempo disfruté de lo lindo paeando por esas calles donde está la casa o una de las casas de Shubert, Beethoven, recuerdo que me sentí muy afortunada en esos momentos.
Un abrazo

Jose Lorente dijo...

Muchísimas gracias a todos por los comentarios.

Supongo que la mejor manera de disfrutar a Schubert es entre amigos, poniendo su música y hablando de él.

Me alegra pensar que algo parecido es lo que hemos hecho aquí en esta improvisada "schubertiada".

Un abrazo fuerte para todos y hasta pronto.


Isabel, supongo que la película a la que te refieres es la de Polanski de 1994 donde se utiliza el cuarteto de cuerda del mismo nombre que Schubret compuso a partir del lied. La de Bergman se titula "El manantial y la doncella", grandísima película pero que no tiene nada que ver con Schubert.

Thornton, mi alma gemela. ¡Cuántos gustos compartimos! He visto que Fernando Pérez no sólo ha traducido los de Schubert, sino también los de Gustav y Alma Mahler. ¡Qué placer poder disfrutar así (en cuerpo y alma, en texto y música) de estas maravillas! Eres un privilegiado al que envidio muy sanamente.

Madison, yo sentí algo muy parecido a lo que explicas cuando estuve en Viena. Es una ciudad que atrapa especialmente a los amantes de la música.